Cosmo: Un Largo Crecimiento

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7 años después…

Observo el cuerpo de Aryana que yace plácidamente en la cama. Su cabello cayendo en cascadas por su espalda, la tela traslúcida de su pijama resalta su sensual figura. Le acaricio el cuerpo hasta descansar mi mano en su trasero.

—¿Se puede saber qué hace tu mano allí? —susurra aún fatigada por el sueño.

—Disculpa, pero estaba admirando a una hermosa escultura y no pude evitar tocarla, quería ver si no era solo un sueño —digo sonriente. Ella se voltea y me observa con sus potentes ojos azules.

—Por lo que tengo entendido —ella posa sus brazos por mis hombros—, a las esculturas no se les puede tocar porque se pueden romper.

—Difiero en este caso, ya que las veces que te he tocado nada malo te ha pasado.

 Ella no contesta porque es interrumpida por el sonido de las puertas abriéndose en par en par. Nos sentamos de inmediato para ver a nuestros tres hijos correr desbocados hasta nosotros.

—¿Decías? —es lo único que dice ya que carga a Tristan y lo sube a la cama, yo me encargo de Estrella y Luna sube por su cuenta.

—Que agradable sorpresa —exclamo abrazando a mi pequeña niña.

—¿Por qué a ella la abrazas y a mí no? —Luna refunfuña.

—Claro que si voy  abrazar a mi princesa hermosa —extiendo mis brazos y las dos se pelean en mi regazo de a quién quiero más. Aryana y el pequeño Tristan nos observan atentos.

—¿Verdad que tu padre y tus hermanas son medio raros? —le pregunta Aryana al niño el cual asiente mirando a su madre.

—Papi, mi mamá nos llamó raros —se queja Luna.

—No le hagas caso —le beso una mejilla—. A ver, pásame a Tristan.

 Aryana me entrega al bebé de cuatro años de edad. Él me mira con los ojos abiertos, intento acercármelo, pero él me empieza a rasguñar el rostro.

—Tristan, a papá no se le agrede —lo reprende Aryana, es increíble que se detenga en seco, pero cuando yo lo intento regañar me agrede—. Dale un abrazo a tu padre.

 Tristan mira a su madre y luego a mí, luego a ella y niega con la cabeza.

—Sí, dale un abrazo —presiona su madre. Él se acerca a mí y me da un abrazo incómodo.

—Y luego nosotras somos las raras —expresa Luna a Estrella.

 Después que tuvimos a Luna, Estrella llegó cuando Luna tenía un año y medio; ella se parece a su madre con su cabello negro como la noche, con esos ojos tan azules como los de su madre. Tristan llegó tres años después, con su cabello gris plata, fue el único de los tres que tuvo mis ojos. Luna heredó los ojos de su madre, pero su cabello blanco como la nieve se lo di yo.

 Soy tan feliz teniendo a mis hijos conmigo, Aryana a mi lado riendo con ellos. Por primera vez me siento que pertenezco a un lugar, a una familia. Al fin tengo la felicidad que siempre he querido, pero nunca he sabido cómo obtenerla y ahora haré lo que sea para que estos pequeños momentos de felicidad y armonía perduren. 
 

   

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El Nacimiento De Un Imperio [II Libro De La Saga Dioses Universales]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora