Aryana: Otra Vida, Otro Mundo

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Un olor nauseabundo hace que me levante. Me siento en la incómoda camilla, me siento extraña. De inmediato me doy cuenta de mi desnudez, con una gran herida en el pecho y una en el vientre. Tal vez estoy en un sueño, tal vez estaba en el palacio de la señora Liora y su esposo me había curado como Cosmo dijo que lo haría cuando  me encontró con esa viga atravesándome las entrañas.

 Intenté tocar el suelo, pero este está helado; la habitación en si tiene un aspecto tétrico y  helada, las paredes de piedra gris no ayudaban a mi ya frágil mente a digerir la situación. A mi lado se encuentran instrumentos médicos y se notaba que habían sido implementados, pero no tenían sangre sino una masa negra y maloliente.

—Me alegra que hayas despertado —entra el dios de la muerte con un delantal de cuero. Mi primer instinto es cubrirme con los brazos mi desnudo cuerpo aunque la tarea es complicada—. Lo siento.

 Me entrega una bata, que de inmediato me la pongo.

—Ahora que estás cubierta podemos hablar —trae un banquillo y se sienta al frente de mí, guardando una distancia prudente—. Nunca es sencillo asimilar la muerte, pero como mi hermano es un desgraciado y quiere que todo se resuelva de inmediato incluso en mi propio reino.

—¿Qué ocurrió? —pregunto atemorizada por la respuesta.

—Moriste, tu nombre estaba en mi lista y no sabía cómo hacerlo de una manera sencilla para todos.

—Eso no es cierto —intento llorar, pero las lágrimas no llegan.

—Eh, sí. Algunas cosas que hacías cuando estabas vivas ya no lo harás, como respirar, llorar, ir al baño y cosas así. Y también como te convertí en una diosa ahora, como por ejemplo —él se levanta y toma uno de los instrumentos y me lo clava en el cuello. De inmediato me levanto alejándome de él, pero mis manos no se llenan de sangre, es más, ni siquiera siento dolor—. ¿Lo notas? ¡Estas muerta! ¿Acaso no es lo mejor?

 No me quedo en esa sala con ese maníaco, corro por el corredor. Paso rápido por ese extraño castillo que jamás he pisado y que nunca quisiera estar. Siento un golpe en mis piernas y caigo de bruces contra el suelo. Quiero levantarme, pero mis extremidades no responden.

—En el reino de los vivos no tengo mucho poder, pero aquí —Seth se agacha al lado de mi incontrolable cuerpo—, soy el puto amo y harás todo lo que te ordene, querida Aryana. Y no quiero replicas, que aquí no habrá nadie que te defienda y si quieres salir de aquí entera, más te vale que no huyas y que seas una niña obediente ¿sí?

 Asiento atemorizada.

—Bien —se levanta, siento como de nuevo tengo control de mi cuerpo. Él me levanta brusco, me hala del brazo hasta una habitación inmensa, que no tiene mucha decoración; el cuarto se limita a una cama, unos muebles y una ventana que da a un reino desconocido.

—Esta será tu habitación mientras que estás en el inframundo —me suelta, el grita un par de órdenes y dos mujeres aparecen en un santiamén—. Ellas serán tus damas, te atenderán, harán todo lo que les ordene, pero siempre responderán a mí ¿entendido?

 Las tres asentimos.

—Denle un baño y vístanla —señala a las dos—. La quiero lista en menos de media hora, y la escoltaran hasta la sala del trono.

 Seth sale de la habitación y de inmediato las mujeres me llevan a un pequeño, pero lindo cuarto de baño. Las mujeres que no quisieron decir sus nombres y ningún tipo de información que yo le solicitaba. Ya bañada y vestida, las mujeres me bajan hasta una imponente sala donde un trono gigante hecho de huesos de cualquier tipo de criaturas y personas donde me espera Seth, noto que él habla con unos guardias o generales, la verdad no sé nada, no quiero estar aquí. Quiero estar con mi amor, mi Cosmo ¿cómo debe estar? Mi familia ¿ellos estarán bien? Quiero irme de aquí, pero por lo que tengo entendido, no se puede escapar del infierno.

—Aryana —me toma de la mano—. Quiero que conozcas a mis jinetes de sangre, ellos tienen dominios en los páramos del reino. Amigos míos, ella es la mujer que les estaba hablando.

 Los dos hombres hacen una pequeña reverencia y se despiden de Seth. Seth echa del lugar a mis damas y el resto de los soldados que custodian la imponente sala.

—Ya que estás aquí podemos ponernos al día con tus deberes y obligaciones con tu nuevo reino.

—¿Usted y yo? —señalo mi mano unida a la de él.

—¡Por mi madre que no! —se suelta alarmado—. A la única mujer que amo es a Laila. Y tú obviamente no le serias infiel a Cosmo. Que honestamente, no sé qué le viste a mi sobrino, pero de eso no vamos a hablar ¿de acuerdo?
 Asiento.

—Usted dijo que mi nombre había aparecido en su lista ¿por qué pasó, quien me puso allí?

—Mira ya viene siendo hora de explicarte cómo funciona esta retorcida familia que son los Godness —él se sienta en el principio de los escalones del imponente trono—. Ven, siéntate que la historia es larga.

 Me siento a un lado de él guardando la distancia.

—Cuando te comprometiste con mi detestable sobrino, se había hablado de tu posición; creo que mi esposa te lo había comentado —asiento—. Como verás, que una campesina se casara con un dios no les gustó mucho a mi hermano y a mi esposa, pero ella se resignó, al menos.  Entonces mi hermano planeó un plan, que para mi gusto es un poco complicado, para que yo te convierta en una diosa.

—¿Su hermano planeó mi muerte? —pregunto enojada.

—Sí, lo hizo y ahora queda de mi parte enseñarte todo lo referente a tu nueva posición…

—¡Por qué no soy digna! —me altero y el piso se tambalea un poco.

—Tienes que controlarte —me pone sus manos en mis hombros—. Sobre todo, tus emociones. Tus poderes están conectados a este mundo y por lo tanto no te puedes dar el lujo de enojarte por todo.

—¿Cómo me pide que no me enoje si morí porque el padre de mi prometido no me quería?

—Son cosas que tendrás que superar —se levanta—. Ahora vamos a entrenarte y decirte que es lo que harás por el resto de la eternidad.

—¿Jamás volveré a ver a mi familia y a Cosmo? —pregunto atemorizada.

—Todo dependerá de cómo te manejes este año con tus obligaciones.

 Caminamos fuera del salón del trono y del castillo hasta unas  caballerizas. De inmediato veo a Nairn e Iñaki comiendo algo extraño.

—¡Mamá! —Iñaki grita corriendo hacia a mí.

—Mi niño hermoso —me agacho y le acaricio su suave cabecita—. ¿Cómo estás?

 Nairn también se acerca a nosotros, pero más cauteloso que Iñaki.

—Supuse que quisieras estar con tu antiguo guardián y el tigre.

—¿Antiguo guardián?

—¿Nunca escuchaste esa frase que dice: hasta que la muerte los separe? —me mira extrañado—. Pues es cierta, cuando mueres, todos tus lazos con el mundo de los vivos se rompen como en este caso —nos señala a los dos—. Si quieren pueden volver a ser guardián y protegida como tal vez no.

    Nairn y yo nos miramos fijamente, toco su frente con la mía y nos volvemos frente a Seth.

—Queremos seguir unidos.

—Sí así lo desean.

 Seth y yo montamos unos caballos, él a su guardiana y yo uno que me asignaron. Salimos fuera del castillo cabalgando lejos a una gran velocidad. Seth insistió que no nos acompañaran Nairn e Iñaki, ya que el viaje que emprenderemos tiene que quedarse solo entre nosotros dos.

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El Nacimiento De Un Imperio [II Libro De La Saga Dioses Universales]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora