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Tiempo: Pasado.

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Un jadeo silencioso salió de mi boca.

Mis pies corrían por el frío suelo del bosque, tropesándose con ramas y piedras y... dolían, mierda, sí que dolían.

Pero debía seguir, no me podía detener.

Todo estaba oscuro. La única luz que tenía para guiarme era la de la luna llena, que le daba un aspecto fantasmagórico a todo. El viento helado congelaba las lágrimas de desesperación que rodaban por mis mejillas. Estaba a punto de empezar a hiperventilar.

Él venía detrás de mí, lo sabía, lo había escuchado salir de la cabaña para perseguirme. Había hecho demasiado ruido al escapar, era prácticamente imposible que no se hubiera despertado.

No te has comportado debidamente, amor —podía evocar el recuerdo de su voz, y de lo que me diría si llegaba a atraparme.

No sé por cuánto tiempo exactamente estuve andando, solo sé que fue mucho. Cada vez se me hacía más difícil mantenerme de pie, más difícil definir los árboles, más difícil seguir despierta. Hasta que al fin me detuve detrás de un árbol, no podía más, estaba demasiado agotada. Si seguía así lo único que conseguiría sería desmayarme.

Miré mi camisa rosada, con una gran mancha carmesí. Asumí que la herida se había reabierto pero por la morfina el dolor no se había despertado aún, aunque sabía que no tardaría mucho en hacerlo.

Escuché el sonido crudo de una rama rompiéndose y al instante me puse alerta.

Intenté observar a mí alrededor para distinguir alguna silueta pero no veía casi nada. Todo estaba oscuro y el aire del bosque se sentía pesado, horroroso.

Mi pecho se apretó de solo pensar en que todo el esfuerzo que había hecho para salir podría haber sido en vano...

Mi piel se erizó en cuanto empecé a escuchar esa canción de cuna.

Una melodía de lo más terrorífica, siniestra y macabra. Una que hacía que las pesadillas se volvieran realidad.

Definitivamente, él estaba aquí.

Me agaché con cuidado y tomé un pequeño tronco que había en el suelo. No era muy grande ni pesado, pero sí lo suficientemente duro como para dejar inconsciente a alguien. Mis dedos temblorosos se envolvieron alrededor de la madera con vacilación. Los nervios y el miedo no me dejaban pensar con coherencia y el tiempo era muy poco como para idear un plan que me diera buenos resultados.
  
Belquis —canturreó alargando la "e". Su voz era liviana, dulce y suave, pero había un toque inquietante en ella—. Has roto las reglas, amor, eso no es jugar limpio.

Sus pasos se oían cada vez más cerca. Tanto, que estuve completamente segura de que estaba justo detrás del árbol.

La certeza me hizo temblar las piernas.

Quise gritar, pero sabía que estábamos muy adentrados en el bosque y que nadie me escucharía. Así que tomé una silenciosa bocanada de aire rodeé rápidamente el árbol, preparada para atacar.

Como había imaginado, él estaba justo detrás, y con una rapidez increíble esquivó el tronco, me lo arrebató de las manos y lo hizo volar por los aires.

Intenté correr, pero él rápidamente alcanzó mi cabello tomándome por el cuello y me volteó para que lo viera a la cara.

—¿En serio creíste que tenías aunque sea una remota posibilidad de escapar? Me ofende que me hayas creído tan imbécil —aumentó la fuerza sobre su agarre, haciéndome ver estrellitas. Acercó su boca a la mía, y cuando habló sus labios se movieron contra los míos—. La trampa tiene sus consecuencias, amor.

Y de pronto, todo pasó a ser oscuridad.

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Nota:

Hola, soy la autora. Es un placer para mí que hayas leído este fragmento de la historia, ¡Muchísimas gracias!

Esta es una aclaración rápida para que no te confundas por si decides seguir leyendo. Este "Capítulo 0" según la cronología de la historia, sucede antes de la llegada de la Zanahoria, perdón, la protagonista, a la ciudad. Es decir, Belquis (la chica que narra este capítulo) no es la protagonista, sólo es un personaje secundario ¿Ok? ¿Entendido? Bueno, aclarado ya esto, puedes seguir leyendo.

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