Sinopsis

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El hecho de ir todos los veranos a la misma ciudad de "vacaciones" desde que soy pequeña me transmite muchísima tranquilidad y relajación que no esperaba de mí misma, ya que, me considero una neurótica controladora. Sobre todo el hecho de no tener que conocer a gente nueva (no me gusta socializar, es más lo odio). Aunque a mi yo de 7 años no le pasaba lo mismo.

Recuerdo perfectamente el primer verano que pasé completo en Essex. Ya había ido desde pequeña a esa ciudad para visitar a mi abuela, pero nunca me había quedado una estancia de más de un mes. También lo recuerdo porque era el primer verano desde que mis padres se separaron. La idea no era muy prometedora, ya que no quería subirme sola con una completa extraña al avión. Aunque al final esa extraña era y es la azafata que me ha acompañado en todos mis vuelos en todas las vacaciones (es como si ella nunca tuviera vacaciones). Se llama Cloud ☁️, lo sé, tiene gracia que se llame nube y encima trabaje sobre las nubes 😂😂 (bueno, puede ser que no tenga tanta gracia). Gracias a ella mi vida ha sido más fácil, tanto que es como de la familia.  

Bueno, de lo que hablaba, no tenía muchas ganas de irme a pasar el verano completo, dos meses, con mi padre (que no le había el visto el pelo desde que se marchó en navidad) y encima con su nueva novia Sweetie. Sí, es un nombre muy dulce para una nueva odiosa madrastra pero es así como ella me llamaba cariñosamente. Al principio creía que lo hacía porque no sabía pronunciar bien mi nombre, pero luego me di cuenta que es que en Essex a la gente le gusta usar palabras cariñosas como babe o gorgeous . Como mi vecina la señora Darling un apelativo que lo usa en cualquier frase : "How are you darling?"; "Darling, you're missing the ticket for the underground", siempre mirando desde su ventana la ventana de mi cocina, lo sé un poco creepy;  desde la ventana me grita siempre "Where are you going, darling?" o "Do you want to come over to have some biscuits?".  Aunque tengo que decir que sus biscuits están de muerte. 

Aunque no era todo tan malo, ya que al final de ese primer verano forgé una relación más intima con mi padre, dejé de odiar tanto a Eleanor (mi madrastra Sweetie) y acabé acostumbrándome de tantos darlings y biscuits. Pero lo que más hizo que ese verano acabara siendo perfecto era una chico llamado Callum. 

Callum, Callum Smith, el vecino del otro lado. Su nombre, que me ha atormentado desde mi niñez y acompañado todos los días consecutivamente en mis sueños. Cal ha sido mi crush desde pequeña. 

Volviendo a la primera de ese "horripilante verano" que pensaba que iba a ser, estaba malhumorada. Malhumorada con la vida, con la vida entera. Hasta que después de una semana Eleanor me convenció para dar una vuelta por Essex. Me acuerdo que me llevó al muelle Placton Pier y caminamos descalzas por la arena viendo el amanecer. Yo echaba mucho de menos a mi madre y mi casa en España. Allí hay una playas preciosas que no se podían comparar con las de Inglaterra aunque fuera una isla. También echaba de menos mi lengua, no es que hablara mal el inglés o nada por el estilo, al fin y al cabo yo hablaba inglés con mi padre desde que nací, ya que su español era muy malo. Mi acento era y es impecable y mi vocabulario extenso. Pero aún así echaba de menos todo en sí. Ese día fue el primer día que pude conocer como era realmente Eleanor, alguien verdaderamente dulce y sin maldad, a Elena. Ahí fue el primer indicio de que mi verano sería fantástico, ya que recuerdo que después del paseo fuimos al centro de la cuidad y fuimos a cenar fish and chips , plato típico inglés y el favorito de mi padre. 

A los pocos días, conocí a Callum, era un día en un prado cercano a la urbanización, donde había un lago que había ido todos los siguiente días a bañarme. Estaba comiendo un helado, aunque no hiciese calor, cuando un balón de fútbol me dió y se me cayó el helado a la hierba. En ese momento como una niña de 7 años con una gorra de Hello Kitty que llevaba, me iba a poner a gritar. Pero antes de gritar y quedarme sin pulmón, levanté la mirada. En ese momento vi a Callum, y sentí que no había nadie más salvo nosotros y que de fondo sonaban campanas para abrirme la puerta del paraíso donde habían cientos de helados. En ese momento supe que había encontrado al amor de mi vida.

Él se había disculpado como 20 de veces y se había ofrecido a comprarme otro helado, pero mi padre se negó. A mí el helado ya me dió igual porque me había regalado esa maravillosa sonrisa que valían por mil helados. 

Desde ese momento, hace 10 años, espero llegar a verano para ver a Callum. 

Solo en veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora