Fanfic Chrischel

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El negocio familiar de los James. 

Phoenix Arizona. 

Rachel. 

El negocio de papá suele ser relajado los martes, ya que la veterinaria familiar que tenemos hace más de cinco años, es poco frecuentada ese día. Le doy un sorbo a mi soda y paseo las tijeras por el Pomerania que trato de dejar presentable sobre la vitrina. 

—Es mi hora de almorzar —avisa Sam— Quedas a cargo. 

—Ok. 

Se retira y le esparzo perfume a nuestro cliente habitual, mantengo una pañoleta en la cabeza y mi cabello suelto se mantiene sobre mis hombros. Sam se va y la tranquilidad prevalece hasta que… 

Los ladridos de un perro hacen que el señor pelusa dé un salto asustado al igual que yo, ¡Dios! Dan otro más fuerte, alzo mi vista en dirección hacia la puerta y… 

Dios… Dios… Un hombre alto de playera está entrando, siendo arrastrado por un lobo siberiano gigante. Mi pecho se asemeja a un tambor mientras que mis ojos no dejan de reparar la perfecta figura masculina que porta. 

Es alto, el cabello negro le cae sobre las cejas y se lo echa hacia atrás dejandome ver el tatuaje que tiene en la cara interna de su bicep el cual resalta con la playera blanca que trae. No es un cliente, nunca lo había visto y un cosquilleo avasalla mi entrepierna cuando queda frente a mí reparandome con los ojos grises cargados de ego que no se apartan de mi blusa de tirantes.  

—Bien… —la voz me sale nerviosa— Bienvenido a la veterinaria James, ¿En qué le puedo ayudar? Ofrecemos baños, paseos, spa, cortes… 

—Vengo a dejar a mi perro —contesta serio—. Se supone que son los mejores de aquí.

No me gusta como se oye lo último, ya que lo dice con cierto tono arrogante que.. 

—No se supone, somos —saco el portafolio de paquetes— ¿Qué quiere que le haga?

—¿Por cuánto enjabonas? —inquiere con una mirada turbia. 

—Este es un negocio decente —quito el cuaderno ofendida—. Los prostíbulos están al sur de la ciudad. 

—¿O sea que no enjabonan a los perros? Porque estoy hablando del perro, no sé con que hayas fantaseado tú al oír la oración —se molesta.  

Siento que mi cara se vuelve roja y en el espejo me veo con una peluca de payaso, ¡Pendeja! 

—Perdón —vuelvo a dejar el catálogo— Hay gente que viene con segundas intenciones y… ¿Qué va a querer?

Paso las páginas mostrando el catálogo queriendo recuperar mi dignidad explicando los servicios página por página hasta que él deja un dedo en uno de los paquetes, me muevo a buscar el talonario de facturas y siento sus ojos sobre mí mientras lo hago. 

Sin mirarlo empiezo a preguntar los datos básicos. Es un paquete el cual deja al perro dos días con nosotros, ya que le ofrecemos entretenimiento y por ello cambio de hoja llegando al cuestionario canino. 

—¿Qué le gusta hacer? —pregunto. 

—Follar —su respuesta hace que mi estómago revolotee. 

—¿Al perro le gusta follar? 

—Específica para quién es la pregunta —espeta con arrogancia— Al perro le gusta correr. 

—Obviamente las preguntas van para el perro, señor —murmuro— No me interesa lo que le guste a usted… 

—Ajá. 

Extras Pecados Placenteros (Eliminados)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora