Recuerdos II

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Una semana después, Anna se encontraba viendo las noticias en la comodidad de su casa, mientras desayunaba sintiendo la comida más deliciosa que de costumbre.

¡Última hora!

John Montgomery y Miriam de Montgomery, cabezas de la prestigiosa familia Montgomery, fueron arrestados hace un par de horas; aparentemente por varios delitos como fraude, homicidio y estafa. Su juicio se llevará a cabo en un par de horas.

Luego de ver esa noticia, escuchó varios golpes en su puerta, aunque ya suponía de quién eran, no abrió y en cambio se fue hasta el garaje, tomó uno de sus lujosos carros, y salió de la casa.

—¡Maldita perra! Prometiste no hacer nada si te dábamos todo lo que pediste— gritó Alexia con un aspecto no muy recatado, tenía una sudadera gris con unos tenis negros, no tenía maquillaje y su cabello estaba desordenado.

—¿Disculpa? Yo no prometí nada, Alexia. Allá los bastardos de tus padres si firmaron su sentencia sin leerla, y disfruta tu libertad mientras te dure, porque todavía te falta mucho por pagar— respondió Anna antes de irse dejando a Alexia sola.

Al medio día, Anna estaba arreglando varios documentos en su oficina y sin darse cuenta, alguien había entrado y se encontraba a su lado observándola.

—¿Viniste a defender a tu zorra y a su familia?— preguntó cómo si nada mientras seguía leyendo los documentos.

—No, vine para invitarte a almorzar— respondió él con tranquilidad. A Christian no le importaba en lo más mínimo lo que estaba ocurriendo con la familia Montgomery, en estos momentos solo deseaba pasar tiempo con Anna.

—Aceptaré con una condición— respondió fríamente ella mientras giraba su silla y se paraba, quedando frente a Christian, un tanto cerca.

—¿Cuál?— respondió él apartando un mechón de cabello del rostro de ella.

—Te devuelvo todas tus acciones, ya no me interesa tu empresa— respondió ella sin inmutarse por el contacto del hombre.

—No voy a preguntar el porqué, ya que es obvio... Así que acepto— dijo. Era obvio que la mujer no quería tener la empresa tan fácilmente, por eso pensó que después se le ocurriría algo.

Luego de firmar, ambos salieron del edificio y se dirigieron hasta un restaurante famoso de la ciudad.

—¿Por qué volviste? Pudiste ser feliz alejada del odio— dijo de repente él mientras comían. Para ambos era más que obvio que Anna era la misma Rose, aunque esta no lo admitiera directamente, ya no había mucho que esconder.

—Pude haber sido feliz con mi hijo, y aún así lo perdí gracias a Alexia. Pude haberme olvidado de todo, pero de mi hijo no, no soy tan frívola como ustedes— respondió ella viéndolo fijamente. Odiaba hablar de su hijo nonato, era como echarle limón a una herida abierta.

—No… no es así. No sabes cuánto me he arrepentido por eso— dijo el con la voz entrecortada, y a ella le estaba empezando a pasar lo mismo. El pasado se había vuelto su peor enemigo, y los sucesos anteriores eran flechas envueltas en llamas que atravesaban su cuerpo con fuerza, clavándose en el sin intención de salir.

—Yo no me arrepiento de nada, si no te hubiese conocido no habría tenido la esperanza de un bebé, y aunque lo haya perdido o haya sufrido, sigo viva... por él— susurró ella con sus ojos llenos de lágrimas, ya no aguantaba más, desde que perdió a lo que podía llegar a ser la única luz de su vida, sentía que su piel, corazón y alma quemaban, se sentía desgarrada, sangrando invisiblemente cada día de su vida.

Así, el resto del almuerzo pasó en silencio, un silencio lleno de dolor y arrepentimientos para ambos, aunque no lo admitieran del todo.

Cuando Christian fue a dejar a Anna a su casa, esta estaba irreconocible. Quemada, con los vidrios rotos, y no había ninguna puerta, sus carros estaban destruidos y dentro de la casa no había más que restos de cosas y de ropa en cenizas. Anna suspiró cansadamente, ya se estaba esperando algo así, así que no le sorprendía mucho.

—Quédate en mi casa— propuso él rompiendo con el silencio de varias horas, ella negó.

—Puedo pagarme un hotel, Christian— respondió saliendo de la casa en ruinas.

—Si ella hizo lo que hizo con nuestro hijo estando tú en la cárcel, no creo que le quede difícil hacer algo en un hotel— dijo Christian, dejando sorprendida a la mujer, jamás había oído decirle “nuestro” a su bebé.

—Entra— dijo el señalando el auto. Podía adivinar lo que Anna estaba pensando, pero no diría nada, y sin más remedio Anna aceptó y entró al auto del hombre...

Dolor, Amor Y VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora