Seis

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Pasaron dos horas caminado de regreso, con la mochila un poco más vacía que ayer en la espalda de Harry y Louis sosteniendo la brújula entre sus dedos para volver. Harry se sentía un poco ansioso por eso, acostumbrado a que estuviera en su pecho, pero lo suficientemente tranquilo para que Louis la tuviera.

Vamos, incluso combinaba con el tatuaje de su brazo.

Uhm. Miró la brújula marcada con tinta en su piel, caminando lado a lado el sol iluminaba levemente su piel bronceada. ¿Por qué nunca se tatuó? Igual no tenía nada que ponerse en su piel. O quizá sí.

Quizá algún día, si es que vuelve a las tierras humanas, se termine haciendo más de alguno. Siempre le habían picado la curiosidad. Eran realmente hermosos. Desde el día en que salvó a ese chico de rizos igual de locos que los suyos de unos matones y vio un tatuaje de pluma con escrituras bajo ella, le entró tanta curiosidad.

—Paremos a comer algo ahí. —Harry salió de sus pensamientos al escuchar a Louis. Siguió con su mirada la dirección a la que apuntaba su dedo y cayó sobre la orilla de una laguna con algunas rocas a su alrededor, con pasto verde y perfecto para sentarse.

Harry asintió distraído.

Se sentaron uno al lado del otro, con sus codos tocándose y sus vistas pegadas a la laguna. Harry sacó la cantimplora de Louis de su mochila y se la pasó con una suave sonrisa. Luego tomó pan y un poco de fruta.

Mientras comían en un silencio cómodo, Harry aspiró el aire libre y de la tierra. Seis años entre los humanos, con piernas firmes y reales, lo hicieron aprender a querer ese olor. Nunca más que el del mar, pero, aún así, rico.

Se acuerda que, a sus diecisiete años, cuando todavía no se recuperaba de los días más difíciles en su vida y sus piernas no eran lo suficientemente firmes, con sus rizos locos y mejillas redondas, no encontraba el amor en la tierra.

Cómo esos amarrados animales llamados humanos podían sobrevivir tan juntos y en espacios pequeños, cuando él podía nadar por horas, descubrir cosas nuevas y nunca cansarse. Vivía en una burbuja.

Hasta que se dio cuenta de que era nuevo. Todo era nuevo. Y Harry amaba lo nuevo e inexplorado. Se dio cuenta que en verdad el paisaje no era repetitivo, y había más criaturas fascinantes y días fríos en donde solo podía acurrucarse bajo el fuego.

Todo era cambiante aquí con sus pies y sin su cola. Él había tenido la oportunidad de descubrir dos mundos diferentes y aún no sabía cuál era su lugar preferido. No sabía si escogería la comodidad de su hogar o la emoción de lo inexplorado.

—Tengo la curiosidad...—Louis lo codeó en su costado, haciendo que Harry lo girara a ver. Y durante un segundo, una milésima de él, mirando sus ojos celestes, chispeantes de picardía, pensó que prefería la tierra.

—¿Cómo demonios hacías para que tantas personas cayeran a tus pies?

Harry soltó un ruido de sorpresa, casi llegando a una risa. —¿Qué?

—Es que, ya, sí, eres atractivo y todo, pero desde que te oí hablar sobre que te has tirado hasta a la reina Ana con tus ojos verdes, —Harry se atragantó con el pan en su boca, tosiendo un poco y haciendo que Louis sonriera de lado. —Me ha quedado la duda de cuál es tu técnica.

Harry tosió un poco más, sorprendido y tomando agua a la vez que Louis lo miraba burlón, dándole unas palmadas en su espalda para que se tranquilizara.

—¿Qué-?—Repitió como estúpido, pasándose el antebrazo en sus labios para quitarse las migas de pan antes de hablar. —¿Técnica?

— Sí, sí, vamos. —Louis se terminó el pan con un último mordisco y movió la cantimplora indicando que comenzara a hablar. —Dime.

The Weight of The Water (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora