Dos

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Harry ajustó la correa de su bolso sobre su hombro, mordiéndose el labio al mirar el navío frente a él, con su pelo rizado tomado en un moño y ojeras bajo sus ojos por una noche en vela, una diferente camisa que la del día anterior cubría su torso, la misma chaqueta y mismas botas. No tenía muchas pertenencias, todo le cabía dentro de su bolso, lo más importante siempre lo llevaba encima.

El barco se alzaba en todo su esplendor, de madera oscura y levemente maltratada por las olas del mar, constaba de tres pisos con amplias velas blancas y manchadas, la bandera no se distinguía desde donde estaba mirando y en la parte trasera se leía el nombre El Pícaro, una hermosa sirena con el pecho descubierto debajo del nombre dándole un toque encantador.

Harry casi quiso reír de la ironía. De seguro que si le sacaban las tetas, era él con su pelo rizado y loco.

Los gritos de la tripulación se escuchaban desde donde estaba, risas de vez en cuando y el sonido de metal contra madera le daban la bienvenida.

Se sentía tan cohibido allí, sus ojos constantemente bailando sobre las olas que balanceaban el barco. La actitud desarrollada en las calles, siendo suprimida por la culpa.

Sacudió la cabeza para sacarse esos pensamientos de la cabeza. Ellos eran humanos, criaturas declaradas enemigos naturales de su especie, podía mantener relaciones con ellos, pero sabía que, más allá de eso, quizá nunca lograría profundizarlo. No significaba que no lo iba a intentar.

Porque semanas encerrado en un barco sin interacción, era imposible.

Iba a tratar de drenar pensamientos del porqué estaba realmente aquí durante el día, probablemente iba drenar las lágrimas de sus ojos durante la noche.

En el mar.

Eso lo hizo sonreír, el tirón en su pecho era insoportable algunas veces, estando tan cerca del agua sin poder disfrutarla como quería, pero años de práctica lo ayudaban.

Una palmada en su espalda lo hizo saltar sobre su puesto, el filo de su daga deslizándose por su brazo se hizo presente, antes de girar a ver quién lo había golpeado.

Era un chico, un chico que le resultaba familiar.

Pelo rubio, ojos celestes, camisa de un celeste pálido con un fajín de cuero café y una de las sonrisas más animadas que le habían dedicado, tenía a sus pies tarros, botellas y jarrones, y cuando habló, se dio cuenta que era el acompañante del hombre al que le robó la chaqueta que traía encima.

—Desde hace cinco minutos que te veo ahí parado—. Harry deslizó la daga de vuelta a su manga cuando le dedicó una mirada divertida, también sacando de conclusión que no había reconocido la chaqueta. —Linda, ¿no?

Harry no tuvo que pensar mucho para saber que se refería a la sirena.

Se encogió de hombros. —Supongo.

—Niall Horan, cocinero del Pícaro—. Harry asintió, estrechando la mano callosa de Niall. —Y tú debes ser Harry, el chico médico.

—Sí —. Asintió, sus ojos vagando a su alrededor. Eran las doce del mediodía, el sol estaba por encima de su cabeza y el agua parecía calmada.

Cosas fueron presionadas en contra de su pecho hicieron que volviera a mirar a Niall sorprendido. Unas cuantas botellas de ron y dos cestas pequeñas de contenido desconocido hicieron que le dedicaran una sonrisa inocente y rozando la ternura, ojos celestes abiertos como un cachorro.

—¿Me ayudas?—Ni siquiera esperó la respuesta. —Genial. Ven conmigo.

Harry frunció el ceño viendo cómo Niall tomaba las demás cosas, haciendo malabares para equilibrarlas. Obligó a sus pies moverse detrás de él, un nudo de nervios formándose en su estómago por cada paso que daba cerca del barco y tratando de todos modos alcanzar los pasos frenéticos del cocinero.

The Weight of The Water (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora