Capítulo 36: Quietud

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Daisuke había terminado su trabajo y sus vacaciones en el lago. Por lo que regresó a su hogar y se despidió de Una, quien había estado acompañándolo de vez en cuando en su tiempo libre. Daidoji se entristeció un poco al saber que su nuevo amigo se iría, pero él le prometió que muy pronto se volverían a ver.

Tras la partida del castaño, los tres chicos, en especial Chrollo, estaban más tranquilos sin la presencia de aquel extraño. Hisoka e Illumi estaban de acuerdo que Yuhi era algo sospecho. Sin embargo, esperaban no volver a encontrarse con el de ojos verdes.

- Iku! - Una estaba emocionada por ir a nadar al lago, ya que desde la última vez que estuvieron todos separados no habían hecho nada juntos desde que se volvieron a reunir.

- Hai, hai. Pareces una niña pequeña. ¡Oh, es cierto! Olvidé que aún lo eres - comentó con burla el pelirrojo.

- Tienes razón, aún soy una niña pequeña comparada a ti - cerró sus ojos por un breve momento para añadir al final - Jiji - abrió sus ojos regalándole una mirada desafiante, a la cual Hisoka respondió con una sonrisa afilada.

- Ora, ora. Este jiji te hace gritar en la cama...y mucho - Daidoji se puso roja completamente y decidió ignorar al arlequín mientras este reía.

Era increíble que este grupo de personas se haya vuelto unido en el transcurso del tiempo, a pesar de tener personalidades totalmente diferentes. Una cosa era segura, esa chica de cabello castaño y de ojos cafés había dejado una gran marca en ellos. A tal punto de que hayan desafiado las reglas que cada uno se autoimpuso, en especial la de no caer rendido ante nadie. Sin embargo, se postraban a los pies de un ángel.

El haberse mudado a la casa del lago les resultó muy beneficioso, ya que nada ni nadie podía molestarlos en su pequeño paraíso. Contaban con un gran espacio para descansar, divertirse y entrenar. No les hacía falta nada, ya que a unos cuantos kilómetros se encontraba un pequeño pueblo con todo lo necesario para subsistir.

Todo en casa iba bien; todo era como un sueño. No obstante, esta era la calma antes de la tormenta que se avecinaba. Una flotaba en el agua mientras observaba el cielo azul con unas cuantas nubes que paseaban a paso lento. Chrollo estaba sentado bajo la sombra de un gran árbol leyendo un libro. Illumi observaba las nubes mientras se recostaba en el pasto verde. Hisoka mantenía toda su concentración en la torre de cartas que hacía.

Daidoji cerró sus ojos, dejándose guiar por el agua mientras ponía su mente en blanco y dejaba que la madre naturaleza inundara todos sus sentidos. Mucho ha pasado desde que conoció a Chrollo, Hisoka e Illumi, pero no cambiaría por nada del mundo su destino. Era feliz con esos tres y haría lo que fuera por protegerlos, incluso llegar a morir por salvarles la vida.

- Prométeme una cosa. Prométeme que no morirás y si peleas, lo harás con precaución y no sobrepasarás tus límites - recordó las palabras de su amante y sintió una opresión en su pecho. Posó su mano en él y sacudió esa sensación que la albergaba.

Volteó a ver a los chicos y se sintió mejor. Decidió sumergirse en el agua, los rayos del sol se infiltraban e iluminaban hasta donde podían alcanzar. Se quedó unos cuantos minutos en el fondo y observó los rayos del sol. Pequeñas burbujas salían de su boca, avisándole que su oxígeno se agotaba poco a poco.

- Suzaku - llamó a su acompañante - ¿Sientes eso? - el ave asintió. - Algo se avecina - dijo con preocupación en su voz.

- Los guardianes se reunirán muy pronto y no será para bien - comentó el dios con seguridad. - ¿Estás lista para lo que se viene? - la chica se quedaba sin aire en sus pulmones. Por lo que decidió ascender a la superficie.

- Hai, prometí pelear a tu lado. Además, tengo que protegerlos - se impulsaba cada vez más con sus piernas.

- ¿Esos tres mocosos significan mucho para ti? - la chica asintió y la criatura no dijo nada más.

Al llegar a la superficie tomó una gran bocanada de aire. Al respirar nuevamente una imagen llegó a su mente. Un medallón de oro reposaba en un cuello varonil y algo dentro de aquel objeto la llamaba.

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