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Laslie entregó su examen y salió del salón a paso rápido. Su sweter, tres talles mas grande, se enredó en su bolso y ella suspiró frustrada. Los pantalones negros le daban calor y su cabello la enloquecía. Renunció ante cualquier intento por atar los mechones sueltos o desenredar el bolso y el sweter. Salió del lugar y caminó hasta su departamento. Al cruzar la puerta, se deshizo del sweter y ese insoportable uniforme y se colocó su uniforme de trabajo. El pantalón ahora era blanco y la campera, de cuero negra. Tomó sus llaves y volvió a salir. Una vez en la calle se colocó el casco y encendió la moto. Arrancó a toda velocidad dejando su pelo castaño claro, suelto, volar a su gusto. Estacionó su motocicleta fuera del bar y entró en el local de junto. Pasó directo al baño y aplicó delineador, rimel y labial. Una vez fuera del local, entró a su lugar de trabajo.

-Buenas tardes.- dijo al primer cliente.- ¿Qué va a pedir?

Pasó toda la tarde recorriendo las mesas y tomando pedidos, su jefe la miraba satisfecho, como siempre, con su trabajo.

Eran ya las 11 de la noche cuando ella cerró el lugar. Su jefe le dio la paga con un notable aumento.

-Gracias.- dijo ella y luego se retiró ante la mirada sorprendida de su jefe. Ella no solía hablar con nadie más que los clientes. Ocasionalmente. le dedicaba algunas palabras pero no muchas y él siempre se sorprendía.

Laslie regresó a su departamento en su hermosa moto que ella tanto amaba. El lugar no era chico, tenía dos habitaciones, una sala, dos baños, la cocina y un pequeño comedor. Eso era todo lo que ella necesitaba.

Hacía ya dos años que su padre había muerto, su hermano se había marchado y su madre había desaparecido, o eso era lo que todos creían. Ella sabía perfectamente que su padre había matado a su madre y la había enterrado en el jardín trasero de su casaquinta de Europa. Luego se había suicidado y su hermano no había logrado evitarlo. Los millones de dólares que se seguían sumando a la cuenta de ella estaban a su disposición pero ella aún mantenía su trabajo, le gustaba hacerlo. Había perdido contacto con el resto de la familia, ella no necesitaba de la pena de nadie, ni siquiera la de su hermano. De todas formas, él se había ido hacía ya dos largos años, dejándola sola con apenas 14 años. Dejándola con millones de dólares que ella no quería y llevándose el amor que ella necesitaba.

Se dio una larga ducha y se puso su ropa de dormir. Salió al pequeño balcón y prendió un cigarrillo. Se sentó en la baranda y vio como las distintas luces en las ventanas de los edificios vecinos, iban apagándose. Pasó un largo de rato antes de que entrara para hacer sus tareas. Ya era bastante tarde cuando se acostó a dormir. La enorme cama se sentía muy fría sin nadie a su lado, pero ya habían pasado dos años desde que alguien había ocupado el lugar vacío a su lado, y Laslie dudaba que él regresara. Ella sabía que él estaba en Europa, pero no iría a buscarlo. Ella entendía los motivos por los cuales él se había marchado pero, de todas formas, llevaba mucho tiempo esperando encontrarlo al salir de la escuela. Pero eso jamás había ocurrido. Abrazó su cuerpo y se imaginó a alguien, a unos edificios de distancia, fumando un cigarrillo, sentado en la baranda de un balcón viendo como su habitación se volvía otra ventana con las luces apagadas.







No es quien dice serDonde viven las historias. Descúbrelo ahora