Parte 52 (II)

21.1K 3.7K 3.5K
                                    

—Me acuerdo —dije con la boca pequeña y me mordí la lengua para no insultarle. Habían pasado dos años y medio de aquello y aun le guardaba rencor.

—Cuando volvíamos a casa vimos a una culebra de herradura en la carretera, de las tochas, de más de un metro ¿Te acuerdas? Parecía tranquila. Fuiste a agarrarla, pero la cogiste mal y te mordió.

La cogí mal por su culpa, porque estaba cabreadísima con él.

—Te enganchó bien y te hizo algo de herida, los típicos dos puntitos. Tú seguiste como si nada, pero Ali iba con nosotros ¿Te acuerdas? Se puso como una loca, no paraba de chillar. Intentamos decirle que no pasaba nada, que no eran venenosas, pero estaba histérica gritando que te ibas a morir, hiperventilando y toda la movida. Así que te chupé la herida para convencerla de que sacaría el veneno ¿te acuerdas?

—Sí.

—Solo salió sangre, obviamente.

—Sí.

Espera ¿Probó mi sangre?

—Esa serpiente... esa serpiente debía tener algo porque esa tarde caí enfermo y casi la diño y tú... mira lo que te ha pasado. Te salen culebras de la cabeza. Tu abuelo lo sabía ¿cómo lo sabía?

Ray se creía muy listo, pero no había acertado en absoluto.

En cambio, lo de mi abuelo tenía sentido. Mi tía me había dicho que ella y mis abuelos sabían que una serpiente de la cabeza de Medusa mordió a mi madre cuando estaba embarazada de mí, así que era posible que me convirtiera en una gorgona. Además, habían estudiado bien a los mitos y sabían que la sangre de una gorgona podía curar o matar, salvo en el caso de los humanos que mataba siempre.

Ese día Alicia me acompañó a casa y estaba aún alterada, así que tuve que contarle a mi madre y a mis abuelos que me había mordido una serpiente y que Ray había chupado la herida. Sabían que Ray se podía morir y por eso mi abuelo trató de ayudar, con éxito. Supongo que no querrían preocuparme porque no supe que Ray estuvo tan enfermo hasta meses después.

—No fue esa culebra, no fue su veneno. Lo que casi te mata es mi sangre.

—¿Qué?

—Es sangre de gorgona. Me chupaste la muñeca derecha y de ahí sale la sangre que cura, pero los mortales no pueden probarla porque les mata. —Encontré cierta satisfacción en corregirle.

—¿Eras una gorgona de antes?

—No lo sabía, pero sí. Desde que nací.

—¿Y por qué? ¿por qué lo eres? ¿tus padres o... qué pasó?

Había hablado demasiado, no confiaba en Ray. No le diría nada más.

—No es tu movida, me voy a casa.

—Llevo dos años soñando con esto, necesito entenderlo.

Me bloqueó la salida. Traté de esquivarle y no pude, era más rápido que yo. Seguía preguntando y me empezaba a intimidar. Entonces recordé que yo era una gorgona y tenía una fuerza inaudita, podía tumbarle de un soplido. Le di un empujón suave para recuperar terreno sin matarle. No se inmutó. Le di otro más fuerte y apenas se movió del sitio. ¿Por qué podía resistirlo? Al tercer empujón se mostró sorprendido de mi fuerza tanto como yo de la suya.

—Que no te vas hasta que me lo cuentes.

—¡Esto es un secuestro! estás secuestrando a una chica —protesté indignada.

—No. Estoy interrogando a una gorgona.

Esta vez traté de darle un puñetazo. Me esquivó, me agarró el brazo, me hizo una llave y me tiró al suelo. Pasé de ser una poderosa gorgona a ser una gorgona inmovilizada.

Cuervo (fantasía urbana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora