Capítulo 6: "La amiga".

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—¡Madre, llegué! —la voz de mi hija me sobresalta en la cocina— Invité a una amiga —dice sin gritar llegando hasta donde estoy, el olor la debe haber guiado. Se acerca y deposita un beso en mi mejilla haciéndome reír ampliamente, le devuelvo el saludo.

—Preséntala —pido en forma pícara, rezando en mi interior para que sea la morena que vi el día que fui a su universidad.

—Ahora, te pido que no la intimides, por favor.

Sonrío contagiada por la sonrisa reflejada en su rostro. La observo salir y regresar exactamente con la jovencita que ha quebrado mis pensamientos todos estos días, llevándolos al precipicio de deseo, hasta los más primitivos y hambrientos.

—Mamá, te presento a Sara, Sara ella es mi madre, la señora Martha —la recién presentada sonríe y mis ojos no lo piensan dos veces para devorarle la sonrisa.

—Podrías haberte ahorrado lo de señora hija, no creo que en esos ojos se encuentren problemas visuales como en los tuyos —digo mezclando mis pupilas con las de la morena que es un poco más baja que nosotras y que no muestra reacción alguna, pero en las palpitaciones en la vena de su cuello demuestra que sabe ocultar muy bien sus emociones, sorprendiéndome en ese aspecto.

—Deja de mirarla así, señora, que la vas a ahuyentar —dice mi hija al ver que no aparto la mirada de su amiga.

—O todo lo contrario hija. Hola.

Extiendo una mano en modo de saludo que no demora en aceptar. Nuestro primer contacto es suave y violento a la vez, suculento, arrebatador de controles físicos y emocionales.

—Ho hola —tartamudea al hablar, el roce de nuestras manos nos conecta, nos estremece y sé qué no le es indiferente la exquisita conexión entre las dos.

—Su presencia es aceptada en nuestra casa, Sara, es más que bienvenida, por lo cual tiene todas las puertas abiertas —sonrío ante le rubor de sus mejillas, su mente debe procesar rápido las palabras con doble sentido, porque es fácil imaginar lo que está pensando para que se ponga así.

—Mamá —Julia debería aprender cuando no interrumpir en las presentaciones, más cuando en el primer encuentro el diálogo es entre miradas.

—Dime hija —suelto la mano de la morena y lo lamento al instante, es muy reconfortante su calor.

—Tenemos hambre.

—En menos de 15 minutos podrán alimentarse, no hay placer más grande en la vida que darle de comer al prójimo.

Miro intensamente a la amiga de Julia y no me aguanta la mirada. Sabe que camino recorrer, tanto que ya ha dado el primer paso sin pensar. Aparte de ser sumamente atractiva, es atrevida y eso es algo que me gustaría comprobar en el futuro, hasta donde es capaz de llegar con su atrevimiento.

—Vamos a mi habitación, mi madre suele ser intimidante, demasiado cuando se lo propone.

—Si que lo es.

Logro escuchar su voz un poco grave al irse alejando guiada por mi hija. Sonrío, esta jovencita va a dislocar mis cuerdas en las que me sostengo y me va a poner a temblar en el paraíso.

Pongo más entusiasmo en los alimentos que preparo, otra forma de sorprender a las personas es en la comida. Siento la necesidad de agradarle, de crear sorpresas en el paladar de la joven universitaria.

Llevo la segunda copa de vino del día a mi boca y disfruto su exquisitez. Coloco el servicio para dos en la mesa y me limito a llevar el rol de servidora, no de anfitriona. La presencia de las jóvenes en el comedor me toma por sorpresa. Sacudo la cabeza alejando varios pensamientos subidos de tono y fuera de lugar y me centro en el momento.

—Si que te esmeraste mamá —suelta mi hija observando todo el manjar que le he preparado.

—¿No come con nosotras? —pregunta Sara con un poco más de confianza, observa los platos sobre la mesa, demostrando un agradable apetito en su mirada.

—No suelo disfrutar de lo que cocino y creo no ser la única, solo las acompañaré con este —levanto la copa con el líquido oscuro—, ¿les sirvo una copa? La carne suele tener un sabor único si se acompaña con un buen tinto.

—Por favor —responde mi hija.

Julia sale por la puerta que da hacia la cocina, dejándonos solas. Le ofrezco una copa ya servida a Sara y titubea un gracias al cogerla, noto que rehúye del roce de mis dedos y me hace sonreír.

—¿Cuántos años tienes Sara? —me regala una sonrisa ante mi pregunta.

—¿Cuántos tiene usted?

—44 —digo sin dudar.

Cuando va a decir algo Julia aparece entrando por la puerta con un plato, tenedores, cuchillos, todo lo que necesita una persona para alimentarse correctamente.

—Por favor mamá, quita esa cara y siéntate.

—¿Desde cuándo ejerces algún poder sobre mí?

—Desde que supe que me amas.

—Desde siempre entonces.

—¿Te hizo algo? —se dirigió esta vez a su amiga que la mira sin entender la pregunta.

—Todo se hace bajo el consentimiento de las personas cariño. Sería incapaz de hacerle algo que ella no quisiera —Julia me mira y sonríe.

—No me ha dicho, ni hecho nada Julia, aún.

La última palabra la susurró, pero no se libró de que mis oídos la escuchasen, la miro y observo como se muerde los cachetes internamente, sí que le gusta jugar con fuego y yo tengo suficiente para poderla quemar.

En el eco de tu mirada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora