Capítulo 22

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Elizabeth se durmió en la cama con Georgiana, lloró hasta que no tuvo más lágrimas y se durmió cuando


el cansancio la venció.


A la mañana temprano, se levantó y terminó de preparar sus cosas. Desayunó en la soledad de su cuarto


y cuando estaba todo listo, bajó las escaleras.


Su esposo la saludó fríamente y salió a corroborar si todo estaba listo para partir.


Kitty y Georgiana se despidieron prometiéndose escribir, Lizzie lamentaba dejarla sola, pero no estaba en


su poder el llevarla consigo.


-Georgiana, cuídate mucho. Estarás sola por un tiempo, sé que estás acostumbrada, pero escríbeme


todos los días. No sé cuándo regresaré...- no pudo terminar de hablar, un nudo en su garganta no le


permitía seguir.


-¡Oh, Lizzie, no digas eso! Estarás de vuelta en un par de semanas, mi hermano no puede vivir sin ti,


estoy segura de ello.


-Pudo vivir sin mí 28 años, supongo que puede seguir su vida sin mí.


Georgiana se sentía terriblemente culpable. La discusión se había producido por ella.


-Sino hubiera dicho nada sobre mi presentación, no habría ocurrido nada.


-No tienes la culpa de nada, tienes edad para ser presentada y para ser cortejada. Tu hermano cree que


manteniéndote en el campo, fuera de la sociedad, evitará que te enamores. Elige pensar que mi hermana


es culpable en tu repentino interés, porque es ciego ante la realidad...


-¿La realidad?- preguntó Georgiana.


-Sí, que tenerte encerrada no ha evitado que te enamores y quieras vivir tu vida.- Un fuerte rubor subió a


las mejillas de la jovencita, que no sabía cómo responder al comentario de su cuñada.


-No tienes que decirme nada, hace rato que me he dado cuenta que tu y Richard están enamorados.


-Lizzie...yo, no me he atrevido a decírselo a nadie...


-Lo sé, espero que las cosas entre ustedes puedan terminar bien. Mientras tanto, seguiré guardando el


secreto.


-Gracias, querida Elizabeth, te extrañaré- le dijo Georgiana abrazándola.


Lizzie salió fuera y subió al carruaje, sentándose junto a su hermana. Frente a ellas, se ubicó Darcy. Sin


duda, iba a ser un largo viaje.


Como el calor era intenso, la capota del coche iba baja. Elizabeth no se sentía bien, la discusión con su


esposo la había dejado agotada, sin poder dormir bien. El calor, el movimiento del carruaje y el incómodo


silencio, no colaboraron para que se sintiera mejor.


-Detén el coche...por favor- dijo Elizabeth al sentir una fuerte náusea.


-Sr. Martin, deténgase- ordenó Darcy.


El coche frenó lo más rápido que pudo y Elizabeth se bajó de él de un salto. No pudo dar más que unos


pasos antes de lanzar su desayuno al costado del camino.

Secuela de Orgullo Y PrejuicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora