CAPÍTULO 46

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Él llegó a mi vida sin avisar y convirtió la voz del monstruo de mi culpa en un susurro suave y benevolente, en una culpa sana con el poder de conseguir elevar mi dolor a la superficie y enfrentarlo con reflexión para enmendar sus efectos, indemnizar el sufrimiento y resarcir mi espíritu al ver que yo no era responsable de las decisiones de un niño.

Abro los ojos con pesadez y veo a Tomás escrutándome.

—¿Estás bien? Leti, ¿estás bien?

Vuelvo a cerrarlos; me pesan los párpados.

Los abro, lo miro y asiento. A continuación, siento la boca pastosa. Una fuerte punzada de dolor se instala en mis sienes al instante de abrir los párpados.

—¿Qué sucedió? —pregunto débil y miro a mi alrededor asombrada. Estoy tumbada en una camilla arropada con una sábana en la enfermería de la comisaria—. ¿Cómo llegué hasta aquí? —inquiero confusa.

—Te desmayaste, Leti —contesta con dulzura. Parece que siente mi fuerte dolor de cabeza—. ¿Cómo te sientes? —Me acaricia el cabello.

—Bien, creo —respondo, ya que a cada momento aparecen grotescas imágenes disparadas hacia mi mente, las cuales chocan, colisionan entre sí y extenúan mi alma, destruyéndola en pedazos.

«No, no, no...».

—Quizá te sientas bien físicamente, pero no sé cómo te sentirás por dentro. ¿Qué pasó, Leti? —cuestiona incrédulo y frustrado—. ¿Qué hacíais los dos allí en el cementerio? ¿Por qué no dijo nada hasta ahora? ¿Cómo fue? ¿A qué maldita cosa ha estado jugando todo este tiempo?

«Fernando es el padre de Mateo. Jazmín es la madre de Mateo. Y el conocerlo no tuvo nada que ver con mi profesión de psicóloga y criminalista, sino con la despiadada venganza que fraguó su mente desde la muerte de Mateo, mi Mateo».

—Tomás... —lo nombro ahogada tras mis revelaciones, pues no encuentro las palabras para explicarle la matanza que viví y que se despliega en mi recuerdo.

—¡Buenos días, agente Leticia! —interrumpe una voz alegre—. Me alegra mucho que haya despertado. —Es José, nuestro médico de guardia de la comisaria. Entra con una carpeta abierta entre sus manos y se posiciona en la orilla de mi camilla. Sus labios lucen una bonita y tierna sonrisa—. Dime cómo te sientes. ¿Sigues mareada?

—No. Estoy bien, doctor, solo me duele un poco la cabeza. —Sonrío débil.

—Leticia, te realicé una analítica completa. —Me cuesta escucharlo al ser asaltada por duras remembranzas; Fernando agachado frente a la lápida de Mateo hablándole de mí. Fernando confesándome que quería vengarse de mí porque, al igual que yo, me culpa de la muerte de Mateo—. Enhorabuena, la analítica refleja un gran estado de salud. La cantidad de glóbulos rojos y blancos, plaquetas y hemoglobina figura en los niveles saludables. No sufres de infecciones, anemias ni problemas de coagulación. Sin embargo, sí hemos detectado cantidades de GCH. Dime por qué crees que te has desmayado. —La diversión brinca en su voz.

HUNDIDA EN TU OSCURIDAD © (En físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora