XXXVI

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Harry's POV

Esa mañana desperté con el estruendoso sonido de la alarma de mi celular, acompañado también con una terrible resaca que pareció llegarme de golpe. Fastidiado, me revolví entre las sábanas, girándome hasta alcanzar el maldito teléfono que yacía sobre el velador y silenciarlo.

Solté un suspiro, integrándome con pesadumbre. Fue enseguida que las imágenes de la noche anterior aparecieron en mi cabeza, recordándome la tamaña estupidez que había cometido.

El exagerado dolor de cabeza y la condenada sed me parecieron una especie de castigo por mis actos. La había cagado a lo grande, y no estaba seguro de cómo diablos podría enmendarlo.

Tras unos minutos de tortura personal, me levanté de la cama y partí a la ducha, con una sola cosa en mente: tenía que encargarme de todo ese asunto con Chantelle en cuanto antes. Tenía que buscarla, aclarar las cosas y en lo posible mantenerla lo más alejada de mí, porque cada vez que la tenía rondándome, me convertía en un montón de errores y desastres. Era como si estando con ella me volviera más idiota de lo normal, y francamente, hacía tiempo que me había dejado de gustar la persona que era cuando estaba con ella.

De manera que, decidido, tras salir envuelto en la toalla, me apresuré a prepararme y vestirme para así partir rápidamente a la que sería mi primera parada del día: la habitación de Chantelle.

Ya cuando estuve frente a la dichosa puerta, solamente tuve que esperar un par de segundos a que me abriera y me encontrara con la pelinegra, peinada, vestida y maquillada, lista para empezar su día, siempre un paso más adelante que todos. Esa mañana llevaba un fabuloso vestido corto color rojo carmesí, escotado, aunque no demasiado, manteniéndose dentro del equilibrio de la decencia y la sensualidad. Junto con ello, unos zapatos de tacón negro que solo realzaban más su esbelta figura, y una chaqueta formal corta del mismo color.

-Buenos días, Harold -me saludó con una radiante sonrisa y con ese encantador acento que hubiese derretido a cualquiera-. Creí que no nos veríamos hasta dentro de media hora para desayunar.

Carraspeé incómodo.

-Tenemos que hablar -dije, ahorrándome el saludo y la cortesía barata.

-Está bien, pasa -replicó, haciéndose a un lado para que yo entrara.

-Descuida, seré breve -advertí, abriéndome paso a la habitación cuando la vi yendo a tomar asiento a uno de los sillones que se nos ofrecían. Se detuvo y volvió conmigo.

Miré a mi alrededor, sintiéndome humillado al tener ese maldito flash back que me repasaba los sucesos que habían tenido ocurrencia ahí tan solo una par de horas atrás. Había caído frente a una de mis más grandes debilidades, frente a una de las más peligrosas, ante una mujer tan víbora como inteligente.

Si de algo estaba consciente era de que no podía seguir teniéndola cerca mío, no después del episodio en París, menos después de lo de entonces. Debía mantenerla lo más lejos que me fuese posible, abrir un hotel en China si era necesario, pues parte de mí sabía que a pesar de que estaba loco por Navah, la francesa seguía siendo una constante amenaza para mi estabilidad mental.

-Quiero que te vayas de aquí y regreses a París. Ahora mismo, Roquefeuil -solté, liberando la bomba de una sola vez, sin vueltas ni rodeos.

Lo único que recibí a cambio fue una carcajada repleta de incredulidad. Por mi parte, permanecí quieto y serio esperando a que su risa burlesca se desvaneciera.

-¿A Francia, Harold?, ¿Ahora? -repitió. Yo solo asentí-. No lo creo, cielo.

-No te lo estoy preguntando, te lo estoy ordenando como tu jefe -señalé, poniéndome firme-. Te devuelves a Francia ahora mismo o estás despedida.

Million Dollar Man » Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora