Capítulo VI

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Nocturna aterrizó en el Claro de Reunión, y vio dos lobos a lo lejos charlando sentados. Ella estaba nerviosa e inquieta también por cómo serían sus compañeros de viaje, ¿Serían agradables o tendría que soportar gruñidos durante toda la búsqueda?
Esperaba que no.
Se acercó hacia ellos a paso ligero, no tenía prisa pero cuando estaba nerviosa no podía evitar caminar más deprisa sin darse cuenta.
Los lobos dejaron de hablar entre ellos y miraron a la loba, uno de ellos se levantó y fue hacia ella. Nocturna no lo reconoció hasta que la tenue luz de luna iluminó su blanco pelaje.
—Volvemos a vernos Nocturna.
—Nevado, no pensé que serías tú quien...
—Yo tampoco esperaba que fueses tú con nosotros al viaje, pero me alegra volver a verte.
Nocturna asintió con la cabeza.
—Además—dijo el lobo—tendremos más tiempo para conocernos y de hablar.
El otro lobo se levantó también y llegó hasta ellos. Un lobo anaranjado de cuerpo estilizado, algo pequeño para ser un macho. Nevado alzó las orejas.
—¡Oh! os presento, Nocturna Gamma de la Manada del Helecho y Azafrán Gamma de la manada del Brezo.
—Encantado—Azafrán inclinó la cabeza y Nocturna lo imitó.
—¿Todos somos Gamma?–preguntó ella.
—No, yo soy Beta–dijo Nevado.
—Yo pensé que había hecho mal en venir al pensar que los demás serían Beta, así que me alegra saber que eres Gamma, Nocturna.
—Me alegro. He de decir que yo decidí venir pero aún así no se si he hecho lo correcto.
—Claro que lo es, si nosotros no vamos el mundo se irá a pique–Dijo Nevado.
Azafrán le dió la razón con un gruñido. Nocturna suspiró.
—Supongo que si...
Se oyó algo entre la maleza y todos se giraron hacia el ruido para ver a un lobo marrón grisáceo ir hacia ellos.
—Hola, bienvenido al equipo, soy Nevado, Beta de la Manada de la Escarcha.
—Árido—Respondió el lobo.
—Árido...¿de la Manada del Cuarzo?
Él asintió y Nevado no preguntó más.
—Bueno, cuando llegue nuestro último compañero nos presentaremos todos del todo.
Nocturna observó a Árido. No parecía muy hablador y miraba a todos con desconfianza, como si estuviera alerta a cualquier ataque. El lobo dirigió sus fríos ojos grises hacia ella y la loba no pudo evitar desviar la mirada. Intimidaba un tanto, solo esperaba que esa forma de ser fuera algo temporal.
No pasó mucho tiempo hasta que el último miembro del grupo aterrizó en el Claro.
—¡Ya estamos todos! Bienvenida al equipo ¿Cómo te llamas?
—Soy Duna.
Duna. Nocturna, que estaba tras los demás lobos se acercó un poco y se asomó. También conocía a esa loba, el viaje no sería tan malo de todos modos, dos de sus compañeros eran conocidos.
Cuando Duna vio a Nocturna solo apartó la mirada y miró a los demás. Parecía querer esquivarla.
Bueno, al menos tenía a Nevado.
Nevado presentó a todos los demás y por fin Árido se presentó como Gamma de la Manada del Cuarzo, Duna era también Gamma y cuando Nevado se dió cuenta de que era el único Beta puso una cara rara de decepción. Parecía que era el único de mayor rango en el equipo.
—Bueno, piensa el lado positivo, no tenemos que debatir quién va a ser el líder—Dijo Azafrán.
Pero Nevado no parecía muy convencido. Nocturna comprendía al lobo, era una situación nueva y él no parecía estar preparado para liderar.
—No te preocupes Nevado, iremos viendo cómo montamos nuestra pequeña manada—Le consoló Nocturna.
—¿Manada? ¡No somos una manada! solo un equipo de búsqueda—Dijo Árido con brusquedad.
—Bueno, tranquilo...
—Para manadas ya tenemos las nuestras, no habrá nuevas manadas.
Azafrán intervino.
—Oye, tranquilo, no vamos a formar una nueva Manada, y si llegamos a serlo será temporal para poder organizarnos.
Árido gruñó y se quedó callado para no seguir discutiendo. ¿A qué había venido eso?
—Si estamos todos deberíamos dejarnos de discusiones y marchar ya—Dijo Duna
—Estoy de acuerdo con ella–asintió Nevado—tenemos un largo viaje por delante.
—Está bien, ¿hacia dónde vamos?–Preguntó Azafrán.
Nevado pensó.
—Deberíamos ir hacia el pilar de la Gema, hay que ver qué le ha ocurrido.
—Muy bien pues vamos.
Azafrán alzó el vuelo y esperó a los demás desde arriba. Cuando los demás salieron del claro dejaron que Nevado se pusiera en cabeza y volaron en dirección norte.
Nocturna se adelantó un poco para situarse cerca de Nevado.
—¿Cuánto vamos a tardar en llegar?—preguntó en tono alto para que él pudiera oírla.
—No creo que podamos llegar hoy, está casi al otro lado del territorio—Respondió él con el mismo tono.
Duna batió las alas una vez y subió un poco observando el territorio. Luego bajó junto a los demás.
—¿No creéis que deberíamos cazar algo?—preguntó Duna.
—Hm...si, bajemos al bosque–Asintió Nevado.
—¡Si por favor! Llevo sin comer algo desde la tarde de ayer–Dijo Azafrán.
«Estoy de acuerdo con él» Pensó Nocturna.
Todos bajaron hacia el bosque, zona donde todos estaban acostumbrados a cazar. Ésta sería su primera cacería juntos y podrían ver si eran capaces de organizarse bien.
Se adentraron al bosque con cuidado de no chocar con las ramas y tocaron suelo.
Todos intercambiaron una mirada y preparados caminaron por el sotobosque.
Las aves, las chicharras y el viento era lo único que de oía por el momento, debían estar con las orejas bien erguidas a la escucha de cualquier otro sonido. La nariz de sus hocicos se movieron de lado a lado levemente para oler el aire en busca de algún rastro reciente.
Abrieron las fauces para tomar mejor los olores y buscaron también con la mirada.
Todos los sentidos estaban alerta.
Un olor llegó hasta ellos: liebre.
Caminaron hacia el olor y descubrieron que estaban más cerca del Valle de lo que pensaban. No había animales más grandes para cazar alrededor así que tendrían que conformarse con eso.
Sigilosamente se acercaron y en el momento en que las liebres levantaron las orejas corrieron hacia ellas.
Esta vez consiguieron cazar dos, no era mucho y sabiendo que eran cinco eso solo les aliviaría un poco el hambre. Pero era mejor que nada.
Todos dejaron ambas presas juntas y miraron a Nevado. El joven miró a todos extrañado.
—¿Qué?
—Come, eres el más superior de nosotros—Dijo Nocturna.
—¡Y que sea deprisa! Tengo hambre.
Nevado se quedó perplejo y luego soltó un gruñido agudo.
—¡¿Es en serio?! ¿Sabéis acaso que ya no estamos en la manada?
—Da igual, toma tu parte primero y ya comeremos los demás—pidió Duna.
—No, me niego, todos comeremos a la vez y la misma cantidad, venga.
Nevado acerco las presas hacia sus compañeros, todos dudaron y se acercaron con recelo a la comida sin saber si empezar a comer o no.
Nevado puso una expresión cansada, como si no solo estuviera pensando en ellos.
—Comed por favor, no quiero que haya rangos en este grupo.
Finalmente Duna se acercó y comenzó a comer, los demás al verla se atrevieron también y Nevado suspiró aliviado y se unió a ellos.
Cuando Nocturna terminó de comer miró hacia el cielo: cuatro cuervos volaban sobre ellos esperando a que terminasen. «Lo siento amigos, pero me temo que esta vez no tendréis sobras» pensó Nocturna.

Tras la comida el grupo había alzado ya el vuelo y se dirigía de nuevo hacia el norte siguiendo el río hacia la zona rocosa del territorio. Aún así les quedaba bastante camino y el sol, fuera de los bosques, daba demasiado directo, por lo que tendrían que hacer otra parada para descansar los músculos de sus alas e hidratarse un poco.
Los lobos habían visualizado un lago desde arriba así que decidieron parar allí. Era extraño, alrededor de aquel enorme charco de agua no había ni una sola criatura, salvo algún pato sobre el agua y las ranas que cantaban escondidas entre los juncos y otras plantas.
Nocturna se inclinó para beber agua: no era tan cristalina como la de sus montes, ni tan fresca, pero era lo que había.
Cuando estaba bebiendo notó una presión sobre su nuca y hundió toda su cabeza dentro del agua.
Sacó la cabeza del agua asustada y sacudió la cabeza. Nevado se estaba riendo a carcajadas y los demás aunque intentaron aguantar la risa acabaron riendo también.
—¡Eh! No es gracioso, ¿Quién ha sido?
Duna señaló a Nevado con la pata.
—Shh, ¡Hey! Me has delatado ¡Eso no vale!
Nocturna lanzó agua hacia Nevado que no tuvo tiempo de apartarse, Duna se rió de él y Nocturna aprovechó para mojarla también. Azafrán reía divertido y Árido puso los ojos en blanco.
—Esto es un estúpido juego de niños—gruñó Árido.
Nevado se acercó hacia la orilla y dijo:
—Venga ya Árido, no seas aguafiestas, solo es un momento de tranquilidad antes de empezar un largo viaje.
—Ya...pues sigamos con el viaj...
Árido no tuvo tiempo de terminar su frase, Nevado le había salpicando con el agua y ahora todos reían de nuevo.
Árido gruñó y levantó las orejas.
—¡Atrévete a hacer eso de nuevo!
—Está bien, está bien, tranquilo, iba a buenas Árido.
Árido se acercó al agua y bebió mirando hacia el frente; se dio cuenta de algo y levantó la cabeza mirando hacia allí.
—Dejad los juegos de cachorros y mirad allí.
Todos se giraron siguiendo la mirada de Árido. Se sorprendieron: muy a lo lejos se podía ver una enorme muralla.
Parecía que las suyas no eran las únicas aldeas del Reino, y aquella aldea era bastante grande si se podía ver así a lo lejos.
Quizá allí podían encontrar pistas sobre la Gema.
Los lobos se miraron entre sí. Tenían un nuevo destino.

∆L∆S: En busca de la Gema de la VidaOnde histórias criam vida. Descubra agora