Capítulo 1.

705K 22.4K 4.1K
                                    


16 años después


POV NICHOLAS

—Mirándolo bien —ladeé la cabeza —no queda tan mal.

La risa de una pequeña niña, que no dejaba de observarme desde el umbral de la puerta, consiguió que me apartara del espejo. Llevaba más de quince minutos con los brazos cruzados esperando que la camisa que llevaba puesta me gustara. Le devolví la sonrisa a Isis, y estiró los brazos para que la cogiera. Rodeó mi cuello y posó sus labios en mi mejilla.

— ¿Qué haces, hermanito? —preguntó a la vez que tiraba del collar que le había regalado la abuela.

Apreté el dedo índice en su frente.

—Terminaba de vestirme, renacuaja.

Sonreía igual que nuestra madre, e incluso cerraba los ojos cuando soltaba una carcajada. Tiró del cuello de la camisa y la observó un poco más. Caminé por la habitación para dejarla sobre la cama, encima del montón de ropa que había sacado del armario.

—Es la camisa que tiró mami —tenía razón. Hace unos días, antes de que mi padre saliera directo a la oficina, se encontró con la gran sorpresa de que su camisa favorita se había vuelto rosa por culpa de uno de los peluches de Isis. Lo primero que hizo mi madre, después de asegurarnos que la lavadora la odiaba, la tiró. Y ahí entré yo; me la quedé. —Es rosa.

Le guiñé un ojo.

—Me gusta el rosa —le respondí.

Saltó un par de veces sobre las prendas de ropa que había, y cuando se cansó, sus piernas empezaron a correr escaleras abajo para reunirse con la familia. Minutos después, cuando por fin decidí en ponerme otra cosa, bajé. Lo que no esperaba era encontrarme con Ginger, sentada en uno de los taburetes que teníamos en la barra americana, tomándose un café bien cargado mientras que se tocaba su recién teñido cabello negro.

Mi padre me dio una palmadita en la espalda y siguió dando vueltas alrededor de la mesa auxiliar que había entre el sofá y el televisor con el fin de hacer reír a la pequeña de la casa.

—No sé cómo darte las gracias, Freya —Ginger se apartó de la taza de café. Me senté junto a ella. —Conoces a su abuela, por nada del mundo nos haría el favor de pasar unos días con su nieta.

—No te preocupes —dejó de cazar tostadas al vuelo (teníamos que cambiar la tostadora) —conozco a la bruj...—al darse cuenta que no dejaba de mirarla, sonrió. —Buenos días, cariño.

Me rasqué la nuca.

— ¿De qué habláis?

Se miraron durante unos segundos y después me respondió la amiga de mi madre.

—Leia se quedará unos días con vosotros. Byron y yo haremos un viaje...—de repente desconecté. Leia era su única hija. Era una chica reservada que estaba a punto de cumplir los dieciséis. Las veces que la había visto en el instituto, parecía que se escondía del mundo por miedo a saber qué. — ¿Nico?

Zarandeé la cabeza.

De repente me encontré a solas con Ginger, ya que mi madre salió en busca de mi padre para colocar la sillita de Isis en el coche.

Sus manos quedaron aferradas a la tela del polo que llevaba, tiró de mí, y cuando me dejó delante de ella y de pie...su mano bajó hasta apretar mi entrepierna de una forma que me hizo retorcerme de dolor.

« ¡¿Qué le pasa a esta loca?!»

—Si le haces algo a mi hija —apretó más las uñas—te la corto, ¿entendido?

¡Mi vecino es stripper!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora