Capitulo 2

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¿Por qué mama, por qué necesito ayuda exactamente?

Mi madre estaba sentada a mi lado, me daba la mano como si tuviera miedo de que saliera corriendo o algo y podría haberlo hecho, pero no tenia fuerzas suficientes para hacerlo.

-Los médicos dicen que vas a ponerte bien-. Sinceramente ese no era mi objetivo, quería acabar con todo, estaba mal y lo peor era que no tenia ni idea de porque pero necesitaba descubrir que se sentía al estar muerta. No iba a contestarla, sabia que si decía una palabra íbamos a empezar a discutir y como ya he dicho antes, no tenia fuerzas para nada. Asique la conteste con un silencio.

-Te he pedido cita con la doctora Smith-. Odiaba a la doctora Smith, llevaba siendo mi psicóloga desde los diez años y supuestamente su trabajo consistía en ayudarme y no juzgarme, pero ella hacia lo contrario. Se lo había dicho a mi madre mas de una vez pero se pensaba que eran excusas para no ir y a ella le venia genial que fuera.

Mi padre era un drogadicto y borracho, le faltaban un par de neuronas. Siempre me decía que si querías algo fueras a por ello, que daba igual lo que perdieras por el camino. Podría decir que de pequeña adoraba su filosofía y le admiraba, hasta que decidió cambiarnos a mi madre y a mi por un polvo de una noche.

Mi madre siempre intentaba ocultarme las partes malas de mi padre, pero yo era pequeña no tonta y sabia que cuando llegaba tarde y empezaba a gritarla o teníamos que ir al hospital a por el no era por las razones que mi madre me hacia creer. Después de la infidelidad de mi padre, mi madre cayo en depresión y el lo soluciono abandonándonos, mi madre se dedico a contarme la verdad sobre mi padre, sus lios de drogas o que bebía mas alcohol que agua. Fue en ese momento cuando supe que me pasaba algo, no sentía tristeza por la perdida de mi padre o empatía por mi madre, ni siquiera estaba enfadada, me daba igual, nada iba a cambiar en mi vida. Cuando mi madre consiguió pasar página y seguir adelante decidió que seria buena idea mudarnos, ella decía que era para dejar el pasado atrás y poder empezar una nueva vida pero sabia que era perfectamente porque todo lo de nuestro barrio le recordaba a mi padre. A mi sinceramente me daba igual el mudarme o no, no era una chica socialmente abierta, había tenido amigos, mas de uno pero todos acababan llamándome loca, psicópata o suicida, al principio esas palabras me afectaban pero llegue a un punto en el que me daba igual, es mas acabaron gustándome, la gente usaba esas palabras como algo despectivo pero a mi no me parecía nada malo, solo describían a personas que estaban fuera de lo común, que no eran normales y odiaba ser normal.

Al mudarnos a esta ciudad a mi madre le costo encontrar trabajo y en el tiempo que estuvo en casa empezó a prestarme atención y a darse cuenta de que me pasaba algo pero ella no quería perder su tiempo en mi y pago a alguien para que lo hiciera por ella. Tenía 10 años cuando pise un centro de psicología por primera vez. Al principio me gustaba ir, tenia con quien hablar y eso estaba bien hasta que empecé a crecer y me di cuenta de que era una perdida de tiempo. Mi madre se pensaba que mis problemas eran por culpa de mi padre, pero el no tenia nada que ver, su abandono no me afecto de ninguna forma pero ella no paraba de autoconvencerse de eso y después de un tiempo paro de llevarme pensando que estaba curada, como si lo que me pasara fuera una enfermedad de la que necesitara ser salvada pero no podía salvarme de mi misma, era imposible.

Cuando cumplí trece años mi madre me regalo mi primer móvil, no lo necesitaba no tenia amigos con los que hablar o llamar pero me di cuenta de que podía hacer mas cosas con el y hay fue cuando empecé a investigar sobre preguntas que tenía y que no quería que mi madre respondiera. Tenía prohibido tener redes sociales, pero no solía hacerla caso, asique después de indagar un poco me di cuenta de que la mejor aplicación para liberarte de tus pensamientos era twitter, empecé a escribir sabiendo que nadie iba a verlo pero me daba igual me gustaba sacar mis ideas fuera. La primera vez que me llego una notificación el corazón se me paro, tenia 13 años y me daba igual la opinión social ya que todos me consideraban un bicho raro, pero alguien le había dado me gusta a mi tweet y no podía evitar pensar que había gente que tenia mi filosofía de vida. Poco después empecé a hablar con la misteriosa chica y me di cuenta de que lo único que teníamos en común era que a las dos nos gustaba leer, cuando me entere de que vivía por mi zona sabia que necesitaba conocerla. Y así fue como deje que Kiara entrara en mi vida.

A los 14 empecé a darme cuenta de que Kiara y yo éramos totalmente diferentes y eso nos hacia inseparables, ella era todo lo que estaba bien y yo, bueno yo era yo. Tenia mi circulo de mi amistades centrado en Kiara y no dejaba que nadie mas se metiera en el, hasta que conocí a Charli. Sinceramente odiaba a los tíos, pero Charli era una excepción para todo. Desde el día que empezamos a ser un trio mi vida empezó a mejorar.

A los 15 vi mi primera peli porno en honor a que Charli había conseguido salir del aramio. Kiara y yo no disfrutamos mucho de la película pero el la adoraba asique nos la tragamos como buenas amigas, desde entonces empezamos a ser inseparables.

Pero con 16 todo empezó a empeorar, mis pensamientos sádicos volvieron y volví a parar de sentir, entonces empecé a autolesionarme, nadie sabía nada y conseguí ocultarlo durante un año. Cuando cumplí 17 entré en una depresión y las lesiones eran cada vez grandes y seguidas, hasta hace menos de un día nadie se había dado cuenta de que estaba mal mentalmente y decidí acabar con mi vida, pero como todo lo que hago me salió mal. Mi madre me encontró en el suelo desangrada, estos años había conseguido estrechar lazos con ella y esto la afecto mas de lo que pensaba. Por desgracia para mi, llego a tiempo y los médicos consiguieron salvarme.

-Michelle, estaría bien que contestaras-. Había estado ignorando a mi madre todo este tiempo.

-Si, perdón mama-. Todavía no entendía porque la estaba pidiendo perdón.

-¿Entonces te parece bien?, seguro que ella esta encantada de verte-. No pensaba volver.

-No mama, no necesito ayuda-. Acababa de darme cuenta de la estupidez que había dicho.

-Michelle, cariño ambas sabemos que si las necesitas-. Odiaba que pensara por mi.

-¿Por qué mama, por qué necesito ayuda exactamente?-. No me iba a gustar su respuesta, pero estaba enfadada.

-Michelle, cariño-. Vi como sus ojos se empezaban a humedecer lentamente.

-Joder mama, si no eres capaz de decirlo como cojones piensas ayudarme. No podía tomarla con ella pero necesitaba gritarle a alguien.

-Ahora mismo no estoy para tus tonterias, no quieres ir, muy bien demuéstrame que estas bien, que esto solo ha sido un impulso y me plateare que no vayas-. No podía obligarme, si quería que no tratara de suicidarme, lo estaba haciendo bastante mal.

-De momento, vamos a empezar cambiando de instituto. He hablado con el director del Hamstrong y dice que estarán encantados de que te unas a ellos la semana que viene.

Al no responder a mi madre, ella salió de la habitación dejándome totalmente sola en una camilla de un hospital que detestaba obligándome a ir a un instituto que odiaba. Definidamente mi madre quería que volviera a intentar suicidarme.

Odiaba la idea de tener que entrar a un instituto nuevo, pero lo que no sabia, es que seria ahí donde conocería al mejor de mis problemas.

Crónicas de una suicida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora