Cap 19

161 22 3
                                    

Pasaron un día, dos, cinco, diez, quince, veinte y así hasta un mes

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Pasaron un día, dos, cinco, diez, quince, veinte y así hasta un mes.
Un tremendo mes en el que Melody lo recordó todos los días. Cerraba los ojos y
cada canción que escuchaba le hacía sentir lo sola que estaba y lo mucho que lo echaba de menos. ¿Cómo se podía haber enamorado de aquel hombre? ¿Por qué
no podía olvidarlo y continuar con su vida?

Había escuchado cientos de historias de personas que se enamoraban el primer día y se casaban al quinto, y nunca las creyó. Nunca había creído en el flechazo, pero allí estaba ella ahora, enamorada hasta las trancas: era un amor imposible, que estaba a más de mil kilómetros de distancia y del que, con seguridad, nunca más volvería a saber.

Continuó saliendo con sus amigos. Ellos, sin preguntar por el trajeado con el que la habían visto los últimos tiempos, volvieron a hacerla sonreír y, como pudo, Melody sobrevivió a unos recuerdos que se negaban a abandonarla ni un solo día.

Cuando algún chico de su edad intentaba ligar con ella, ella lo miraba sin comprender por qué lo que antes le gustaba ahora le desagradaba por completo.
¿Estar con Dimash le había atrofiado el gusto?

Una mañana como cualquier otra, mientras colocaba los cubiertos sobre la mesa para los huéspedes, por los altavoces comenzó a sonar Besame mucho, interpretada por Andrea Bocelli.

Al oír la canción, suspiró. ¿Por qué? ¿Por qué todo le recordaba a él? Continuó trabajando cuando, de pronto, oyó tras ella:

—Señorita, por favor.

Esa voz.
Ese tono.
Ese acento.
Se giró temerosa de que todo fuera un sueño. Pero no. Allí estaba él, más guapo que nunca, en vaqueros y con una camisa oscura de Ralph Laurent, mientras por los altavoces seguía oyéndose la canción.
Sus ojos se encontraron y Dimash, besándola con la mirada y con una
seductora sonrisa, preguntó:

—Señorita, ¿me sirve un café?

Desde el día en que se había marchado del hotel, no había podido dejar de pensar ni un solo instante en la joven descarada, alocada, inteligente he independiente que primero le salvó de morir atropellado, luego le sirvió un café con sal y después le cambió la vida.

En su casa de Kazajistán había escuchado mil veces el disco que ella le había regalado en aquella mágica visita a Toledo y tras mucho pensarlo, había vuelto a por ella. Melody era lo único que le importaba y se lo tenía que hacer saber, fuera como fuese.
No le importaba la diferencia de edad. No le importaba que sus ideas fueran distintas. Sólo era relevante lo que el corazón le decía y, por tanto, debía intentarlo una y mil veces más.

Él era un hombre sobrio por naturaleza, he incluso su humor no era el más maravilloso, pero ella, con su locura, con su desparpajo y con su particular manera de ver la vida, sabía hacerlo sonreír como nadie lo había conseguido antes en el mundo.

Confundida por todos los sentimientos que afloraron en ella al verlo, se apoyó en la mesa y, como pudo, preguntó, consciente de que su jefe de sala acababa de entrar junto a Triana y varios huéspedes y los observaban:

𝐶𝐴𝐹𝐸 𝐶𝑂𝑁 𝑆𝐴𝐿.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora