PASTEL DE MANZANA

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Ay Ay Ay! Esto está que arde flores, aquí la cosa explotará de un momento a otro...

Mis alertas se encendieron parpadeando en rojo vibrante

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Mis alertas se encendieron parpadeando en rojo vibrante.

Peligro. Peligro inminente. Peligro extremo.

«Adriana ardes en llamas»

Sabía que si me dejaba llevar eso acabaría muy bien, pero también muy mal, porque habría agotado mi único billete al paraíso.

Aunque, jugar no iba contra mis propias normas mientras no hubiera sexo explícito.

Sinceramente yo era del tipo de persona que entraba a matar, que sabía lo que quería y lo conseguía, pero con Alexandre todo era diferente, sobre todo por el hecho de que nunca había tenido que convivir bajo el mismo techo con un tío que me atrajera tanto y tuviera que permanecer cerca de él como en este caso.

Probablemente sería cosa de un polvo y ya, pero quería que fuera el polvo mágico de la vida y no uno cualquiera fácil de olvidar, lo suficientemente inolvidable para no querer repetir. Así que mientras ese momento llegaba, solo quedaban los preludios, alargar esa agonía al máximo para que cuando llegara realmente el momento fuera aún más increíble.

«Lo dice una que jamas en la vida ha coqueteado sin llegar a tener sexo como pretendía ahora»

—Dudo que pueda haber algo más interesante que tu familia —mencioné solo para ver su respuesta y saber que intenciones tenía.

Si. Si. Tu hazte la ingenua Adriana, pero en el fondo estás deseando que se lance y te plante un beso en los morros como hizo tras la rueda de prensa.

—Mi familia es importante, no interesante —puntualizó con esa mirada penetrante.

—¿Y qué es interesante? —pregunté lanzando mi tenedor hacia su plato robándole descaradamente un trozo de su tarta de manzana.

En cuanto vio mis intenciones dejó que partiera un trocito y lo cogiera con el tenedor, entonces detuvo mi mano impidiendo que pudiera llevármelo a la boca.

—Eso te costará un beso —dijo con una medio sonrisa.

—¿Un beso?, ¿Por un simple trocito de pastel? Eso se merecería el pastel entero y ya le falta un cachito.

Alexandre no pareció cambiar de opinión sino que incluso parecía más convencido aún por su sonrisa traviesa.

—Uno por cada bocado y donde yo decida.

Genial, acaba de subir mi temperatura corporal unos cuantos grados.

«Vamos Adriana, si lo estás deseando»

—Está bien, veamos de lo que eres capaz —concreté como si realmente no tuviera demasiado interés.

Alexandre torció el gesto y de paso su rostro para señalarse el lóbulo de la oreja izquierda, intuí que significaba que el primer beso lo deseaba allí. Podía darle un simple beso, uno casto y sutil sin más, incluso apenas un roce de labios que duraría un microsegundo, pero en su lugar la perversión que había en mi quiso que aquel juego suyo se volviera en su contra, así que abrí mi boca y me introduje el lóbulo de su oreja y un poco más, chupándolo y degustándolo hasta que con los dientes lo apresé lentamente mientras lo soltaba sin ejercer demasiada presión para no hacerle daño.

De Plebeya a Reina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora