Epílogo

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Dos semanas luego de enterarse sobre la muerte de Poché, Calle renunció a su trabajo. Se despidió de sus compañeros y de sus jefes. Pese a que todos trataron de convercerla para que no renuncie, no pudieron hacerla cambiar de opinión. No podía seguir trabajando en ese lugar. Viviendo con la estúpida e infantil esperanza de que Poché llegara en cualquier momento y cruzara esa puerta, como si nada hubiera pasado. Simplemente no podía soportarlo.

Se dedicó a sus estudios. Tratando de mantener su cabeza ocupada. A los pocos meses, se fue a vivir a otra ciudad.

Calle nunca volvió a escuchar su canción favorita. Quería mantenerla en su memoria, siendo cantada por ella y Poché, juntas, tanto como le fuera posible.

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Eran comienzos de verano. Temperaturas altas, aves cantando y revoloteando, césped más que verde. Marta se encontraba aseando la casa aquella tarde. Terminó de limpiar completamente el living y subió las escaleras. Iba a dirigirse hacia su habitación. Pero se detuvo antes en una puerta de color blanca. Seis largos meses habían pasado desde la muerte de Poché. Tal vez no era la chica más habladora. Pero la casa se sentía extremadamente sola sin ella. Después de todo, ella siempre estaba allí. Valentina seguía en el extranjero. Había venido para su funeral y había vuelto a marcharse, y Juan Carlos viajaba por trabajo constantemente. La casa estaba muy solitaria y eso no ayudaba en la depresión de Marta. No había vuelto a ingresar en la habitación de su hija desde su fallecimiento, no quería acrecentar el dolor. Pero debía ser valiente. Tendría que hacerlo tarde o temprano. Cuánto más tiempo dejara pasar, más difícil se tornaría todo. Dirigió su mano lentamente hacia la perilla de la puerta y la giró. Se adentró en la habitación con todas las cosas de limpieza. Se mantenía ordenada, tal y como Poché la había dejado. Permanecía cerrada, pero la falta de aseo había hecho que se acumulara una fina, no tan fina, capa de polvo en las cosas. A Marta se le formó un nudo en la garganta. Todos y cada uno de los objetos de Poché le provocaban un dolor inmenso. Pasó un trapo por encima de su radio grabador, quitando el exceso de polvo y encendió la radio. Tal vez algo de música le ayudaría un poco a sobrellevar la soledad mientras limpiaba. Comenzó repasando todos los muebles, los adornos, todo lo que estuviera sucio. Trajo una gran caja de cartón al lugar, abrió en el armario y comenzó a depositar parte de la ropa de Poché dentro. Ya nadie la usaría, así que donarla a la caridad era la mejor opción. Luego de llevar la caja con las prendas dentro a la entrada de la casa, buscó una escoba y comenzó a barrer la habitación. Comenzó por una de las esquinas y arrastrando todo hacia la puerta de daba al pasillo; pero cuando barrió bajo la cama, la escoba topó con algo. Frunció el ceño y se agachó para ver de qué se trataba. Era una caja. La tomó entre sus manos y sopló el polvo que tenía encima. Se sentó en el piso con la caja en su regazo. Al abrirla se llevó una gran sorpresa.

-Oh Poché...- murmuró con dolor.

Eran CDs. Los reconocía fácilmente. Estaban todos perfectamente envueltos en papel azul. Intactos. Jamás habían sido abiertos. Comprendió al instante que se trataba de sus excusas para ir al centro comercial cada semana. Cada envoltorio tenía la fecha escrita a mano en la esquina superior izquierda. Marta suspiró y abrió el paquete con la fecha más antigua. Sonrió divertida al encontrarse con un CD de música jazz. Poché odiaba el jazz. Prosiguió desenvolviendo el segundo con la fecha más antigua. Negó con su cabeza, mordiendo su labio. Se trataba de un disco de Pink Floyd, uno que ella ya tenía. Al desenvolver el tercero algo llamó su atención. Un pequeño trozo de papel había caído al piso al abrir el paquete. Marta lo tomó en su mano y lo leyó. Frunció el ceño. La inscripción estaba hecha a mano y sin ningún cuidado. Cómo si la hubieran escrito deprisa.

-No...-murmuró asustada.

Tomó rápidamente el siguiente CD en sus manos, que habían comenzado a temblar de sobremanera, y desgarró el papel azulado a causa de los nervios. Otro pequeño trozo de papel cayó de éste. Era un papel diferente al anterior, pero la letra era la misma.

-No puede ser...- jadeó entrando en un estado de desesperación.

Siguió abriendo cada uno de los paquetes en orden cronológico. Todos contenían un pequeño papel dentro. Todos habían sido escritos por la misma persona.

-No...-sus ojos se habían cristalizado mientras descubría más y más notas- Daniela... Poché...- sollozaba.

Llegó hasta el último. La fecha era de una semana antes del accidente. Con las pocas fuerzas que le quedaban, rompió el envoltorio. Leyendo así, el último trozo de papel.

Cajas, CDs, papel de envolver hecho añicos, y pequeños trozos de papel escrito yacían en el suelo alrededor de Marta quien lloraba desconsoladamente, abrazándose a sí misma.

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05/11/1994

"Me gusta tu nombre."

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12/11/1994

"Me agradas mucho, Majo."

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19/11/1994

"Para ser honesta, a veces creo que escoges tus discos al azar."

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26/11/1994

"Hoy es un buen día, aprendí más cosas sobre ti."

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03/11/1994

"Si quieres usar ese beanie cada sábado, no me opongo."

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10/12/1994

"Adivina quién estaba triste hoy porque pensó que que no irías a verla esta tarde."

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17/12/1994

"Eres muy linda."

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24/12/1994

"Gracias por pasar mi cumpleaños conmigo. Te quiero."

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31/12/1994

"No sabes cuánto me alegro de haberte conocido."

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07/01/1995

"Me gustas Poché ¿Saldrías conmigo?"

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Llegamos al final de esta hermosa historia. Gracias por todo el amor que le han dado, son personitas increíbles ❤️




@ltftcyp

La chica de los CDs | adaptación cachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora