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Era de día, Kaia se levantó con un suspiro cansado de nuevo. Estaba agotada.
Vio que hoy le tocaba pociones, historia de la magia, transformaciones... cielos que aburrimiento. -Genial.- dijo mientras iba a paso tranquilo a cambiarse de ropa. No pensaba ir a ninguna de las tantas aburridas clases del lugar.
Total, mientras McGonagall no se enterara... nadie más lo haría. Seguramente todos estarían mejor sin ella, pero que decía? Tampoco tenía amigos, para que preocuparse de eso?
Kaia no tenía amigos. Nunca se preocupó por tenerlos... dejó de intentarlo el primer día de colegio cuando la sortearon en Hufflepuff.
Recordaba exactamente cada mísera palabra de todos sus supuestos compañeros.
"Por qué no hablas con nadie" le preguntaban todos mirándola y juzgándola.
"Pobrecita, a lo mejor es muda" decían otros intentando ser amables, consiguiendo el efecto contrario en la chica haciéndola sentir tonta.
"Wow, y eso? Como te lo has hecho?" si, también habían demasiados curiosos acerca de sus marcas en su cara. Y eso que no habían visto sus brazos...
Ella simplemente no podía aguantar la presión. No quería estar en ese momento ahí, pero prefería eso mil veces a tener que pasar toda su vida en ese centro... ese horroroso centro.
Lo que Kaia no sabía, era que cierto azabache la buscaba por todos lados. Sutilmente. Ya que Hermione y Ron no iban a tomarse la molestia de hablarle... quería hacerlo igualmente.
En su cabeza habían tantas preguntas... preguntas que deseaba hacerle a la chica, ya que ella misma transmitía esa curiosidad y misterio.
Curioso que Harry pensara eso. La profesora McGonagall se había encargado personalmente de ayudar a Kaia en sus años en Hogwarts. Ella misma fue la que se ofreció en ir a buscarla en ese centro de menores... del cual estaba sufriendo para entregarle su carta de acceso.
Los únicos conscientes del problema de la chica eran el mismo director, el profesor Snape, la enfermera Poppy y ella además de Remus Lupin.
Oh, Remus era el que más podía entenderla... se parecían tanto... pero desgraciadamente el hombre tuvo que marcharse del colegio.
La profesora de transformaciones veía la clara imagen del pequeño Remus en ella cuando este asistía a Hogwarts. Supo desde el primer instante que ella era una chica especial.
Harry se encontraba algo preocupado, confuso al ver que la chica misteriosa no aparecía a ninguna de las clases. Le parecía increíble como los profesores ni siquiera parecían extrañados.
