Capítulo 8: En el lago

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Ojalá mi mente le pudiera enseñar una que otra cosita a mi corazón tan testarudo, como por ejemplo: dejar de hacerse falsas ilusiones con un chico de nombre acuoso, y ojos de un azul tan profundo, que cuando te mira fijo, parece que vas a  ahogart...

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Ojalá mi mente le pudiera enseñar una que otra cosita a mi corazón tan testarudo, como por ejemplo: dejar de hacerse falsas ilusiones con un chico de nombre acuoso, y ojos de un azul tan profundo, que cuando te mira fijo, parece que vas a  ahogarte en ellos.

Pero no. Imposible. Aquí lo tengo, latiendo erráticamente entre mis costillas, como si fuera a explotar en cualquier momento: como lo hizo el de papá.

Nada ni nadie te prepara para la muerte de alguien a quien amas tanto, que cuando ya no está, darías todo por un segundo más a su lado. Ni siquiera todas esas novelas que he leído donde los personajes pierden a sus seres queridos. Si claro, las lees y piensas: «pobre chica», pero la verdad es que nunca imaginas que te va a tocar vivir semejante pesadilla.

Dos años atrás, me tocó a mí. Tuve que pararme en el living de mi casa, vistiendo un incómodo vestido negro de algodón y zapatos a juego, y aguantar los abrazos y las mentiras de la gente.

—No somos nada. Era tan joven. Una verdadera tragedia —No paraba de susurrar una señora (que nunca había visto en mi vida) a cuanta persona se le acercara. Recuerdo que trajo una tarta de pescado y verdura que olía asquerosa. Papá odiaba las tartas...

—Mírate, Alba. Tan grande ya. Tienes los ojos de tu padre, que en paz descanse —me dijo un hombre de traje. Usaba demasiada colonia, y después de abrazarme, el aroma se me quedó pegado a la ropa. Me dio arcadas.

Por el rabillo del ojo, vi a mi madre llevándose las manos a la boca, temblando casi imperceptiblemente hasta que no pudo disimularlo más. Sus sollozos ahogados asustaron a mis hermanos, que gimieron como pequeños cachorros. El horror de ese momento, y de los que aún estaban por venir, me fracturaron en dos: la chica del antes, y la del después.

Y ya nada volvió a ser igual...

Y ya nada volvió a ser igual

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Clic. Despierto en el ahora. Estoy en el lago Elsie. No recuerdo haber llegado aquí.

Los versos del poema que recité, se han convertido en ecos dentro de mí. Mis pies me llevan hacia el agua, y yo obedezco con el cansancio de todo lo ocurrido.

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