Adoro la vida de semidiosa

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Tal como lo veía Tántalo, los pájaros del Estínfalo estaban en el bosque ocupados en sus propios asuntos y no nos habrían atacado si Annabeth, Tyson y Percy no los hubieran molestado con su manera de conducir los carros. Aquello era tan rematadamente injusto que Percy le dijo que se fuera a perseguir dónuts a otra parte, cosa que no ayudó a mejorar las cosas. Los condenó a los tres a patrullar por la cocina, o sea, a fregar platos y cacharros toda la tarde en el sótano con las arpías de la limpieza.

Mientras ellos cumplían su castigo yo fui al lago a jugar con Will, Lesath, Carmen y Maeson. Resulta que el bocazas de mi hermano les había contado lo que había pasado durante el curso en Hogwarts, y ahora todos querían saber que iba a hacer el curso que viene, claro que después de pensarlo durante varias noches yo ya había tomado una decisión.

—No voy a volver a Hogwarts,—digo cortando su conversación sobre que debería a hacer.—Ya lo he decidido.

—Pero Viviane,—dice Carmen acercándose a mi,—tienes que acabar tus estudios. Hogwarts es la mejor escuela de magia.

—Será la mejor o la pero Carmen, pero no voy a volver a un lugar en el que todos juzgan sin conocer y no me dejarán tranquila en todo el curso. Si vuelvo solo los Slytherin me defenderán y apoyarán de las malas lenguas que hay en Hogwarts.

—Ratoncita quizás debas escuchar a Carmen,—responde Maeson sentándose junto a mi y abrazándome por los hombros.

—No sabes lo que dirán de mi. Lo que ya dicen.

—Viviane, tu no tienes culpa de lo que pasó, además, las palabras tienen el poder que tu desees darle.

—Te equivocas en una cosa Maeson, yo si tuve la culpa.

—¿Qué quieres decir Viviane?—Pregunta Will agachándose frente a mi.

—Yo sabía lo que hacía, al menos en gran parte.—Ante la mirada confundida de todos decidí explicarles todo desde el principio.—En verano encontré un cuaderno con el nombre de Tom Marvolo Riddle, mi padre. Estaba completamente en blanco pero cuando empecé a escribir en él, alguien me contestaba, era el recuerdo de mi padre cuando tenía 16 años. Estuve todo el final del verano hablando con él y el día que iba con Draco a comprar las cosas para el nuevo curso me dijo que debía entregarle el diario a alguien ingenuo, que pudiera caer en una trampa, me prometió que seguiríamos en contacto así que en el Callejón Diagon se lo entregué a la pequeña de las comadrejas.

—Viviane, pero tu no sabías lo que iba a pasar.

—No Lesath, no he acabado. Durante todo esos ataques era como si me moviera en una nube, no era un trance completo, en el fondo sabía lo que estaba haciendo, y no me sentía mal, estaba cumpliendo el legado de mi familia. Soy un monstruo, podrían haber muerto sangres sucias, ¿es que no lo entendéis?

—Todos cometemos errores ratoncita, y debemos aprender de ellos, eso no nos hace ser monstruos. Si quieres volver a tu escuela vuelve, y que no te influya lo que digan los demás. Pero si quieres quedarte, tendrás todo mi apoyo, para que están los hermnos, ¿no?

En la fogata de aquella noche, la cabaña de Apolo dirigía los cantos a coro. Trataban de levantar el ánimo general, pero no era fácil tras el ataque de aquellos pajarracos. Estábamos sentados en el semicírculo de gradas de piedra, cantando sin gran entusiasmo y contemplando cómo ardía la hoguera mientras los chicos de Apolo nos acompañaban con sus guitarras y liras. Cantamos todas las canciones clásicas de campamento. La hoguera estaba encantada y, cuanto más fuerte cantábamos, más alto se elevaban sus llamas; cambiaba de color, y también la intensidad de su calor, según nuestro estado de ánimo. En una buena noche la había visto alcanzar una altura de seis metros, con un color púrpura deslumbrante, y desprender un calor tan tremendo que toda la primera fila de malvaviscos se había incendiado. Aquella noche, en cambio, las llamas sólo alcanzaban un metro, apenas calentaban y tenían un color ceniciento. Dioniso se retiró temprano. Tras aguantar unas cuantas canciones, farfulló que hasta las partidas de pinacle con Quirón eran más divertidas, le lanzó una mirada desagradable a Tántalo y se encaminó a la Casa Grande. Cuando hubo sonado la última canción, Tántalo exclamó:

La Heredera De Pandora (LDDV II)Onde histórias criam vida. Descubra agora