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Al día siguiente, se encontraba en la casa de sus abuelos, como todos los domingos. Ella quería a sus abuelos, siempre fueron muy buenos con ella. A quienes no soportaba era a sus primos, algunos era mayores y otros menores que ella. Actualmente no hablaba absolutamente nada con ninguno de ellos desde aquella vez hacia años.

Poché tenía unos seis años de edad. Se encontraba sentada a un lado de su mamá, cuando uno de sus primos de su misma edad lo invitó a jugar con los demás. Poché solo negó con la cabeza a todas las propuestas del niño.

- Tía Marta ¿Por qué Poché casi nunca dice nada? ¿Acaso es estúpida?- dijo el niño.

Poché lo miró horrorizado.

-¡James!- gritó la madre del niño.

-¡¿Qué?! Es la verdad. Es una rarita.

Luego de eso Poché hablaba menos incluso de lo que ya estaba acostumbrada. Solo lo justo y necesario, cuando no eran palabras que podían reemplazarse con gestos corporales.

Permanecía cerca de su madre o de sus abuelos, quienes no la molestaban más de la cuenta. Aunque este domingo apenas si prestaba atención en la reunión. Lo único en lo que pensaba era en la chica de los CDs. Su nombre. Su voz. Tenía que volver a verla.

Tuvo dificultades para concentrarse en la clase del lunes con Lina. También el martes.

-¿Ocurre algo, pequeña?- preguntó amable la dama -no estás prestando atención como de costumbre, eso no es común en tí.

Poché la observó con algo de pena. Ella tenía razón, apenas si estaba  escuchando sus palabras. Pero negó con la cabeza.

-¿Estás segura? Puedes confiar en mí, si hay algo que quieras decirme.

Ella torció su labio a un lado. No podría pensar claramente. Decidió confiar en ella y tratar de enfrentar su miedo. Inhaló una gran cantidad de aire y finalmente habló.

-¿Podemos... - comenzó, pero luego estuvo durante varios segundos en silencio sin poder terminar la oración. Tal vez por terror a un no como respuesta. Era más difícil de lo que imaginaba.

-¿Podemos...- preguntó Lina incentivandola  a continuar.

-Ir al... Centro comercial?- finalizó desviando su mirada hacia el suelo, comenzando a morderse las uñas, claramente nerviosa.

Lina se sorprendió ante el pedido. Poché le estaba pidiendo por primera vez en años de conocerla, que salieran  de su casa. Marta y Juan Carlos, su padre, se encontraban trabajando. Ella tenía toda la responsabilidad sobre la chica si algo malo llegaba a ocurrirle. Sabía cómo tratar a Poché, pero siempre bajo un techo. Pensó que tal vez si surgía algún inconveniente podría comunicarse a las oficinas de trabajo de sus padres. Si aceptaba debían ir caminando. Poché debía estar consciente de eso y aún así quería hacerlo. Ella estaba analizando todas las posibilidades, procesando la información, y por ende se quedó en silencio unos momentos. Poché estaba comenzando a pensar que estaba buscando la manera de negarse sin herir sus sentimientos. Se sintió muy desanimada.

-Está bien- dijo finalmente la mujer.

Poché la miró sorprendida con los ojos enormemente abiertos. Lina sonrió.

-Ve a tomar tus cosas, saldremos en un momento.

Vio como rápidamente se levantaba de su silla y subía las escaleras con apuro ¿Desde cuándo tenía tanta energía? La vio regresar con una mochila gris cargada en su espalda.

-Bien, vamos- dijo abriendo la puerta dándole paso a la chica.

Poché tenía la respiración irregular. Sea lo que fuera que pasara por su mente la tenía intranquila. Sin mencionar que la última vez que había caminado por las aceras de la vieja ciudad de Londres había sido hace muchos años atrás. Observaba todo a su paso. Como un preso puesto en libertad luego de cumplir su condena. A pesar de la temperatura media baja, el día estaba soleado, lo cual hacia que resultara agradable.

La chica de los CDs | adaptación cachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora