Capítulo 10.

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Maiden Mansilla.

Cada día estoy más atractivo. Joder. Mis ojos grises resaltan mucho con mi cabello castaño. He estado pensando en hacerme un piercing en el labio o en mi maidensote. O en ambos.

Aunque...¿A quién diablos le mostraré el piercing? Ni pareja tengo para satisfacerla. Mi alma gemela todavía no aparece, llevo reprimiendo mis necesidades porque una revolcada rápida no es lo que quiero. Mi lobo interior busca una compañera real y ninguna otra hembra serviría. A mi mujer necesito, ya mi mano se cansará de tantas veces que me toque imaginándola.

—¿Se puede saber por qué estás desnudo? — indaga, Federico, cuando me ve bajando las escaleras.

—¿Por qué tengo calor?

—¿Me estás preguntado o respondiendo? Mejor no digas nada. Ponte algo.

—Así estoy bien. Soy un hombre libre. Muchos quieren tener este cuerpo.

—¿Sí? ¿Quiénes? — dice burlón, suelto un gruñido.

—Envidioso.

Andrés aparece sosteniendo un libro de gastronomía. Me recuerda a mi nana. Creo que le interesa más cocinar que los asuntos de la manada, no me quejo, sus comidas son exquisitas. Como yo.

—Ya ponte algo, no queremos ver algo tan diminutivo.

—Qué gracioso, Andrés. Pequeño tu cerebro.

—Oigan, déjenlo, ya crecerá.

—Eso te lo repites en el espejo. Ya llegaré a los 25 cm. Solo un centímetro mas.

Nicolás suelta un gruñido.

—Ve a cambiarte. Tenemos que ir al Río Allen.

Al entrar en mi habitación, el dulce aroma me atacó. Delicioso. Mi humana. Una humana hermosa y curvilínea. Mi lobo prácticamente aulló al verla. Su largo cabello oscuro desparramado en la almohada. Tenía una cara redonda con una piel pálida y cremosa. Sus labios gruesos se verían hermosos alrededor de mi pene. ¡Esas curvas! Oh sí. Sus tetas encajarían a la perfección en mis manos, sus caderas eran perfectas para agarrarlas mientras la follaba por detrás.

Mi pene se revolvió en mis pantalones con unas ganas, tremendas de acercarse a ella, porque hacía años que no se me ponía dura al instante. Mi lobo interno estaba feliz de saber que se halla a unos pasos, que está segura y protegida, que es mía. Lo que siento por ella no es pasión ni lujuria. Recuerdo cuando la encontramos tirada en el suelo y mojada, sin pulso, me asuste como la mierda. Creí que la Diosa Luna estaba castigándome.

Se que soy un lobo hormonal, pero también quiero mostrarle mi mundo, que me conozca. Solo temo perderla, que no quiera pertenecer aquí. Eso no significa que no honraría sus deseos si me pidieras que me alejara, lo haría, pero dolería, tanto que nos llevaría a la muerte. Los lobos se aparean de por vida. Solo tienen un compañero hasta la muerte. Y la parte humana de ellos no escoge a ese compañero, lo hace el lobo. La reconoce instantáneamente a su hembra.

Diablos, es preciosa. Será mucha información cuando abra esos ojitos. Pero lo que tienes que saber es que soy tuyo. Soy su hombre en las buenas y en las malas. Jamás la dejaré. Ni me iré. Nunca la engañaré, ni dejaré de protegerla ni de cuidarla.

—Eres tan hermosa — susurro incrédulo, si es un sueño no quiero despertar jamás. Aproximo mi rostro al sentir su respiración cambiar y su corazón acelerarse. ¿Está despierta? Reprimo una sonrisa maliciosa — Joder.

No me esperaba que me abofeteara. Jodida fiera me salió. Me gusta.

—¿¡Que ibas a hacer pervertido!? — pregunta, casi gritando. Ojos marrones furiosos son lo que veo. Si su cuerpo me excita, su voz hará que me venga. Mi compañera es una tentación pura. Mi lobo lo sabe y me presiona a que la reclame como mía. Pero ella no es una loba. Es una humana. No sabe que existimos.

Serie Almas Gemelas: Ellos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora