La noche perdida

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–¡¡Kaysa!! ¡El dragón! ¡Ese del que habló la bibliotecaria! –Recordó Egil, luego de que su compañera advirtiera que apenas es el primer anochecer.

–¿Un dragón? –Se interesó Bjorn, pero Daven se desentendió. –¿De qué están hablando?

–La loca nos había preguntado si podíamos dormir a pesar del vuelo de un dragón que no hace ruido pero que aparentemente ha rondado sobre Jordmakt estas últimas semanas. –Explicó Kaysa, agregando al final que no podría ser más que otra de las locuras de la pelirroja por leer tanta fantasía.

–¡No lo sabremos si no nos desvelamos! ¡Hemos pasado muchas noches sin dormir antes, cinco noches más sin dormir no será malo, es mejor aprovechar lo que nos queda de tiempo y vida! –Discutió Egil creyendo que Arica pudo decir algo muy importante.

–... Si tenemos este tiempo, no podemos desperdiciarlo durmiendo o dudando, está bien, veremos si es cierto que un dragón ronda sobre el reino. –Decidió Bjorn posando los puños sobre sus caderas con decisión. –Nos dividiremos para cubrir terreno y averiguar si de verdad existe ese dragón.

–Si no hay de otra... –Se resignó Kaysa, y así mismo todos de inmediato tomaron sus capas y salieron al frío de la noche.

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Cada quien tomó su respectiva campana de emergencia para partir a los peligros desconocidos de esta noche, normalmente no les importa llevarlas o no, pero hoy, aparte de que irían cada quien por su lado, eran un recuerdo y ahora amuleto para recuperar a su amiga.

Y no es para menos, las campanas de alerta son un extraño instrumento de auxilio que sólo gente con altos recursos pueden conseguir, así fue como Lula fue quien las consiguió para ellos por esta clase de riesgos.

Su uso es simple, sí uno está en riesgo, sólo tendrá que tocar su campana, en realidad la propia no emitirá ningún sonido, pero las demás sonarían sutilmente y brillarían según el color favorito del remitente, para emitir quién es el que pide ayuda y entonces los tres correrían a apoyarle.

Y no sería difícil encontrar al que pide ayuda; Daven por el norte, Egil por el sur, Kaysa el este y Bjorn al oeste se dividieron con sus campanas de advertencia, si veían al dragón entonces aguardarían a que se fuera para tocar, o, si este atacaba, tocarían de inmediato por apoyo.

Sería peligroso si existiera un dragón y en igualdad de circunstancias sería peligroso si se encontraban con uno de los encapuchados, sin embargo, sólo tenían esta opción para encontrar a los desaparecidos antes de que los reyes ayuden, entonces se dispusieron a incluso sacrificar las vidas por algo útil aunque sea por única vez.

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Daven caminaba por un callejón solitario, únicamente veía ratas y borrachos tirados en la calle debido al efecto del alcohol. El callejón estaba iluminado por una hilera de veladoras.

El lugar era muy desagradable, pero era muy significativo para él, pues en ese mismo lugar conoció a Bjorn y Egil; en ese entonces, no era más que un niño perdido con miedo a lo que encontrara al doblar la esquina. Ahora ya no sentía ese miedo, si este volvía lo sobreponía con una actitud gruñona y belicosa, reía con los recuerdos de aquella noche en que su vida cambió por completo; los saludos de un joven al que quería ignorar y comenzar a olvidar el miedo con ayuda del alcohol, pero recibió un puñetazo antes de beber ese primer trago, y luego le ofrecieron una mano con camaradería mientras le saludaban con confianza, decidiendo ganar más fuerza al lado de ellos, dispuesto a olvidar el miedo y si era posible, cambiar su vida a algo mejor, fue con esa idea que aceptó la amistad de esos dos para más adelante, en los callejones del lado este, salvar a una chica que se volvió un miembro más de la familia.

DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora