Capítulo 91. No hay que preocuparse por nada

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Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 91.
No hay que preocuparse por nada

Cuando Rony salió por la puerta principal de la casa, la camioneta negra con el logo de Thorn Industries se estaba ya estacionando justo delante. Para esos momentos el anfitrión de la fiesta creía ya sentirse tranquilo, pero aquello menguó un poco cuando una de las puertas de la parte trasera del vehículo se abrió, revelando del otro lado justo la presencia de quien tanto le inquietaba.

Damien bajó primero, se paró firme en la acera delante de la casa, y alzó su mirada hacia Rony de pie al final de las escaleras, sonriéndole además de una forma que al joven le resultó inusual. De nuevo no pudo evitar preguntarse a sí mismo si aquel individuo era en efecto quien se suponía que era, pese a que de forma racional no tenía motivo alguno para dudarlo.

—¿Qué tal, Rony? —Le saludó Damien, alzando una mano hacia él en señal de saludo—. Te ves bien.

—Gracias, Damien —murmuró Rony dubitativo, y bajó con cuidado los tres escalones del pórtico hasta pararse delante de su invitado (forzado)—. Qué gusto verte de nuevo.

Le extendió su mano y Damien la estrechó con firmeza, justo como lo habían hecho hace algunos días al final de su último duelo de tenis. Pero la sensación que dicho apretón le provocó distaba mucho de asemejarse a aquel momento.

—Sí, yo igual —respondió Damien, ensanchando un poco más su torcida sonrisa—. Bonita casa, por cierto —añadió, mirando por encima de Rony hacia la casa a sus espaldas.

—Gracias. Es de...

La explicación que estaba por dar, fuera la que fuese, quedó interrumpida cuando la atención de Rony se centró en las personas que habían ido bajando del vehículo detrás de Damien. Por un lado estaba una joven rubia de atuendo azul y blanco, alta y más o menos de su misma edad; no era precisamente una chica bastante llamativa, pero tampoco era de mal ver. Sin embargo, su presencia quedó prácticamente opacada cuando vio a las tres niñas que se bajaron de la parte trasera por la misma puerta por la que había bajado Damien.

Tres niñas, ninguna de más de diez u once, pensó Rony, y ello lo dejó perplejo. Su lengua se trabó en su primer intentó por preguntar al respecto, y antes de lograrlo Damien se adelantó.

—Chicas, él es el buen Rony Helmut de quien les hablé —comentó el joven Thorn—. Y ellas son Sara —indicó colocando su mano sobre el hombro de la niña de largos cabellos negros—, Lala —prosiguió haciendo lo mismo con la segunda, de cabellos castaños, aunque a ésta pareció agradarle menos su contacto y se apresuró a quitarse su mano de encima en cuanto pudo—, y...

—Jessica —se apresuró a pronunciar la tercera de ellas, de anteojos y cabello castaño oscuro, antes de que la presentaran.

—Y Jessica —repitió Damien, con un extraño tono de complicidad—. Y ella... —Se viró entonces hacia la otra chica mayor, pero se le quedó viendo un rato con una sobreactuada expresión de confusión—. Lo siento, ¿tú cómo te llamabas?

En lugar de responderle, la chica sólo respiró hondo por su nariz, dio un paso al frente y le extendió su mano directamente a Rony.

—Soy Verónica —pronunció con voz estoica, pero amable a su modo—. Encantada de conocerte, Rony. Jugaste muy bien en la final de la otra semana.

—Oh, ¿estabas ahí? —Pronunció Rony, sintiéndose algo más a gusto con ella que con los demás presentes, y el sentimiento se mantuvo cuando estrechó su mano—. Te lo agradezco. La verdad es que creo que tuve un poco de suerte; estuve a nada de perder.

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