Parte 10

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Margaret…
    En el auto iban mis padres adelante, mi papá conduciendo mientras mi mamá cargaba a Lucas y Mattwell y yo por detrás. En todo el viaje no sacó su vista de la ventanilla, siquiera hablaba un poco cuando salían conversaciones en el auto.
     Cuando por fin llegamos, bajé del auto y estiré mi espalda, al fin la peor parte había pasado.
     Entré en casa, sin esperar a nadie y lo primero que hice fue saludar a Brus, mi labrador.
      -¡Hola bebé hermoso! ¿Me extrañaste? -le preguntaba sentada en el suelo para que me llenara de besos y de paso me ayudaba a quitarme el maquillaje.
      -¿En serio tienes pulgas?... -preguntó con asco el nuevo miembro de la familia.
      -Sí, y Brus también -le respondí para nada ofendida.
      Mattwell carcajeó por primera vez en la noche. Me enamoré de su risa al instante. Pero enseguida el malhumorado recobró su postura y se cruzó de brazos con el ceño fruncido.
     -Yo no pienso dormir junto a alguien que tiene pulgas -le dijo muy enojado a mi papá.
     ¿Y a este que le pasaba? No íbamos a dormir juntos.
      -¿Qué tienes en la cabeza? Tú y yo no vamos a dormir juntos, animal. Somos menores -le expliqué obvia.
      Pero la cara de asombro de Mattwell y la cara roja de mi papá me llenó la conciencia de preguntas.
      -¡Margo! ¡No dejes que Brus te ensucie el vestido! -se quejó mi mamá entrando con Lucas aupa, pero yo estaba con la cabeza en llamas como para comprender sus quejas.
       Corrí por las escaleras hasta mi cuarto y quedé helada al no poder abrir la puerta. Estaba con cerradura.
      Me incliné sobre el balcón interno y les grité a mis papás quienes aún seguían abajo en la sala.
      -¡Papá! ¡Mamá! ¡Exijo explicaciones!
      -Ay Margo, no te hagas la incrédula. Bien sabías que tu papá mentía con permitirte seguir en tu cuarto para cuando Mattwell llegara -me recriminó mi mamá subiendo las escaleras con Lucas.
     Vi a Mattwell oprimir su risa y se me cayó el alma al piso.
      -¿Papá? -pedí respuestas apretando mis dientes. Esto ya no me hacía ninguna gracia.
     -Margaret, ya no puedes dormir en tu habitación, ahora debes compartir cuarto con tu... con Mattwell -se retractó mi padre y menos mal porque así sonaba menos crudo.
    Apreté la baranda del balcón entre mis manos y traté de actuar civilizada, no podía hacer berrinche de niña frente al narciso. Tenía que demostrarme superior en todos los aspectos o me tomaría el pelo.
     -De acuerdo... ¿Pero por qué no me avisaron con anticipación? -sonreí irónica tratando de que las lágrimas no se me escaparan. En verdad que esta situación me dolía. Prohibirme mi privacidad era demasiado.
     -Pensamos que actuarías como loca, así que decidimos ocultarlo hasta que reprimas tus caprichos frente a Mattwell, lo cual estás haciendo. Por lo tanto, la jugada salió bien -confesó mi mamá mirando con una sonrisa hacía mi papá que parecía sentirse más culpable que ella.
     Yo ya sabía que mis padres tuvieron que pasar por la misma situación, pero no podía creer que me estaban haciendo lo mismo.
     Apreté los dientes y tuve que tragarme el orgullo al ver como Mattwell ya se reía sin culpa.
     -¿Dónde voy a dormir entonces? -pregunté acercándome a mi papá quien subía las escaleras junto a Mattwell.
     Quería que me den un cuarto ya mismo, no podía seguir viéndoles las caras.
     -Los llevaré a su cuarto -dijo mirándonos a ambos con amabilidad. Sabía que para mí era devastador; para Mattwell, ni idea.
     No pude evitar observar a Mattwell y este me lanzó un guiño. Apenas nos dejen solos en una habitación le voy a arrancar las cejas.
    Fuimos al ala este de mi casa, donde supuestamente están los cuartos para invitados, mi padre dobló y siguió hasta el fondo del corredor hasta llegar a la última puerta.
     -Hicimos las remodelaciones cada vez que tú estabas en la escuela, por eso no viste nada -se explicó señalándome con sus ojos antes de abrir la puerta.
    Al entrar no podía creerlo, era una habitación igual de grande a la de mis padres. Una cama de dos plazas, con un lujoso cubre camas de color celeste, dorado y blanco. La combinación era extraña, pero estaba todo el lugar a juego, junto con las cortinas y la alfombra. Había un gran ventanal, un doble escritorio, ahí estaba mi computadora y del otro lado otra pero mucho más grande y más llamativa que la mía.
    -La puerta de la izquierda es el baño y no tiene cerradura -expuso.
     -¡¿Qué?! ¡¿Cómo que no tiene cerradura?! ¡¿Papá que te pasa?! -exigí más explicaciones ante está locura, esto ya estaba muy por encima de los derechos del siglo XXI.
     -Papá nada, tienen que aprender a convivir, a tu madre y a mí tus abuelos nos hicieron lo mismo -recalcó cruzándose de brazos.
    Mattwell no dejaba de mostrar esa sonrisa de oreja a oreja que se le formó desde que mi indignación había comenzado.
    -Además -continuó-, ante cualquier conflicto tienen totalmente prohibido dormir por separado, así que no quiero ver a nadie en el sofá de la sala -terminó de explicar mirando a Mattwell por último.
     La sonrisa de Mattwell se agrandó aún más. Yo puse los ojos en blanco. Maldito malcriado.
    -Papá, tú y mamá se conocieron en otra época, hoy no es lo mismo -supliqué tratando de hacerlo razonar, pero sabía lo que diría...
     -Nosotros le dijimos lo mismo a tu abuelo, siempre es otra época, pero siempre es lo mismo -dijo la tradicional frase familiar.
     -Canét -llamó mi padre a Mattwell antes de salir de la habitación- hay otra frase que me dijo mi suegro, ten mucho cuidado con lo que haces -al decirle eso, Mattwell borró su sonrisa por completo y tragó saliva con fuerza, ahora yo sonreía.
    Mi papá nos dio las buenas noches y cerró la puerta, solos al fin, que alegría...
    Lancé mis tacones al suelo y comencé a buscar mi ropa en el armario, no encontraba nada.
    Mattwell solo se lanzó sobre la cama y pasó sus brazos por detrás de su cabeza para quedar observando el cielo raso con neutralidad. No le di importancia alguna y entré al baño para cambiarme. Necesitaba quitarme el vestido cuanto antes.

    Tenía un gran problema, llevaba más de diez minutos tratando de sacarme el vestido, parecía que le habían hecho este cierre apropósito, no tenía de otra, necesitaba ayuda...
    Abrí la puerta del baño resignada y llamé a Mattwell que seguía exactamente igual.
     -¿Podrías hacerme un favor? -pregunté con amabilidad captando toda su atención.
     -¿Qué? -preguntó muy curioso aún desde la cama.
    -No puedo sacarme el maldito vestido -confesé saliendo del baño apretando la vergüenza en mi estómago.
     Mattwell río y no pude evitar reír yo también.
    -Date vuelta -me pidió y me senté sobre la cama para que ayudara de una vez por todas.
    Bajó el cierre de la cremallera, despacio y sentí que mi cara comenzó a hervir
    -Gracias -dije con mi último hilo de voz y corrí otra vez al baño. Menuda escena... fue algo muy incómodo.
    Logré por fin quitarme el vestido y me puse mis calzas negras junto con mi sudadera blanca con una enorme estampa de Bob esponja, desarmé el complicado peinado de mi cabello quitando uno por uno de los dolorosos clips. Había perdido la mitad de mi pelo en ellos. Me cepillé como pude mis desastrosos rulos, lavé mis dientes y me quité el exceso de maquillaje que aún quedaba sobre mi rostro, Brus no hizo tan buen trabajo con el maquillaje a prueba de agua. Necesité de todo tipo de químicos para quitarlo. Odiaba maquillarme tanto, pero siempre usaba rímel y algo de labial o no podría vivir. De todos modos, obvio que para dormir no usaba nada ni iba a usar ahora que estaba Mattwell. ¿Me vería horrenda ahora sin maquillaje?...
     ¡¿Pero que rayos estoy pensando?! Me da igual lo que piense, además no soy fea...  Creo... 
    Dejé los berrinches para otras y salí del baño sin pensarlo.
    Mattwell no pudo evitar voltear a verme y comenzar a carcajear como loco. Mierda tuve que haberlo pensado...
    -¡Cierra la boca o te saco los dientes sin anestesia! -le grité golpeándolo con mi almohada.
     -Sí que te han transformado para mi primera impresión, ahora pareces Fiona -dijo sin dejar de reír.
    Me enojé tanto que tenía ganas de asfixiarlo mientras dormía, pero no podía recurrir a la violencia ni mucho menos al pecado. Así que tomé aire y me defendí con palabras, en eso era buena. Además, ¿de que me avergonzaba?
    -Pobre de ti, te obligaron a casarte con un gnomo que se parece a Fiona y que es muy insoportable. En verdad siento pena por ti, mis más sinceras condolencias, Canét.
    Dejó de reí a medida que me escuchaba.
    Me puse cómoda en la cama y quedé de lado viéndolo con una sonrisa triunfal. No iba a decir el por qué frente a él, pero sí lo sabía, él era perfecto, musculoso, alto, atractivo, lo tenía todo. Sí no fuera por su mal carácter y la falta de respeto que salía de su boca a cada minuto estaría complacida. Pero no, lo malo viene en envase bueno.
    Mattwell no devolvió mi ataque y volteó hacia el otro lado de la cama dándome la espalda.
    Suspiré rendida ante el cansancio y comencé a quedarme dormida.









     ¡Primer día de matrimonio! De diez, ¿no creen? 😁😉

    ¡Muchas gracias por todo su apoyo!
     Esta historia se las debía a todos los que amaron mi primer libro 🤗🤗🤗🤗🤗

¡Solo es por los papeles!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora