La misión

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Regresando a la calidez de sus aposentos, la joven se sentó ante su tocador y abrió aquel baúl contenedor de sus secretos en forma de tinta, pasó las páginas con delicadeza y buscó una pluma para empezar a relatar su día, pero...

Un sonido sospechoso le despertó su sentido de alerta, no estaba sola...

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–¡Atrápenlos! ¡Se están escapando! –Si bien el reino Jordmakt es poderoso, rico y amigable, no es perfecto, tiene su gente trabajadora, holgazana, culta, inculta, bien portada, problemática, y este era el caso del más famoso grupo de bandidos, los Mareritts, un grupo de ladrones, que siempre hacía lo que quería y nunca eran atrapados, bueno, no hasta hoy...

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Egil, el más joven del grupo, sólo por un año, un muchacho de veinticinco años es un joven caracterizado por tener dientes afilados como los de un tiburón; como llegó al reino Jordmakt en una canasta se desconoce su origen y el linaje que justifica su dentadura, muchos especulan que él mismo se los limó en el pasado pero nadie está seguro.

Cuando era niño se escapó de un orfanato y con el paso del tiempo su desaparición se transformó en su fama de ladrón, se sabe que es por los años vividos en las calles, que conoce hasta el más mínimo rincón de todo el reino, lo cual lo vuelve alguien muy difícil de atrapar, de hecho, es tan hábil que puede trepar paredes más rápido que los caballeros, y es esto mismo por lo que los guardias lo perseguían, tratando de alcanzarlo por el robo de unos pedazos de carne.

Egil sonreía con triunfo, no sólo era poseedor de un amplio conocimiento del reino y una reconocible agilidad, también era demasiado rápido, saltaba de techo en techo y los demás caballeros no estaban a menos de un tejado y medio distanciados de él, pero estos eran perseverantes, y por la justicia y la preservación de la ley, irían hasta el fin del mundo persiguiendo a ese chico con tal de atraparlo.

El joven de cabellera amarilla verdosa y larga hasta por encima de la cintura, atada en una trenza algo torcida, llegó por encima de un puesto con carpa y viendo que los caballeros estaban a dos tejados de distancia saltó sobre la carpa, siendo atrapado por la misma pero igual estrellándose contra un estante de las telas, causando pavor entre las personas interesadas y el dueño que lloraba por el estante que no le sería pagado, el ladrón se quedó quieto y envuelto en la carpa esperando el pasar de los guardias, el sonido metálico de las espadas chocando con los refuerzos de sus escudos al correr, el oírles dialogar con los testigos y volver a salir corriendo le dieron la señal para salir corriendo nuevamente con un telar robado que emplearía para disfrazarse, el dueño iba a gritar por ayuda de la guardia real pero él ya había desaparecido en un callejón.

–No entiendo por qué hacen este drama, el carnicero desapareció y sería una lástima dejar que se desperdicie esta comida. –Hablaba para sí mismo recordando que no estaría a salvo hasta reunirse con los demás o llegar a la guarida donde los cinco amigos bromeaban, hace un día volvieron de haber escondido sus riquezas fuera de las tierras del reino y no tardaron en volver a su vida de robo.

Una risa llamó su atención porqué reconoció a la dueña; Lena, la hermosa hija de un joyero con quien compartía un pasado y un mismo sueño, acomodó su disfraz y corrió con ella.

–Hola hermosa, ¿Qué cuentas? –Le sonrió con encanto.

–Las veces en que te metes en líos desde temprano. –Le respondió la dama de piel blanca pero ligeramente bronceada y brillante cabellera roja, con una mano en la cadera y la otra sujetando sus compras, agradecida de que el negocio de su padre siempre esté a salvo y de hecho sea próspero por los robos del grupo.

–¿Cómo que líos? Sólo hay líos si atrapan a uno del grupo. –Alardeó el muchacho para cortejar a la dama de su misma edad pero el momento se vio interrumpido por un guijarro que voló a su cien, el ladrón con molestia giró a la procedencia del guijarro así como Lena, quien se asustó hasta que reconoció a quien les arruinó el momento:

DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora