Capítulo dos.

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capítulo dos.

AL OTRO LADO DE LA CUIDAD MÁS ESPECÍFICO EN LA VILLA HEBREA, SE ESTABA LLEVANDO A CABO LO aprobado en el decreto del faraón Seti I. Volvían hacer lo mismo que hacía unos meses, solo que se había perdido mucho está práctica debido al matrimonio de la princesa Henutmire. La única familia que había podido salvar a su pequeño hijo ahora estaba, en un apuro. Los habían descubierto escapando. El mismo oficial que había revisado su casa, hace días ya vio al pequeño en los brazos de su madre.

Era la oportunidad perfecta para hacer sufrir a aquella familia hebrea,  que lo único que quería era salvar la vida de su hijo. En cada padre habitaba el sentido de protección, ese que no te deja permitir ningún abuso contra esa pequeña copia tuya. Num que había ido con Amram y Jocabed, el oficial Omaní había dado la orden de quitárselos. Más el padre arremetió contra el soldado, lo sé lo quería quitar a su madre. Dándole así el tiempo suficiente para que escaparan, y así Num y Amram le tiraban piedras. Atrasando así a los soldados del faraón, y su esposa pudiera llegar al Nilo. En su ardua tarea fue herido de gravedad, una herida por la espada y en la zona abdominal no era cosa de juego o de susto. Lo había hecho para matar.

La madre con gran dolor y con los ojos abnegados en lágrimas, lo dejo ir flotando en las sagradas aguas del Nilo. Para ella ese era el acto más grande de fé, el dejar a tu hijo en las manos de Adonay. Sin saber su destino era la cosa más torturante que podía haber, ni el dolor ocacionado por el látigo. Su corazón sangraba, verlo partir fue aún más doloroso. Pero confiaba en su Dios, él lo protegería de todo mal. Sus manos era sagradas y poderosas. Todos en la villa sabían, que hasta que el decreto no fuera revocado ningún niño hebreo tendría paz. Cada uno sufriría un cruel destino, ese era su destino desde que la mente de los egipcios olvidaron todo lo que hizo José por ellos. Era la muerte o la esclavitud.

Para una madre abandonar a su hijo era el acto más doloroso que existe, ese pequeño pedazo de ti, el que tuvo en su vientre durante nueve meses, el que te pateó numerosas ocasiones. Pero aún así siempre han estado junto a nosotros sin importar los errores, nuestras malas decisiones. Su amor es tan infinito y puro, que el solo hecho de pensar en que ella llora por nuestra culpa o por qué la razón de su sufrimiento son los seres que ella trajo al mundo, es algo más doloroso aún. Nadie valora a su madre está que no afrontamos el mundo por nosotros mismos, o la perdemos es que nos damos cuenta del gran ser humano que tuvimos a nuestro lado y no lo sabíamos

La hija mayor del matrimonio veía el sufrimiento de su madre, el saber que tú pequeño hermano es amenazado de muerte. No era algo bueno y, eso una niña de apenas diez años lo sabía.

[...]

Ya la noche había dado paso a un nuevo día, y con ello el pequeño niño ya no estaba dónde ayer había encayado. La mayor que había despertado por una pesadilla, al ver que se le había perdido de vista. Había entrado en un estado de pánico, temía lo peor. A su mente recurría el recuerdo que tenía de los soldados egipcios, tirando a los bebés hebreos al Nilo para que se ahogaran.

En la zona del palacio más específico en la habitación de la princesa Henutmire, la antes mencionada despertaba de su letargo. No recordaba nada de lo sucedido, después de la ceremonia. Tal parecía que el Dios Thot volvía hacer de las suyas, con su cabeza. Al pie de su cama, en la silla junto a ella su marido vigilaba sus sueños. Pedía ser el peor marido del mundo, engañarla en su propia cara pero la amaba y eso nadie podía negarlo.

En esa misma estancia que había presenciado, la anterior noche como la princesa Henutmire era engañada. Se consumo ese matrimonio, que sería maldecido por los dioses.

𝑬𝒈𝒊𝒑𝒕𝒐| 𝑹𝒂𝒎𝒔𝒆́𝒔.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora