Capítulo 28: El beso

677 145 282
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



Ni cien años de vida me podrían haber preparado para sentir lo que en este momento estoy sintiendo.

Los labios de River están sobre los míos, y su calidez y necesidad me enloquecen. Este ardor en mi cuerpo, la forma en que mi sangre fluye con desesperante intensidad haciendo que mi corazón se me salga del pecho es novedoso y adictivo. Todo esto es indescriptible.

Él sabe lo que hace, se nota que es experto en besos. Yo... No tanto.

Mi primer beso fue en un juego de la botella, en el cumpleaños de Carla. Teníamos doce, y para nosotros, ese juego era la única forma de animarnos a dejar de simular besos en el espejo, y probarlos de verdad.

Estábamos sentados en una ronda en el dormitorio de mi amiga. Éramos cinco chicas y cuatro chicos intercalados. Para jugar se colocaba una botella en el medio de la ronda y se giraba. Donde apuntara, esa pareja debía besarse por cinco segundos. A Federico le tocó girarla y yo quedé en el pico y él en la base. Fueron los cinco segundos más desagradables de mi vida. Nos acercamos, y yo pensé que era lindo: hasta que metió su lengua en mi boca. Fue tan grosero e invasivo que solo atiné a quedarme paralizada mientras olía su aliento a papas fritas con ketchup.

Cuando la tortura terminó, la cosa se puso peor. Federico quería seguir besándome en el patio trasero de la casa de Carla, detrás del pino que según él nos aseguraba "privacidad".

Gracias, pero no gracias.

Le inventé cualquier excusa, y salí disparada de allí, huyendo como la cobarde que soy, sin siquiera comer torta cosa que por lo menos me hubiera levantado el ánimo. Mamá se sorprendió de verme en casa tan temprano. Vivíamos a solo un par de cuadras de la familia de mi amiga así que tenía libertad de ir y venir tranquila. Le mentí que me dolía la panza, y el asunto quedó en la nada. Lo mismo que mis intenciones de besarme con cualquiera.

Pero River no es cualquiera... Es el chico de nombre acuoso, que me sacó del lago y me defendió de todos los ataques de las diablas que tiene como amigas. Sin contar ese comentario tan hiriente que me hizo Tadeo. Aún no puedo creer que eso sucedió, y temo por la represalia de todo ese grupo tan despiadado.

¿Qué si deciden agarrárselas con él por mi culpa? No podría perdonármelo. Pensaría más cosas, pero justo en este instante lo único que pueden hacer mis neuronas hormonadas es colapsar de alegría y placer.

Estamos pegados el uno contra el otro de tal manera que puedo sentir los latidos desesperados de su corazón. Seguro que él también puede sentir los míos. Una de sus manos está enredadas en mi cabello, lo tironea suavemente forzando mi cabeza hacia atrás, y pasa de besar mis labios con ardor a bajar su boca por mi cuello expuesto. Sus dedos se arrastran por la longitud de mi pelo, y sus nudillos rozan mi clavícula. Anida su nariz en el hueco de mi cuello, y aspira profundo.

OlvídameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora