Capítulo 10

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Toda la noche había nevado, una gran tormenta cubrió la región el día de Navidad. Lizzie despertó


temprano, se sentía como cuando niña, Jane y ella, eran las primeras en despertar para ver los regalos.


Su esposo dormía mirando hacia ella. Le gustaba mirarlo dormir, a menudo lo hacía, memorizaba cada


línea de su rostro.


Estaba ensimismada en sus pensamientos, cuando escuchó la voz grave y entre dormida de Darcy:


-Es un hábito muy molesto, deja de hacerlo.


-No sé de qué estás hablando.


-Sí, lo sabes- respondió Fitzwilliam, abriendo los ojos- Deja de observarme cuando duermo.


-¿Acaso no puedo apreciar lo apuesto que es mi esposo?


-Es algo que puedes hacer cuando estoy despierto- bromeó Darcy, al tiempo que cerraba los ojos e


intentaba dormir.


Evidentemente, su mujer tenía otros planes, porque después de unos minutos, habló.


-¿No piensas saludarme? Es Navidad.


-Mmm...- se quejó e hizo el esfuerzo de despertarse- Feliz Navidad, Sra. Darcy- dijo y la besó en los


labios.


-¡Feliz Navidad para ti también!- le deseó Elizabeth, antes de saltar de la cama para buscar en un


escondite un presente envuelto en papel y con un moño de seda.


-Lo tengo guardado desde que estuve en Londres- anunció, dándole el obsequio.


-Lizzie, cariño, pensaba darte los regalos más tarde, cuando bajemos con Georgiana.


-Lo sé, pero este quiero compartirlo contigo y nadie más.


Darcy, se sentó en la cama, tenía el pecho desnudo. Lizzie se acomodó detrás de él, abrazándolo por la


cintura, apoyando el mentón en su hombro para poder ver.


Fitzwilliam desenvolvió el pequeño regalo con forma rectangular. Era un pequeño retrato de Elizabeth


enmarcado en plata. Se quedó mirándolo sin que las palabras salieran de su boca. Tomó una de las


manos que lo asían y la llevó a su boca.


-Recuerdo que cuando me cortejabas y tenías que viajar, te quejabas de no tener un retrato mío, así que,


mis tíos consiguieron que me retrataran en Londres.


-Gracias, es el mejor regalo que podrías darme- fueron las palabras de su esposo y, girando el cuerpo, la


tomó por la cintura y la sentó sobre él. Lo que comenzó con un beso tierno, pronto derivó en un


apasionado encuentro en su cama.


Demoraron mucho en levantarse esa mañana, no podrían asistir a la misa porque la tormenta continuaba,


lo que fue un alivio para Elizabeth después de la cena con los Neil.


Cuando bajaron a desayunar, Georgiana llevaba un buen rato esperándolos. La Srta. Annesley había


viajado para reunirse con su familia y, de paso, presentarse a una entrevista, ya que cuando llegara la

Secuela de Orgullo Y PrejuicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora