Marte: Un Largo Adiós

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Venus y yo no hablamos en todo el viaje que recorrimos para llegar al castillo de mi hermano. Ignoraba mis propuestas para hablar de lo sucedido, ignoraba las preguntas que le hacía respecto a nuestro hijo. Al bajar del carruaje, nos recibe mi prima Tabitha.

—Me alegra que estés aquí —me da un abrazo, cosa extraña, ya que ella no me soporta.

—¿Cómo está él? —pregunto cuando me suelta.

—Apunto de querer matar a tu padre.

 Camino junto a Tabitha y Venus al estudio de mi hermano. El aire que tiene el castillo es de profunda tristeza, los sirvientes están deprimidos y cabizbajos. Cuando llegamos al reino había casas en ruinas y cosechas destruidas; el reino había sido azotado por una fuerza mayor que solo un dios pudo haber hecho.

 Unos guardias abren las puertas y vemos a mi hermano hablándole o más bien gritándole a un general. El pobre hombre se va en cuanto nos ve.

—Gritándole no resolverás nada —le reprocha Tabitha.

 Cosmo me ve con Venus y se le suaviza un poco el rostro. Me acerco y le doy un abrazo, el cual él corresponde de manera triste.

—¿Cómo estás? —le pregunto.

—¿Tú cómo crees? —me suelta.

 Él saluda a Venus y pasa a un lado a servirse una copa de vino.

—Ya es la segunda jarra que llevas en el día —replica Tabitha.

—Es para ellos —gruñe Cosmo. Él sirve dos copas, una me la da y la otra se la pasa a Venus.

—Gracias —susurra Venus—. Creo que es mejor que me vaya y así puedan hablar a gusto.

 La detengo antes de que se vaya.

— ¿Dónde vas a estar? —susurro.

—Voy a descansar ¿sí? —se suelta y deja la copa en la mesita; se despide de mi hermano y de Tabitha.

—¿Ahora qué le hiciste? —pregunta mi hermano después de que Venus se fuera.

—Nada —ambos me miran con los brazos cruzados y con el ceño fruncido—. Bueno, cuando le iba a proponer matrimonio, una mujer se apareció y me besó al frente de Venus, y desde entonces está molesta conmigo por eso.

—¿Y por qué invitaste a esa mujer en tu propuesta de matrimonio? —pregunta confundida Tabitha.

—No la invité —me exaspero—. Apareció de la nada y lo peor del caso es que me había ocultado que estaba embarazada…

—¡¿Embarazaste a tu amante?! —pregunta Cosmo horrorizado.

—¡NO! —Grito—. ¡Venus está embarazada!
 Ambos suspiran aliviados.

—Creo que debiste empezar por ahí —comenta Tabitha.

—Lo sé, todo es complicado; en todo el viaje ella no me quiso dirigir la palabra.

—No te preocupes, sigue intentando hasta que ella pueda perdonarte —comenta mi hermano amable—. Al menos me has dado una buena noticia.

—No entiendo lo que pasó, Cosmo. Explícame por qué Aryana ya no está.

 Cosmo empieza a relatar como Aryana murió en sus brazos, como Seth se la llevó y a otras personas con él.

—¿Y la familia de Aryana qué opinan al respecto? —cuestiono.

—Devastados —Cosmo toma la copa de Venus y se la traga en una sola jalada—. Cuando fui a darles la noticia ellos gritaron, y su madre me abofeteo por no haber cuidado a su hija.

—Pero no fue tú culpa —Tabitha lo consuela.

—No, claro que no —Cosmo se sienta en su imponente sillón—. La culpa la tiene nuestro padre.

—¡¿Qué?! —contesto atónito—. ¿Qué tiene que ver él en esto?

—Todos los nombres que aparecen en la lista de la muerte de mi padre las coloca tu padre —responde Tabitha en lugar de Cosmo.

—Pero por qué nuestro padre quisiera esto —le pregunto a los dos.

—No lo sé, lo único que sé es que le quiero partir la cara —gruñe Cosmo enojado.

—No conseguirás nada con eso —replica Tabitha sentándose a mi lado.

—Ella era todo lo que quería, todo lo que amaba y me lo arrebata de esta manera —las lágrimas brotan y desciende por su rostro—. Ella se había vuelto mi universo, mi vida y felicidad, y se fue con tu padre.

 Mira a Tabitha dolido. Cosmo, Tabitha y yo conversamos por un largo rato hasta que Cosmo se va dejándonos los dos solos.

—Explícame ahora tu problema con Venus —pregunta Tabitha curiosa.

—¿Desde cuándo tan interesada en mi vida privada? —le cuestiono.

—Desde que Venus ha sido la única mujer que te he tolerado y la cual aprecio enormemente para defenderla y romperte la cara si le hicieras algo.

—Hasta te pareces a tu padre hablando así —comento irritado.

—Hablando de eso —dice iluminándose el rostro—. Mi padre me dijo que el favor que tú le debes a él me lo daba a mí.

—Me niego —digo tajante—. Prefiero que él cobre ese favor que tú lo hagas.

—No seas idiota, yo soy la más indicada para hacerlo.

—No me interesa —me levanto—. Tú causas muchos problemas, dile a tu padre que no hay trato, que si quiere me puede jalar las patas cuando duerma si eso le da felicidad.

 Dicho eso, salgo cansado de allí. 

 

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El Nacimiento De Un Imperio [II Libro De La Saga Dioses Universales]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora