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Edén.

Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio.

Timoteo 1:7

ºº

El repiqueteo de mis pies contra la cinta caminadora resuena en el casi vacío gimnasio. Son más de las 7 am y estoy llevando a cabo lo que ahora se ha convertido en mi rutina diaria, evadir personas entrenando. La pelea que tuve el segundo día de llegada y sumado a los rumores de cómo conseguí mi puesto me ha llevado a pasar una semana completa sola, fuera de mi contacto con mis superiores. Los demás soldados o me tiene miedo o asco, y siendo sincera yo no he venido a acá a hacer buenas migas con nadie, solo a trabajar. Al que le guste bien y al que no, que no estorbe.

Es la hora del desayuno pero he evitado volver a la cafetería, más que nada para ahorrarme las miradas de pena, temor u odio. Recuerdos de mi tiempo en el colegio se me vienen a la cabeza y provocan una extraña sensación, e inmediatamente comienzo a extrañas a Luca. Él, en esta situación, hubiese tomado dos sillas de una mesa cualquiera, las arrastraría hasta algún lugar poco convencional y me haría comer allí, junto a él. Más de una vez comimos en el salón donde hacíamos gimnasia, en el oratorio y hasta dentro del baño de hombres. Está más que claro que nos llevamos varios retos por parte de las monjas y castigos, como quedarnos a limpiar los bancos de la capilla con un cepillo de dientes o contar cuántas veces dice la palabra Señor la biblia.

El Almirante Hale me informó que esta semana se me entregarían las llaves de mi nuevo apartamento, el cual parece ser el más caro y lujoso de la ciudad. Una de las ventajas de tener un puesto como el mío es el de poder alojarte fuera de la central, y además este viene incluido en el contrato. Plata no me falta, mi trabajo tiene una de las mejores recompensas económica y el negocio de mi padre también tiene lo suyo pero mi traslado ha tenido ciertas pautas no modificables, como el hecho de que se me daría el alojamiento y un auto a elección gratis. Supongo que ha sido la forma más fácil de demostrar que esta central puede costear las necesidades de todos, innecesario pero no me quejo.

Nunca he sido una mujer de apariencias pero tampoco humilde a la vista. Puede que vista con ropa de diseñador, zapatos de marca y huela a las fragancias más costosas pero puedo llevar puesto el uniforme básico que se nos exige usar y me sigo viendo intocable, porque todo está en el porte. Mi educación se basó en valores y tradiciones, pero también en elegancia y respeto. Tanto darlo como imponerlo. Y siento que debo agradecer a estas enseñanzas mis logros de hoy en día, porque me han hecho sentir y ser una mujer poderosa. Y pueden imaginar cuanto se elevó ese sentimiento cuando se me informó que me asignarían dos guardaespaldas, otra cosa que no se puede cambiar del contrato. Para otros esto significa que no puedo defenderme sola o que requiero ayuda para hacerlo, para mi es sinónimo de poder. No cualquiera es acompañada por dos hombres de casi dos metros, quienes cargan con bolsas de Bvlgari y Sephora.

Aumento la velocidad de la máquina junto a mi paso cuando la música, que sale por mis auriculares, cambia. Safari de J Balvin comienza a reproducirse y retengo las ganas de bailar que me entran. Apenas llegué y fui a presentarme formalmente con el Almirante tuve la oportunidad de pedir lo que yo quisiera.

- ¿Cualquier cosa? – Pregunté con un poco de desconfianza.

- Lo que veas como imprescindible y necesario, por supuesto. Quiero que tu estadía aquí sea grata en todo su esplendor. – La elegancia en la voz de Fort Hale hace una perfecta combinación con su apariencia. De hecho, todo lo que engloba a este señor es perfecto. Su oficina es tan grande como imponente, con una vista fascinante de la ciudad. El lugar está decorado con muebles de madera y ciertos recuerdos colgados de las paredes y desde lejos se nota lo fino de sus adornos. Su presencia impone y su postura intimida pero aun así se ve como un hombre de fiar. No como su hijo. Ambos parecen hermanos de lo parecidos que son. Mismos ojos oscuros, aunque los de Fort cargan mas sabiduría, sonrisas arrogantes y sensuales, cuerpos dedicados al gimnasio y vestidos con trajes hechos a la medida, pero la chaqueta del Almirante porta mas insignias y cintas. La mirada de Fort está fija en mí, esperando una respuesta. Tiene un vaso de whisky en la mano y está reclinado sobre su silla negra de cuero. Por mi parte, estoy vestida con lo que llevé durante el vuelo y solo bebo un café negro que me ha ofrecido la secretaria de él. Se me ocurren un par de cosas que pedir pero hay una que urge por salir.

Arder | Versión en españolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora