Epílogo

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Los momentos se transformaban en días, y los días en semanas. Las heridas se transformaban en cicatrices y la sangre en lágrimas.

Se veía a sí mismo viajar, pelear y llorar, sufrir un poco más antes de llegar a su destino, para poder volver finalmente a los brazos de Louis.

Harry no supo cómo, ni dónde y cuándo, pero se encontró igual que desde el momento en que se conoció con Louis por primera vez.

Con la brújula atenazada entre sus dedos, la luz de la luna brillando sobre sus rizos brillantes por el constante contacto con el agua, su espalda apoyada contra una pared de ladrillos y la transpiración del nerviosismo recorriendo como largas gotas su espalda.

Miró una vez más el bar que se alzaba delante de él y con sus ojos abiertos de par en par comprobó nuevamente si la dirección de su brújula era la correcta y no eran ilusiones tontas suyas.

Era un bar diferente a la primera vez, uno más grande y lleno de personas, piratas, canturreando borrachos afuera, jugando con espadas como si fueran críos y con una fachada más oscura, con el cartel plantado a un lado de la ventana y paredes de ladrillos, pequeñas ventanas con barrotes.

Aspiró profundamente, guardando su brújula en el bolsillo de su chaqueta azul que de alguna manera logró salvar del agua, preguntándose distraídamente si Louis había guardado el collar que le había regalado.

Se dijo a sí mismo que sí, porque tenía que creérselo.

Miró a su alrededor, mordiéndose el labio y cruzando la calle que lo separaba del bar con sus manos metidas en los bolsillos de su chaqueta, jugando con la brújula entre sus dedos.

Ni siquiera miró a los piratas a su alrededor cuando pasó, sin realmente importarles su presencia con un único objetivo en su mente y con un bolso colgando de su espalda, escuchando el vitoreo de los hombres alrededor de él, empujó con su mano derecha la robusta puerta de madera que lo separaba del bar.

Esta vez, estaba vestido un poco diferente a la primera vez, su apariencia había cambiado durante esas semanas.

Sabía que había vuelto un poco ese color pálido de pasar el día en el agua, en una mala noche se encontró a sí mismo cortando su cabello largo a uno más corto que no rozaba sus hombros, había perdido un poco de peso por sobrevivir solo y tenía ojeras horribles. Pero, aún así, traía la mejor camisa que se pudo comprar y los pantalones con menos rotos que consiguió que le dieran, más su chaqueta azul, botas negras y rizos cortos. También sabía que su piel tenía trazados dibujos, dos para ser exactos, el de una sirena y un barco, un poco predecible, pero perfectos para Harry. Apenas había tocado tierra, logró conseguir que se los hicieran.

Y ahora marcaban su piel para siempre.

Dentro del local estaba más repleto de lo que se imaginaba, el bar abarrotado de borrachos gritando por más ron, las mesas con hombres y mujeres sentadas en sus piernas, riéndose en voz alta y en algún lugar estaba siendo protagonizada una estúpida pelea, por los gritos de aliento que escuchaba.

Sin embargo, no tenía miedo. Se sentía tranquilo, extrañamente contento de que este lugar le trajera recuerdos de cuando era ilusamente más feliz que ahora.

Miró a su alrededor, caminando para adentrarse más dentro del bar y concentrándose en buscar caras conocidas, para saber si estaba en el lugar correcto.

Se escondió rápidamente cuando sus ojos se encontraron con la figura de Theo, tomando en la barra y conversando con una voluptuosa chica entre sus piernas, sonriendo coqueto.

Asintió para sí mismo y trató de encontrar a un borracho solo y viejo, para preguntar por el paradero de Louis. Podía ocupar la brújula, pero no quería parecer estúpido caminando alrededor con ella y teniendo la posibilidad de que alguien de la tripulación lo viera y lo detuviera mientras estaba distraído.

The Weight of The Water (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora