Capítulo seis.

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Capítulo seis
¦Tensión¦

MARATÓN 1/?.

Y AHÍ ESTABA MCGARRETT SINTIENDO COMO SU CORAZÓN LATÍA CON FIEREZA, SENTÍA LA sangre tapando sus oídos. No podía creer lo que veían sus ojos, como la mujer que amaba estaba en los brazos de otro. Y lo peor él sabía que de lo merecías, había roto su corazón, su confianza, el mismo la había obligado a recurrir a los brazos de otro. Pero inexplicablemente estaba feliz por ella, aunque su corazón estuviera roto se sentía feliz por ella. Por la que una vez considero y consideraba el amor de su vida.


Su pequeña niña de ojos verdes, como su nombre lo indicaba, su reina. La dueña de su corazón, tenía unas inmensas ganas de salir de ahí con ella entre sus brazos. Ponerla en una esfera de cristal, para que no sufriera daño alguno. No quería dar por sentado su relación, deseaba con todo su corazón que solo fueran conjeturas suyas.

La mujer mayor dirigió su azulada mirada a su nieta, el chico a su lado era un amigo de la familia y lo apreciaba pero no hacía pareja con su nieta, veía como sus ojos siempre terminaban en su homólogo. Ese castaño de ojos lapislázuli, dueño de sus sueños más húmedos.

—Cariño, no es por sonar grosera. Pero¿Qué haces aquí?.—cuestionó Alessa, abuela de la familia.—Tú presencia no había sido anunciada, por lo tanto dispuse asientos para otros invitado, lo siento.—se disculpó con el rubio.—Espero que de verdad me  perdones.—añadió con vergüenza.

El rubio Ferro compartía la vergüenza con la mujer Bonatti, veía como el rostro de la mujer mostraba el arrepentimiento. Ella era fácil de leer, si algo la molestaba lo decía al igual que si algo le gustaba igual. Sus claros ojos lo miraban como a un nieto, no veía algo más. No como con Steve, lo miraba igual de maternal solo que a este lo veía con esperanza. Cómo sí de él esperará algo.

Trató de disimular su vergüenza, por suerte su teléfono sonó alertandolo de una llamada entrante. En la pantalla salía el nombre de su mejor amigo. Se disculpó para atender la llamada, dejando a los demás en pequeñas conversaciones ya todos repartidos en los asientos de la sala. Después de varios minutos, el chico regresó pidiendo hablar con la nieta mayor. La joven pareja se retiro para irse hasta la puerta y despedirse, la corta conversación fue amena. Sin embargo antes de irse una voz lo detuvo.

—Chico ¿te puedes quedar un momento?.—preguntó con dulzura.—No te robare mucho tiempo.

—Por supuesto, señora Bonatti.

Caminaron hasta una pequeña habitación en el vestíbulo, que les otorgaría la privacidad suficiente. Las palabras que la anciana diría a continuación, no eran fáciles. Pero sabía que era por su bien.

—Cariño, ¿Tú, amabas a mi Reggie?.

La pregunta lo dejó fuera de juego. Esa pregunta ya se la había hecho un montón de veces, y la respuesta era la misma. Sí, si la amaba con locura y pasión, con devoción y adoración, con ternura y dulzura. Amaba su esencia, su sonrisa, sus ojos y podría pasarse días hablando de las cosas que amaba de ella. Y el era consiente de ella también lo amaba pero no como al comandante Mcgarrett, lo amaba pero su amor no alcanzaba a que ella le profesaba al castaño. Y eso le dolía, dolía ver como ella amaba a alguien más, como a veces decía cosas que nunca había hecho con él. Había momentos que se sentía morir, al ver los recuerdos que ella guardaba. Y eso no era sano, el era un masoquista al seguir ahí cuando ella siempre le hubiera dejado todo claro. Y dolía como la mierda, saber que ella nunca lo amaría como a Steve Mcgarrett.

𝚂𝚎𝚛𝚎𝚗𝚍𝚒𝚙𝚒𝚝𝚢| 𝚂𝚝𝚎𝚟𝚎 𝙼𝚌𝚐𝚊𝚛𝚛𝚎𝚝𝚝.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora