Capitulo 1

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"And when you say you love me,
That's all you have to say.
I'll always feel this way." Josh Groban.

El cuarto estaba decorado en claros tonos de beige y azul. Elizabeth se miraba en el antiguo espejo del tocador mientras su doncella le desarmaba el peinado. Una de las numerosas sirvientas de Pemberley acomodaba los leños del hogar, mientras que otra apagaba algunas velas.
-Eso es todo- dijo Elizabeth a las criadas.
-Buenas noches Sra. Darcy-respondieron con una reverencia.
"Sra. Darcy", las palabras hicieron eco en su cabeza y le provocaron una leve sonrisa. Se miró al espejo, llevaba puesto el vestido de dormir y su cabello suelto. Comenzó a cepillar su largo pelo y a tratar de asimilar que, ahora, era la Sra. Darcy, ama de Pemberley. Súbitamente, una ola de miedo la invadió, aún se sentía como Elizabeth Bennet, la Sra. Darcy era un título con tantas responsabilidades que temía no poder cumplir con ellas. Pero su mayor temor era defraudar a su esposo. Sus pensamientos fueron de inmediato a la imagen de él y sus miedos se desvanecieron. Lo
amaba como nunca lo creyó posible.
Esa mañana, al verlo en la iglesia parado en el altar, tan alto, tan serio, con esos ojos profundamente azules en los que creía poder perderse, Lizzie supo que era el día más feliz de su vida. Después de tantas idas y vueltas en su relación, ahora serían marido y mujer. "Marido y mujer", pensó y miles de mariposas invadieron su estómago al tomar conciencia que, en cualquier momento, su esposo vendría a visitarla a su dormitorio. Corrió a la cama, rodeó sus piernas con los brazos y apoyó su cabeza en las rodillas. Miró hacia la ventana y se asombró al ver que comenzaba a nevar, pero su mente no podía ponerse a disfrutar de ese espectáculo. Su madre, les había dado una charla a su hermana Jane y a ella, sobre sus "obligaciones maritales" y algo más sabía, por charlas con sus amigas casadas, especialmente, Charlotte. Elizabeth no sabía qué pensar al respecto. Lo habían hecho ver como algo obligatorio, un deber que, como esposa, debía cumplir; pero ella había sentido cosas muy diferentes, en las pocas ocasiones en las que se había besado con Darcy. El sólo pensar en eso, hizo que el rubor subiera a sus mejillas y su corazón latiera con más prisa de la habitual. Un golpe en la puerta que comunicaba su recámara con la de su marido la hizo sobresaltarse, obligándola a abandonar sus pensamientos.
-Adelante- alcanzó a decir, mientras su corazón parecía que se saldría de su pecho.
La figura de su esposo,iluminado con la suave luz de una vela, vestido en bata azul y mirándola con cierta incomodidad hizo que su mente se desviara a pensar en lo atractivo que se veía. "Realmente el azul le sienta bien", se dijo a sí misma y lo miró con una sonrisa.
-Buenas noches- dijo Fitzwilliam- espero que haya encontrado su habitación confortable.
-Mucho, es bellísima. Nunca he visto algo así antes, menos imaginarme que podría tenerla para mí.-
-Creo que debería haber enviado a una sirvienta a preguntar si ya estaba usted lista.-
-Está bien, hace rato que las despedí y estaba sola, pensando.-
-Una actividad peligrosa viniendo de usted- comentó en tono burlón y sonriendo.- Elizabeth reprimió el deseo súbito de besarlo. En lugar de ello dijo:
-Debería hacerlo más seguido Sr. Darcy.-
-¿Qué?- preguntó interesado.
-Sonreír- respondió pícaramente Elizabeth.
-¿Y puedo saber qué ocupaba sus pensamientos?- preguntó él, incómodo ante la situación.
-Por supuesto que puede, pero puedo elegir no responder- mientras daba la respuesta un rubor intenso subió a sus mejillas, como sí creyera posible que su esposo adivinara cuáles habían sido sus pensamientos.
Fitzwilliam se acercó a la cama donde Lizzie estaba sentada. Tomó sus manos y las besó. La miró a los ojos, esos oscuros ojos que lo habían embrujado aquel día en Netherfield, cuando llegó con su cabello despeinado, sus mejillas encendidas y su vestido cubierto de barro, y dijo:
-Sra. Darcy, realmente espero que en nuestro matrimonio no haya secretos- mientras sus ojos revelaban
un sentido del humor que Lizzie no conocía hasta entonces, y se sentaba junto a ella. La proximidad de su cuerpo hizo que dejara de respirar por unos segundos. "Elizabeth, respira", se recordó. Sofocó una risa y,
mientras jugaba con su cabello, trató de responderle en tono solemne.
-En ese caso, no es mi deseo perjudicar este matrimonio tan pronto, por lo que me arriesgaré a alimentar su ego y decirle que mis pensamientos, iban dirigidos a usted.-
-Entonces nuestros pensamientos eran similares.-
-¿También pensaba en usted?- contestó burlonamente.
-Elizabeth, mi amor, me refería a que estaba pensando en usted- al decir esto,se inclinó hacia ella y besó sus labios, presionándolos suavemente. No fue distinto a otros besos previos, suaves, tiernos y cálidos. Cuando comenzó a alejarse, Elizabeth lo tomó del borde de su bata y lo acercó nuevamente. Esta vez, el
beso fue distinto, muy intenso, una clase de beso que Lizzie nunca había experimentado antes. Al sentir que la lengua de Darcy la acariciaba, uniéndose con la de ella, creyó que se derretiría en sus brazos, como la nieve al sol. Sus manos estaban tibias, así las sintió cuando la tomó de la cara para presionar aún más. Sintió que todos sus miedos se desvanecían ante el contacto del calor de su piel.
No pensó más en lo que era correcto o incorrecto, decidió que respondería a lo que sentía y, se dejó llevar por la pasión que su esposo despertaba en ella.
Al soltarla, sin alejarse demasiado de su rostro, ella pudo ver que él también tenía las mejillas encendidas
y los ojos le brillaban.
-Mi querida Lizzie- susurró acariciándola- Me haz hecho el hombre más feliz del mundo.
Elizabeth se volvió a recordar que tenía que respirar, que le dijera Lizzie y, en esa forma, había agravado el ritmo acelerado de su corazón. Estaba tan apuesto, se mostraba tan atento y vulnerable, como nunca lo había visto antes. Acercó su cara lentamente a él, viéndolo a los ojos. Sus labios se unieron nuevamente, el contacto con su lengua, despertaba sensaciones extrañas y desconocidas. Miles de mariposas recorrían su cuerpo. Todavía estaba asimilando esa sensación cuando, su esposo, soltó su boca para bajar lentamente por su cuello, sus hombros y luego volver a subir hasta su oreja.
Sintió que su respiración estaba agitada y se oyó a sí misma gemir. Al instante, un fuerte rubor de vergüenza le cubrió la cara. Pero Darcy no prestó atención a ello, el escucharla gemir fue una grata respuesta que esperaba para saber si podía continuar.
-Acuéstate- le dijo al oído, sin dejar de recorrerla con su boca.
Elizabeth obedeció, los nervios comenzaron a apoderarse de ella, no sabía mucho, pero algo imaginaba sobre lo que pronto ocurriría. Sintió el peso del cuerpo de su esposo encima suyo, jamás había estado tan
cerca de él. Darcy la miró a los ojos y le acomodó el cabello, estaba apoyado sobre los antebrazos.
-¿Estás bien?- le preguntó. Lizzie sólo asintió con la cabeza, mientras sus manos lo recorrieron de los brazos hasta la nuca.
Darcy comenzó a acariciar su cuerpo y, su boca descendió hasta la parte descubierta de sus pechos.
Elizabeth sintió que se mareaba con tantas sensaciones, cerró los ojos y mordió su labio para evitar que se le escapara un gemido nuevamente. Al notar que su marido, desanudaba su camisón para apoderarse de sus senos desnudos, la vergüenza se apoderó de ella, instintivamente sus manos intentaron cubrirlos.
Él la miró a los ojos, ella juró haber visto el esbozo de una sonrisa pícara.
-Darcy...-comenzó a balbucear.
-Shhh- murmuró en forma apenas audible, mientras tomaba sus manos para correrlas de lo él consideraba ahora su propiedad. Ella dejó de luchar y se entregó al placer que le producían sus labios en contacto con su piel desnuda.
De pronto se descubrió pensando en que deseaba ser tomada por él y se enojó, con ella y con todas las mujeres que le habían dicho que esto no era placentero. Ya no intentaba esconder sus gemidos. Sentía que no podía controlar su cuerpo, que tenía vida propia, que no respondía a sus mandatos.
Entonces, él se acomodó encima suyo, sus ojos la miraron con deseo y acarició sus suaves mejillas.
-Te amo, mi Lizzie- sin esperar respuesta, la besó en un largo y profundo beso, donde Elizabeth creyó que se ahogaría en su boca y, sus brazos se aferraron a su espalda. Poco después, se dio cuenta que, el beso era una distracción, al sentir que,lentamente, entraba en ella. Un pequeño gemido escapó de su boca, su cuerpo se tensionó por el dolor, le faltaba el aliento.
-Lizzie, mírame- dijo su esposo.
En ese momento, ella notó que sus ojos estaban fuertemente cerrados. Obedeció y lo miró. Su mirada, clara y pacífica, la tranquilizó.
-Intenta relajarte, te dolerá menos- le dijo con respiración agitada. Tenía razón, poco después, el dolor fue
disminuyendo, dejando lugar para sensaciones diferentes y totalmente nuevas.
La vergüenza había desaparecido por completo y lo que era decoroso le importaba poco. Siempre se jactó de ser una gran observadora, por lo que rápidamente descubrió que a él también le producía placer que lo besara en el cuello y que lo acariciara.
Pero jamás estuvo lista para sentir lo que llegó después. Por un momento, su mente quedó en blanco, su cuerpo se arqueó, sintió que sus manos lo tomaban fuertemente de los hombros. Él parecía saber mejor lo que estaba sucediendo y sus gemidos se unieron a los de ella. Lo escuchó hablarla al oído, pero no procesó las palabras.
Poco después, Darcy dejó caer su cuerpo a un costado de la cama. Su respiración era agitada, Elizabeth giró para mirarlo, tenía una clara expresión de felicidad.
-Ven aquí- le ordenó. Elizabeth se acercó hasta él, apoyando la cabeza en su brazo.
-¿Estás...bien?- preguntó revelando algo de preocupación.
-Sí, lo estoy- respondió, acercándose un poco más a él. Se preguntaba si él habría notado lo que ella acabada de sentir e intentó no mostrar el rubor que regresaba a su cara.
-¿Sabes que yo...que yo...no quise lastimarte?- preguntó avergonzado. El color en la cara de Elizabeth se intensificó.
-Lo sé. Me habían advertido- respondió ella escondiendo su cara en el pecho de él.
-No quiero avergonzarte, pero, ¿sabes que sólo es así la primera vez? Mejorará con el tiempo.-
-¿Mejorará más?- preguntó sorprendida que pudiera mejorar y arrepintiéndose de revelar tanto en sus palabras.
Aunque no estaba viéndolo a la cara, pudo notar en su pecho que, el comentario, lo hizo reír. Elizabeth quería que la tierra la tragara.
-Lizzie, mírame- le pidió dulcemente. Ella levantó la cabeza para mirarlo, llena de vergüenza.
-Te amo- le dijo besándola.
-Te amo- volvió a decirle, besándola nuevamente. Elizabeth sonrió.
-Te amo- dijo por última vez, besándola profundamente.

Secuela de Orgullo Y PrejuicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora