Capítulo 41: Tú y yo en el centro del universo

620 93 129
                                    

Hay una materia que es mi favorita: Física

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.







Hay una materia que es mi favorita: Física. Y no, no estoy loco, ni soy un excelente alumno. Lejos de eso, pero sucede que responde a mi eterna pregunta de cómo funcionan las cosas. 

Desde pequeño tengo esta pasión por desarmar cosas y volver a armarlas. Cuando tenía seis años, mi padre, al darse cuenta de lo mucho que me gustaban los autos y motores, regresó del trabajo con un paquete de veinte autos Matchbox. Nunca voy a olvidar la alegría que sentí al abrir mi regalo. Jugamos durante horas, y hasta me ayudó a desmontar uno como si fuéramos mecánicos. Si les soy sincero, no logramos rearmarlo, pero ese gesto de su parte abrió un mundo de diversión y posibilidades. Hasta el día de hoy estoy interesado en estudiar Ingeniería Mecánica, y siempre le estaré agradecido por ayudarme a encontrar mi pasión.

Cuando cumplí ocho años, descubrí la robótica con mi Rally Racer: un juego de ciento cincuenta y nueve piezas que incluía un motor eléctrico para proporcionar propulsión al producto terminado. Ese fue el primer auto totalmente construido por mí, luego vendrían muchos otros, y hasta motocicletas.

A mi Yamaha MT-07, la he tuneado a mi agrado, y les puedo jurar que me encanta todo lo relacionado con su anatomía. Hay una certeza tácita que surge cuando descubro la mecánica de todo. Es algo que puedo controlar, a diferencia de mi salud, que se ha deteriorado considerablemente durante estas últimas semanas.

La peor parte es no tener el coraje de ser honesto con Alba sobre mi problema cardíaco, o mentirle a mi familia sobre mis medicamentos. Pensé que podría manejar la situación, pero a juzgar por la forma en que mis síntomas han aumentado, tarde o temprano voy a tener que confesar todo.

No es que haya sido completamente imprudente, no soy un idiota. He tomado la mitad de la dosis indicada por mi médico de cabecera, suficiente como para controlar los dolores en el pecho y todavía sentirme como una persona, no como una especie de inválido, débil y sin ganas de nada.

Quise pasar tiempo con mi nenita siendo yo, no una versión somnolienta y decadente del chico que le gusta. ¿Lo entienden no?

Acabo de verla anoche, llegué a mi casa a las tres de la mañana, y ya no puedo esperar para nuestra próxima cita. Dormir es para cuando estás muerto y yo me siento más vivo que nunca. Ella me quita el aliento, me desespera, me empuja a darlo todo para hacerla sonreír.

—River, ¿puedes decirme el punto más alto que alcanza la pelota en este ejercicio?

—¿Qué? —murmuro, volviendo a la realidad.

Desafortunadamente, esa no es la respuesta adecuada a la pregunta que me acaba de hacer mi profesor, Mr. Ibarra.

—Esa no es una respuesta numérica, Allen —. El profesor niega con la cabeza, deja escapar un bufido y se recuesta contra la pizarra.

 Es entonces cuando escucho su suave risa. Estoy seguro de que se ha movido en su banco, agitando su cabello largo, por el aroma a coco y miel que llega a mis fosas nasales un segundo después. Me doy la vuelta, y allí está. Sentada a tres asientos de distancia de la puerta trasera, a mi izquierda. Debe de haber llegado tarde porque no la escuché entrar al salón.

OlvídameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora