Capítulo 1: Sangre helada

5.9K 946 738
                                    

“El castigo del embustero es no ser creído, aun cuando diga la verdad”

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

“El castigo del embustero es no ser creído, aun cuando diga la verdad”.

En el domicilio de Arvel Fleischer había un folleto dorado con letras negras en el que constaba escrito la invitación a El Club de los Aristócratas. El hombre sentía mucho interés desde hacía algún tiempo en entrevistar al dueño de la mansión y a la posible gente que pudiera convivir con él, pero jamás llegó a casa. Los rumores de su desaparición llegaron a su amiga Iryna Baldovini, que se pasó por su vivienda para investigar sus últimos pasos.

Siempre fue un caballero risueño, atento y entregado a su trabajo. Su mejor amiga era Iryna y estudiaron juntos, llegando así a la misma profesión. Ambos se tenían un cariño inmenso.

Iryna inspeccionó el apartamento. La computadora se hallaba encendida desde hacía dos días. Su última búsqueda en Google determinaba el nombre de la mansión Boncraft. Aquello mostraba una ubicación hacia dicho lugar y cómo llegar. Ella tomó apuntes en su libreta y puso rumbo fijo a la dirección.

Tenía constancia de que en la mansión no se podía entrar como si nada. Debía tener interés en unirse a El Club de los Aristócratas. También se comentaba en el pueblo que la puerta tenía contraseña y que solía hacerte una pregunta que debías adivinar. Solo sabían la contraseña quienes pertenecían a la mansión.

—Espero que la suerte esté de mi parte —se dijo para sí misma.

El trayecto en coche le llevó casi media hora de subida de montaña. Muchas curvas y sumo cuidado. La carretera era estrecha y se debía conducir con precaucion.

Una vez allí, Iryna no pudo evitar abrir su boca con admiración ante la imponente mansión que tenía frente a sus ojos. Era una mezcla entre castillo y mansión. La puerta ojival de madera oscura tenía en su centro un tirador metálico con un accesorio de calavera con el que golpear dicha entrada para llamar la atención de sus oyentes.

Sus ventanas acabadas en arco de medio punto captaban su atención, como también su fachada de piedra y su tejado a dos aguas con sus torreones.

El césped se veía bien cuidado, lo cual dedujo que tenía personal contratado para ello. En el jardín había flores muy bonitas; dalias, rosas, caléndulas, lirios... Olía de maravilla.

Una gran fuente de mármol decoraba su jardín. La figura de Medusa arrancando la cabeza de Perseo decoraba el centro de la fuente donde parecía que la mujer lloraba al resbalar el agua de sus ojos.

Para su embelesamiento, la puerta de la verja se encontraba entornada, como si supieran de su llegada. La joven anduvo hasta la puerta ojival y, una vez frente a ella, golpeó del tirador esperando oír respuesta.

Una voz, susurrada y raspada, le preguntó de manera automática:

—¿La mayor ilusión de la vida?

Era una pregunta que solo los Aristócratas sabían contestar. Ella, al no pertenecer todavía, se le escapó de sus labios:

El Club de los Aristócratas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora