Capítulo 23

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Ya hacía un mes que Elizabeth estaba en Netherfield y la tristeza por no tener noticias de su esposo la
había puesto melancólica. La felicidad de su embarazo se veía empañada por no poder compartirla con él. Lo que su padre le había dicho a su arribo, comenzaba a tener sentido. El tiempo transcurrido la había hecho reflexionar sobre lo sucedido. Él era un tonto por lo que le había dicho, pero ella también había dicho cosas de las cuales estaba arrepentida.
Hacerlo sentir como un egoísta por su reacción con Georgiana, había sido cruel. No podía poner en duda
el amor por ella y sabía que lo había lastimado. Ver la dicha matrimonial de su hermana y su cuñado, no
colaboraba a mejorar su ánimo, le producía nostalgia.
Sus habituales caminatas eran breves, siempre en compañía de Jane o su tía. El médico le había pedido
que tomara precauciones y ella no haría nada para poner en riesgo a su bebé, pero tampoco sería de
esas mujeres que toman el embarazo como si fuera una enfermedad. Sus náuseas matutinas continuaban
y por el momento, no había vuelto a desmayarse.
En una de las caminatas diarias, fueron sorprendidos por la llegada de Charles, quien traía cara de
preocupación en el siempre ameno rostro. Tía Mary iba llevando del brazo a Jane y Elizabeth había
quedado un poco detrás. Charles comenzó a caminar junto a su cuñada extrañamente silencioso.
Después de dejar que se adelantarán un poco más su esposa y la tía, se decidió a hablar.
-Recibí carta de Darcy- dijo ante la mirada de Elizabeth, mezcla de expectativa y desilusión.
-¿Sí?- preguntó después de una pausa- ¿Dice si vendrá pronto?
-No…sólo son unas líneas, preguntando por la salud de todos. Lo siento, no sé que pasó entre ustedes,
pero quería saber si me dabas el permiso de contarle que no te haz sentido bien.
-¡No, por favor Charles!, no digas nada- le suplicó Lizzie.
-Elizabeth, eres mi hermana ahora, pero él es mi mejor amigo, no quiero tener que mentirle.
-No le mientas, sólo ocúltale lo mío, por favor…no deseo que se sienta en la obligación de venir. Además,
he estado pensando en regresar a Pemberley, extraño a Georgiana.
-Darcy me mataría si te dejo volver sola.
-No iría sola, le pediré a mi padre que venga conmigo. Será lindo tenerlo allá, sólo fue una vez, cuando
estábamos comprometidos. Y prometo regresar para cuando Jane dé a luz.
-Sí ya tienes todo arreglado, no pondré objeciones. Espero que sepas que puedes quedarte todo el tiempo
que desees.
-Gracias, Charles, lo sé- y después de unos momentos, le preguntó- ¿Darcy pregunta por mi?
La cara de Charles no necesitaba respuesta. La miró con tristeza y negó con la cabeza.
-Está bien – fue lo único que pudo decir antes que sus ojos se llenaran de lágrimas y desviara la vista de
su cuñado.
-¿Te encuentras bien?- le preguntó momentos después al ver su palidez.
-Creo que necesito sentarme…
Cuando Charles la tomó del brazo para conducirla a un banco, Elizabeth se desvaneció.
Unos minutos más tarde despertó. Su hermana y su tía estaban junto a ella abanicándola.
-¿Qué sucedió?- preguntó mientras se sentaba.
-Volviste a desmayarte. Charles fue hasta la casa a buscar ayuda.
-Por favor no llamen al médico, no dirá nada nuevo.
-Elizabeth Darcy, ¿desde cuándo lo sabes?- preguntó enojada su tía.
-¿Saber qué?- dijo haciéndose la que ignoraba sobre lo que hablaba su tía.
-Bien sabes de qué hablo, señorita.
Jane las miraba perpleja, sin saber de lo que hablaban.
-Es horrible lo que estás haciendo, preocupándonos a todos, cuando conoces el motivo de tus síntomas-
le reprochó tía Mary.
Elizabeth no decía nada, estaba haciendo un esfuerzo para no llorar.
-¿Qué sabe tía?… ¿qué es lo que sabes Lizzie?- preguntó Jane confundida.
-¡Qué espera un niño!- fue la respuesta de su tía.
Jane miró sorprendida a su hermana esperando una respuesta por parte de ella.
-No se enojen conmigo…por favor, no podría soportarlo- dijo estallando en llanto.
-¡Oh, Lizzie!- exclamó Jane abrazándola como podía con su vientre abultado- No puedo enojarme contigo,
no sabiendo lo que estás pasando.
-No quería decir nada…no antes que lo sepa mi esposo- dijo sollozando. Está bien, Elizabeth, tranquilízate, no ayuda a tu bebé que te pongas así- le dijo la tía, tratando de
calmarla.
Al ver que se aproximaba Charles con unos criados, Lizzie intentó disimular.
-¿Ya está mejor?- preguntó mirando a su esposa.
-Sí, sí…tal vez caminamos demasiado hoy- respondió con una sonrisa dirigida a su hermana.
-Llevémosla dentro.
Por más que Elizabeth insistió que podía caminar sola, Charles no la dejó. La obligó a aceptar la ayuda y
la enviaron a descansar.
Esa misma tarde, Charles decidió escribir a su amigo, por más que quería contentar a su cuñada,
consideraba que Darcy merecía saber la verdad. Se puso en su lugar y, sin lugar a dudas, él querría estar
informado si su esposa no estuviera bien de salud. Decidió escribir una nota y la enviaría al día siguiente.
Mientras tanto, en la habitación, Lizzie le pidió a su doncella que preparara sus cosas. Estaba decidida a
partir al día siguiente, lo único que necesitaba era que su padre lo confirmara. La respuesta del Sr. Bennet
no se hizo esperar, esa noche, cuando fueron a cenar, su padre subió a verla a la habitación.
-¿Cómo te sientes Lizzie?
-Bien papá, gracias. ¿Pensaste en lo que te pedí? Quiero irme a casa, pero Charles no me dejará si no
vas conmigo.
-Sí, lo pensé y haré lo que te haga feliz. Mañana saldremos temprano si es que te sientes bien.
-¡Gracias! – dijo y lo abrazó fuertemente.
A pesar de la oposición de toda la familia, a la mañana siguiente, Elizabeth partió con su padre a
Pemberley. No fue un viaje sencillo, el movimiento del carruaje hizo que en varias ocasiones se sintiera
enferma. Pero intentó sobreponerse pensando que pronto llegaría a su hogar.
Llegaron para la hora de la cena y fue toda una revolución en la gran casa. Georgiana estaba muy
contenta por el regreso de su cuñada, pero también sentía inquietud por el aspecto cansado y demacrado
de su cara.
El Sr. Bennet obligó a Lizzie que probara bocado antes de irse a descansar. Lo hizo a regañadientes, pero
no se atrevió a negarse.
Luego de ver acomodado a su padre, se retiró a su habitación. No podía creer que hacía más de un mes
que no estaba ahí. Miró todo como si fuera la primera vez y se recostó en su cama. La misma que
compartía con su esposo, al que cada día extrañaba más. Olió la almohada donde el dormía y unas
lágrimas se derramaron en ella.
A la mañana se sintió mejor, el estar en casa con su padre y Georgiana, la confortaba. Estuvo distraída
haciendo de guía para su padre y olvido por unos momentos la ausencia de Darcy.
Pero al llegar a la galería de las esculturas, quedó paralizada frente al busto de su marido. Quedó
mirándola fijamente, sintiendo lo mucho que quería volver a verlo.
Su padre la tomó de la mano y la condujo a un asiento.
-Bueno, creo que es hora que le escribas diciéndole la verdad- fueron las palabras del Sr. Bennet- He
pasado por esto 6 veces y reconozco los síntomas de una mujer embarazada sin problemas.
-¡Oh, papá! ¡No sé qué hacer!- dijo apoyándose en él.
Su padre la abrazó fuerte y trató de consolarla.
-Todo saldrá bien, ustedes tienen la fortuna de estar enamorados, podrán solucionar cualquier
desacuerdo.
En Londres, en su casa de Governor’s Square, una carta estaba sobre el escritorio del Sr. Darcy.
Recién terminaba una reunión con sus asociados de un nuevo emprendimiento donde invertiría dinero,
cuando vio la carta escrita por su amigo.
Se sentó a leerla cerca de la ventana, las breves palabras que estaban escritas le produjeron alarma.
“Estimado amigo:
No quería revelarte estas noticias, pero creo que es mi deber como amigo tuyo y hermano de Elizabeth. Contrario a los deseos de tu esposa, me decidí ha informarte que ella no se está sintiendo bien. El doctor
ha venido a verla en reiteradas ocasiones, pero no ha mejorado. Realmente estoy preocupado, hoy mismo
ha vuelto a desmayarse.
Espero haber hecho bien en avisarte.
Charles Bingley”
Darcy se levantó e, inmediatamente, mandó a preparar su caballo. Era
más rápido que viajar en carruaje. Con suerte, llegaría a Netherfield al
anochecer.

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