Ohm Thirtiwat un joven medico que asume el control del consultorio privado de su padre queda prendado de la sonrisa de un extraño que solo vio pasar una vez, cautivandolo con su hermosa sonrisa.
La cual no espero volver a ver, y que guardo como un h...
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Ohm Thitiwat acababa de terminar su carrera de medicina y su internado en el hospital central, ahora había llegado el momento de hacerse cargo del consultorio de su padre en una reconocida clínica privada, que por mucho tiempo su progenitor había mantenido en funcionamiento volviéndose parte del consejo directivo de dicho centro asistencial.
El señor Thitiwat ya había cubierto su cuota necesaria y sentía que ya era tiempo de retirarse y dejar que las nuevas generaciones se hicieran cargo de todo; hay que mencionar que cuando él conoció a su esposa él ya estaba algo mayor, ya que por dedicarle tiempo a su carrera había dejado de lado el amor, por lo que cuando se enteró que su único hijo iba estudiar medicina se puso muy contento porque tendría alguien a quien pasarle su legado.
Y no es que él hubiera obligado a Ohm a estudiar esa carrera, porque en realidad él hubiese estado feliz con cualquier cosa que su hijo hubiese decidido dedicarse; sin embargo, había elegido la carrera de medicina y él no podía estar más orgulloso de él, solo esperaba que no cometiera los mismos errores y se diera tiempo para encontrar el amor y así tener alguien con quien compartir su vida y sus logros.
Por su parte Ohm estaba que no cabía de felicidad, por fin estaba viendo los frutos de su esfuerzo en la universidad, había logrado cumplir sus metas y se había graduado con los mayores honores, además de haber obtenido las mejores referencias durante su internado, que le abrían las puertas para ingresar al hospital que quisiera, sin embargo, en vez de aceptar alguna de las muchas ofertas que se le estaban presentando se había decidido por la consulta privada de su padre y continuar con su legado.
Es que el pelinegro estaba feliz con eso, porque desde el momento que entendió a lo que se dedicaba su padre decidió estudiar lo mismo para poder ayudar a las personas como lo hacía su progenitor, que a pesar de que tenía una consulta privada también dedicaba parte de su tiempo en organizaciones sin fines de lucro ayudando a los más necesitados, por eso hacerse cargo de la consulta lo veía como su siguiente paso a seguir.
Quería retribuirle todo lo que su padre había hecho en su vida, quería continuar con su obra, y que a partir de ese momento pudiera disfrutar de su tiempo junto con su madre, aunque sabía que su progenitor no podría estar alejado de la medicina por mucho tiempo y ya algo encontraría para seguir ayudando a las personas.
Por eso ese día que puso un pie en la clínica específicamente en el área del consultorio, sintió la presencia inconfundible de sus progenitores, su madre estaba presente en cada toque decorativo alrededor del lugar, llevándolo a un lugar tan familiar y conocido para él, que hicieron que se le escapara una sonrisa.
Ese día su padre daría su última consulta y a partir de la semana siguiente el estaría al frente acompañado de Gaby, la fiel recepcionista que había estado mucho tiempo junto a su papá y que conocía mejor que nadie a todos los pacientes que acudían a consulta.
—Hijo que bueno que llegas, estoy muy feliz que estés aquí—, hablo Jackson Thitiwat recibiendo a su hijo.
