Capítulo 26: Solo mírame

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Alba está mirando al cielo, con esos ojos almendrados que me enloquecen: está soñando despierta. Ya me estoy acostumbrando a verla hacerlo, es como si parte de ella flotara, y las expresiones que cruzan su rostro mientras se aleja me hipnotizan.

Quisiera saber como luce mi cara cuando la miro, supongo que algo parecido a tomar el primer bocado de esa comida deliciosa, que has estado deseando por demasiado tiempo, y finalmente puedes comerla. Bueno, eso sonó pervertido. Pero es lo único que quiero... Besarla, rozar su piel con mis dedos y acariciar todo su cuerpo. Acercar mi cara a su cuello y respirar su aroma a coco y miel.

Está parada a mi lado, tan cerca que estoy conteniéndome para no tomarla en brazos y robarle el más desesperado de los besos. Su cabello cae en una cascada desordenada por su espalda. Me encanta. Hay un mechón detrás de su oreja, tentándome a mirar su cuello por tercera vez.

Resisto como puedo el impulso de acercarme esos centímetros sobran entre nosotros, esos mismos que estorban, porque solo quiero encerrarla entre mis brazos, y sentir sus pechos contra mí. Toda ella me intoxica, y no puedo pensar con claridad. Clavo la vista en mis zapatos, y pateo unas piedras para distraerme del deseo que me quema vivo.

Hemos corrido todo este trayecto tomados de la mano, pero recién caigo en la cuenta de que no me ha mirado ni una sola vez.

Maldita sea.

A medida que la adrenalina de lo ocurrido se desvanece, y mi mano ya no sostiene la suya, me es evidente que ella ni siquiera dobló sus dedos alrededor de los míos. No hizo nada. Ni siquiera me mira.

—Hola —susurro, probando las aguas.

—Hola —contesta, negando con la cabeza mientras sonríe con timidez.

El viento envía su cabello castaño rojizo en todas direcciones, y para mi deleite, allí está su fragancia una vez más. Toda para mí.

—¿Estás enojada conmigo, Alba? —La cadencia de mi voz sale amortiguada por una capa de puro horror.

¿Y si fue demasiado para ella? ¿Y si se asustó con la pelea? No debería haberla llamado mi novia delante de todos, y de la nada. No sé por qué lo hice... Mentira. Sí lo sé. Cuando vi lo que le estaban haciendo, cuando vi el dolor de su rostro y lo mucho que lloraba, quise protegerla. Quise demostrarles a todos, que ella era importante para mí. Los quería lejos de ella, y estaba furioso de que la lastimaran una y otra vez.

Cuando logré calmarme, Tadeo estaba sangrando y le faltaba un diente. Puede que sea una bestialidad, pero no me arrepiento ni por un segundo de lo que hice.

—No estoy enojada.

Escuchar su voz es como una bocanada de aire fresco. El alivio me recorre el cuerpo, pero solo dura unos segundos. No consigo que me mire.

—¿Quieres ir a sentarnos a la fuente? —Ella asiente. Se apresura adelantándose y alejándose de mí.

Duele. No sé cómo manejarlo. Nunca sentí lo que siento por ella. Es inmenso e indescriptible.

«Alba, mírame. Solo mírame, y déjame demostrártelo».





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