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JESSICA

Sólo llevo dos días de vuelta aquí y ya quiero irme...

Todos se alegraron mucho con mi regreso, sobre todo Erre y Ele, quienes cada vez que pueden pasan un rato conmigo para saber qué tal me ha ido estos meses que no he estado aquí, pero aunque se comporten tan agradablemente no me basta porque hay algo que me impide estar tranquila: el embarazo de Ana.

No debería importarme. No debería hacerme cambiar de humor cada vez que veo su pequeña pero notable panza. Antes nunca me habría dejado influenciar por sus actos o sus palabras porque me sentía superior, pero ahora ya no porque Ana será algo que yo no seré... Ana será la madre del hijo de Iván y yo siempre seré aquella mujer que fue la Dama Castelier de mentira.

Todos saben que nuestro casamiento fue una farsa, que sólo lo hicimos para atraer a los Muñoz y nadie salvo Ana me lo ha echado en cara. De hecho, es la única que se burla de mí por ello y a veces me dan ganas de darle una bofetada y llamarla envidiosa, pero... ¿a quién quiero engañar? La envidiosa soy yo. Nunca me había planteado la idea de ser madre y creo que no quiero serlo en el futuro tampoco, pero saber que ella estará siempre ligada a Iván de una forma u otra me enfada porque ahora a nosotros nada nos une.

Me siento furiosa por todo, ya no solo por saber que Iván será padre, sino porque no debería sentirme así cuando Hache y yo somos algo. Yo acepté venir aquí para estar con él porque siempre he tenido sentimientos hacia él, pero creo que mi decisión ha sido muy precipitada. Mis sentimientos por Iván son más grandes que los que tengo por Christian y no es justo. No lo es porque Hache siempre me ha tratado como el novio perfecto y no merece que esté con él cuando siento cosas mucho más fuertes por otra persona.

Christian tenía razón al decirme que Iván ha cambiado y que no se interpondrá entre nosotros, ¿cómo va a hacerlo si va a formar una familia? Está claro que para Castelier he sido una más y que nada de lo que nos pasó significó algo para él, así que debo continuar con mi vida así como Iván lo ha hecho todo este tiempo. Hache me ayudará a olvidar lo que siento por Iván, estoy convencida.

Salgo de la habitación para ir hacia la cocina y comer algo porque desde que llegué y me enteré de que Iván será padre he estado metida en una especie de depresión y apenas he comido nada. Me alegra no encontrarme a nadie por el camino para así no tener que dar explicaciones ni mentiras que no quiero decir y dejo salir un pequeño suspiro cuando al entrar a la cocina sólo hay un par de empleados limpiando.

La mujer que se encarga de la comida ahora me sonríe cuando me ve y se apresura a ofrecerme algo de comida mientras me señala que me siente en la mesa para esperar, pero rechazo la oferta con amabilidad alegando que yo misma me prepararé algo.

Como Hache está fuera con Iván, me hago un sándwich vegetal y me lo llevo al jardín para despejarme un poco porque cuando Christian vuelve me paso con él todo el rato que tiene libre. Me siento en el último escalón y contemplo cómo el abecedario hace su rutina de vigilancia mientras mastico lentamente y dejo que la brisa de aire puro me acaricie.

No pasa mucho tiempo hasta que alguien se me pone al lado de pie y una sonrisa se dibuja en mis labios al ver que se trata de Erre.

"¿Cómo está la Dama hoy?", me pregunta en lengua de signos.

Me pongo en pie para responderle.

—Ya no soy la Dama, Erre, deja de llamarme así, por favor.

"Para mí es la mujer que manda aquí, por lo tanto sigue siendo la Dama".

—Yo no mando aquí.

"El señor parece más contento desde que volvió. Usted le ha hecho cambiar porque manda en su corazón, así que también lo hace sobre nosotros".

Riesgos TentadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora