Capítulo 35 - Como el ratón y el gato

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En los días sucesivos apenas coincido con Blaime, o bien porque él se pasa gran parte del tiempo entrenando con otros soldados, colaborando en la construcción de la capilla que quiso levantar George, o porque directamente lo evito como él hizo con...

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En los días sucesivos apenas coincido con Blaime, o bien porque él se pasa gran parte del tiempo entrenando con otros soldados, colaborando en la construcción de la capilla que quiso levantar George, o porque directamente lo evito como él hizo conmigo semanas atrás, eludiendo así conversaciones incómodas con respecto a la concepción y a mi fertilidad. Sin embargo eso no evita que cada vez que nos cruzamos en el transcurrir de nuestras labores, lo encuentre lanzándome miradas furtivas, o me descubra a mi misma observándolo bajo el amparo de las cortinas, a través de las ventanas del hospital, mientras él va de un lado a otro y levanta muros como si de una metáfora se tratara.

Pero una mañana en la que decido pasarme por la habitación de Hate antes de acudir a la reunión para distribuir el trabajo en el hospital, me lo encuentro, con la pequeña entre sus brazos, aferrada a su cuello como el único ser que tiene en el mundo. E inmediatamente su expresión, antes relajada y divertida ahora se vuelve sorprendida y tensa. 

Maldita sea. Mi intención era la de avisar a Sabine el día en que le diera el alta a Hate para no tener que cruzarme con él en los escasos tres metros de esta habitación. Sin embargo, se las ha arreglado para conseguirlo, para tenerme frente a él.

—Perdón, vuelvo luego— Me disculpo, girando sobre mis talones para volver por donde he venido. Pero su voz grave y rotunda sonando tras de mí me paraliza en el umbral de la puerta.

—Espera...— Y por alguna razón, me quedo congelada en la misma baldosa donde me detuve al llegar, aferrada a mi carpeta como si fuera un escudo. Lo escucho tomar aire, y haciendo un esfuerzo porque su voz no suene tan dura como de costumbre inquiere —¿Podemos hablar?— Miles de respuestas se me pasan por la cabeza. Porque algo dentro de mí sigue doliendo al tenerlo delante.

Me siento incómoda, molesta y herida por no haberme dado la oportunidad de haber sido yo la que decidiera cuándo y cómo contarle mi historia. Pero tuvo que hacerlo. Tuvo que indagar en uno de los capítulos más dolorosos de mi vida, en un momento en el que me sentía tan vulnerable y completamente expuesta a él. Si no se hubiera anticipado, si la curiosidad o las dudas que le generaron el ver mi cicatriz no se hubiesen interpuesto y simplemente se limitara a abrazarme y nada más, hoy no lo estaría mirando con tanto resentimiento.

Y quiero estallar, decirle todo esto, que sepa por qué me incomoda su presencia, por qué estuvo mal lo que hizo aquel día y por qué me fui. Pero cuando estoy a punto de dar rienda suelta a todos estos sentimientos, el walkie-talkie que siempre lleva enganchado a su cinturón emite un pitido y acto seguido suena una voz con tono robótico que anuncia:

<<A todas las unidades, preséntense en el cuartel. Repito. A todas las unidades, preséntense en el cuartel>>

Un profundo suspiro se escapa de su pecho con evidente desesperación porque dicho aviso acaba de frustrar todos sus planes. Dándole un beso en la frente a Hate, la deposita en la cama, para salir a toda prisa de la habitación para cumplir con el que sea su obligación ahora. Pero antes de abandonar la estancia, me dedica una de esas miradas suyas, de las que desatan mariposas estomacales y maremotos de emociones, para salir después a toda prisa porque el deber le llama.

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