REBELDIA

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Buenas flores! Que disfrutéis del cap!
Hasta mañana!!!!!

Vi que Alexander no tenía ninguna intención de responder por más que aquellas preguntas se repitieran entre varios miembros de la prensa que supuestamente sabían que no íbamos a dar respuesta

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Vi que Alexander no tenía ninguna intención de responder por más que aquellas preguntas se repitieran entre varios miembros de la prensa que supuestamente sabían que no íbamos a dar respuesta.

Me harté y sujeté fuertemente su mano.

—Si, somos culpables de todo ello —dije apretando la mano de Alexandre—. Culpables de enamorarnos a primera vista. Culpables de amarnos sin censura. Culpables de querer disfrutar el uno del otro sin que nadie pueda opinar al respecto. Y culpables de haber tenido cinco maravillosos años únicamente el uno para el otro —puntualicé—. Si somos culpables de todo ello, lo demás no importa —terminé sonriente como si me estuviera riendo de la prensa y después sentí el tirón de mano de Alexandre indicándome que debíamos marcharnos.

Mi intervención hizo que un aluvión de preguntas se generase en masa, pero les dejamos el marrón a mi hermana y a Bohdan que se quedaron para dar su breve y conciso discurso diciendo que la familia era consciente del matrimonio, que tenían su beneplácito y que solo nos daban sus buenos deseos ahora que comenzábamos nuestra vida como rey y reina de Bélgica. Al menos esa era la teoría, lo cierto es que no sabía que tal iría pero suponía que Celeste me lo diría después.

—Lo lamento, sé que no debía hablar pero... —comencé a decir antes de que mis labios fueran acallados fulminantemente por los de Alexandre como si verdaderamente estuviera fuera de sí.

Había un minúsculo pasillo entre la sala donde se daba la rueda de prensa y el salón posterior donde seguramente estaría la tal Helia para darme la brasa por meter la pata profundamente, pero Alexandre me había acorralado contra la pared en ese minúsculo pasillo mientras sus labios se movían sobre los míos demandantes, exigiendo que respondiera a su beso con tal ardor que me desarmó por completo.

Coloqué mis manos sobre su cuello mientras mis dedos comenzaban a adentrarse en su cabello a la par que respondía a ese beso.

¿Dónde estaba el casto e insulso beso belga? Desde luego no se parecía en nada a ese.

Una sensación de acaloramiento monumental comenzó a recorrerme mientras exploraba con mi lengua las maravillas que él ejercía con la suya. Era suave y tierno a la vez que exigente, atrevido y voraz. ¿Era eso posible? La sensación de sentir sus labios no solo era inaudita, sino que me provocaba ansiar más, querer más, desear mucho más que tan solo un beso y cuando la voz de la petarda de turno se hizo presente maldije el momento en el que había aparecido en mi vida.

—Disculpe su majestad —se oyó desde el salón y estaba plenamente convencida de que nos había visto.

¡Obvio que lo había hecho o no sabría que estábamos ahí!

«Empiezo a odiarla de verdad»

—No me hagas esperar demasiado —susurró Alexandre antes de apartarse de mi y ajustarse la chaqueta dedicándome una sonrisa—. ¡Enseguida vamos! —aclaró recorriendo con su dedo mis labios y supuse que solo trataba de limpiar los restos de pinta labios que quedasen alrededor de mi boca.

Sonreí sabiendo que anhelaba esa noche y que ardía en deseos tanto como yo de que llegase.

¿Sería esa noche?

No.

No pensaba precipitarme, sobre todo porque quería asegurarme de que fuera realmente irrepetible, aunque eso no significaba que le hiciera esperar demasiado, ni siquiera yo misma sería capaz de aguantar demasiado.

Helia tenía cara de malas pulgas y no sabía si sería por mi intervención o por el hecho de habernos visto juntos. Sinceramente me inclinaba más a pensar en lo segundo.

—¡Habíamos sido explícitos al decir que no debía intervenir! —gritó arremetiendo contra mi como si estuviera loca.

—Adriana solo trataba de calmar a la prensa, no creo que su intervención haya sido realmente impropia, muy probablemente resulte beneficiosa —concluyó por el contrario Alexandre.

«Chínchate petarda»

—Por supuesto su majestad —mencionó dirigiéndose a él mucho más calmada y en un tono suave—, pero si no se limita a seguir las normas, ¿Cómo será capaz de seguir el protocolo real? —puntualizó como si yo fuera lo peor de lo peor.

—Seguro que Adriana lo hará bien, al menos todo lo bien que cabe esperar.

«Mucha fe tienes tu» pensé sin decir nada.

La mirada de la tal Helia contra mi era siniestra. ¿De verdad Alexandre no se daba cuenta de que me odiaba?

—Desde luego —concretó Helia en un tono de voz mucho más bajo y supuse que no le quedaba más remedio que aceptar su decisión.

«Te ha salido el tiro por la culata, chata»

Esperamos allí solo unos breves minutos hasta que Bohdan y mi hermana aparecieron de nuevo. Apenas habían estado con la prensa y tampoco habían respondido a ninguna pregunta a pesar de las demandas. Esa misma tarde regresarían a Liechtenstein así que a pesar de que Helia se apresuró diciendo que debía ponerme al día con mi agenda, hice caso omiso a sus demandas y me quedé junto a Celeste y los pequeños durante las horas que faltaban hasta que se marcharan.

—Debo decir que yo no fui tan rebelde —mencionó Celeste una vez que nos quedamos a solas.

—Solo es así porque le caigo mal, creo que bebe los vientos por Alexandre y me odia —dije sin pensar.

—Hablando de Alexandre, ¿Vas a admitir que estabais a punto de besaros cuando entramos en el salón o dirás que son imaginaciones mías? —preguntó mi hermana con una medio sonrisa.

—¡Por supuesto que son imaginaciones tuyas! —bufé—. ¿Yo?, ¿Liada con un rey?, ¡Ni hablar! —exclamé mientras hacía volar a mi sobrina Elisabeth por los aires mientras gritaba.

—Ya... —dijo Celeste ladeando la boca—. En cinco meses te repetiré la pregunta y veremos si obtengo la misma respuesta.

—Querida, en cinco meses estaré en las Maldivas tomando una caipiriña y feliz de la vida por haberme librado de todas estas normas, protocolos y parafernalias absurdas que no sé como aguantas. 

Celeste no contestó, sino que se limitó a sonreír con la pequeña Catalina en su regazo.

Bien, si no me creía ya lo comprobaría en cinco meses, pero como que me llamaba Adriana Abrantes que por más bueno que fuera Alexandre en la cama, esta de aquí no se quedaba a vivir en su palacio de oro.


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De Plebeya a Reina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora