Capítulo seis

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capítulo seis.

Algunos años después.

LA CONSTANTE ALEGRÍA DE LA PRINCESA HENUTMIRE HABÍA SIDO SUSTITUIDA POR LA DESOLACIÓN y la devastación. Los años la había hecho tomar una desición, no iba a intentar más concebir había perdido toda esperanza. Ya no era la misma chica alegre y energética, ahora solo vivía triste por los pasillos callada no habla con nadie. La única persona que era capaz de hacerla salir de ese estado era su hija, su luz.

La pequeña Nefertiti seguía su crecimiento ahora era una pequeña de dos años, cada vez hablaba con más fluidez. Su padre era su juguete favorito, este aunque tenía que ocuparse de sus asuntos dentro del ejército. Pedía permiso al soberano que con gracia aceptaba, además que se sumaba obligado por la pequeña. La niña tenía los hombres más importantes del alto y bajo Egipto a sus pies, esto sin contar a Ramsés—que como su padre y cuñado se sumaba solo que no obligado como les hacía creer a todos—, solo quería pasar tiempo con ella.

La esposa del sacerdote Paser admiraba esto desde las sombras, el rencor que sentía por la joven princesa solo aumentaba. El como ella sin proponérselo llamaba la atención del futuro faraón, y su hija ni eso. Le prestaba la atención necesaria, no más. Desde hacía tiempo tenía unas enormes ganas ponerle una áspid y que la devorara. Pero Nayla iba a cada paso junto a ella.

La noche llegó y todo palacio estaba sumido en la oscuridad y el silencio, estos descansaban en sus aposentos. La única que no estaba era la joven Henutmire, que caminaba a orillas del Nilo cálidas lágrimas descendían por su fino rostro. Sus ojos reflejaban el dolor de su corazón, su mirada cada vez se vaciaba más rápido. La pérdida de tantos hijos la estaba afectando, y sí los dioses con esto la avisaban de que no sería buena madre. Tenía mucho puedo de defraudar a su luz. Pero ni pensando en ella pudo detener el avance de su cuerpo hacia la masa de agua. Se adentraría tanto que su cuerpo nunca sería encontrado.

A su cabeza venía los recuerdos de la mañana, sus lamentos, sus disculpas, la culpa que sentía. En ese momento donde ves tú vida pasar por delante de tus ojos, el recuerdo del niño hebreo vino a su mente. Era como si en ese momento volviera a recordar al pequeño que su protección le otorgó, y ahora que lo pensaba un poco más. Ese niño había sido enviado por los dioses, para alegrarle la vida a ella y darle un compañero de juegos a la pequeña Nefertiti.

En el momento justo que a su mente el niño volvió también lo hizo la razón, como había podido pensar en abandonar a su pequeña Nefertiti. Salió con gran felicidad, su idea la llevaría a cabo a pensar Ra iluminará la creación.

[...]

Henutmire apenas el sol salió mando a un emisario a buscar a la hebrea ya era hora, de tomar entre sus brazos al no tan pequeño Moisés. La familia hebrea que desayunaba en armonía fue interrumpida por la llegada, de cierto mensaje de la princesa Henutmire. La mujer tomo en brazos al más pequeño y partió hacia donde era requerida. Si hubiera sabido el futuro nunca hubiera asistido.

En palacio la esperaba Henutmire estaba ansiosa por volver a verlo, ahora sería su nuevo hijo. Si tenía que pelear contra corriente lo haría, él y Nefertiti era sus hijos y nadie podía negarlo. El que tuviera tal osadía sería condenado a la horca.

La llegada fue avisada unos minutos antes de que a la zona del jardín, llegara ambos hebreos. Su corazón latío desenfrenado al ver al pequeño, que se aferraba al vestido de lana de su madre. La misma que caminaba con inseguridad por los pasillos de tan ostentoso palacio, digno del propio faraón.

Y en ese mismo lugar que se llevó a cabo el alto más doloroso hecho después del decreto del faraón, se separó a una madre de su hijo. Lo hacía un corazón que desde años sufría y ahora que tenía la oportunidad no la desperdiciaría. No perdió tiempo para dirigirse con el niño al harén dónde estaban Ramsés y Nefertiti, el mayor jugaba en la mesa mientras la más pequeña de todos los hacía con Nayla.

La niña no perdió tiempo al ver a su madre ingresar a la habitación, haciendo uso de las palabras que sabía la llamo. Esta dirigió su mirada hacia ella para después tomar el rumbo hacia ella. Al tenerla de frente presentó a ambos hermanos, una hermandad tan fuerte capaz de todo por el otro.

Y Yunet como la serpiente venenosa que era fue a contarle a la soberana, que con desición enfrentó a Henutmire. La cuál redireccionó su rumbo hasta dónde su padre y esposo estaban, su madre le pisaba los talones en compañía de Paser. La sala fue llenada de gritos por parte de ambos, los demás presentes trataron de apaciguar el panorama pero nada funcionaba.

Hasta que la salvación de Henutmire entró por las grandes y pesadas puertas. La niña era llevada por Nayla entre sus brazos.

—Disculpen mi atrevimiento, pero la princesa Nefertiti Isis quería venir.

La niña pidió con la dulce vocecita que la colocará en el suelo, ella quería subir sola los escalones que la separaban de su abuelo. El padre de la infanta seguía muy de cerca los movimientos de su hija, por si tenía que detener su caída. Si madre sólo guardaba su salida para seguir la conversación nada pacífica. El soberano veía con una sonrisa de orgullo a su única nieta. Era su mayor orgullo.

—Tata tengo un hermano.—habló apenas había sido cargada por este.—Es más grande así como Ramsés, por fin tengo a otro compañero.—siguió con su pequeño monólogo.—Además mamá ya no va a estar triste y tampoco va a llorar, eso me hace muy feliz. ¿A ti no, tata?.

Las palabras de la pequeña convencieron al faraón, está sin saberlo lleno de dicha el corazón de la mujer más importante de su vida. Como también le había dado la oportunidad al pequeño hebreo de tener una mejor oportunidad de vida.

—A mi también, pequeña. A mi también. Ahora ve con Nayla al harén.



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Hola nenes
Siento mucho la demora, pero no tenía inspiración. Como que una super bajón vino a mí.
Vuelvo a repetir agradezco cada voto y cada comentario.
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𝑬𝒈𝒊𝒑𝒕𝒐| 𝑹𝒂𝒎𝒔𝒆́𝒔.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora