PRECUELA DE: EL OMEGA Y EL EMPERADOR
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Esta era la historia de un omega y un emperador.
La historia de un omega de inmensurable belleza y un emperador que como muchos, cayó ante el encanto radiante de un narciso que se rebeló contra las leyes del mundo.
Algunos podrían hablar de la belleza del omega como una joya escondida entre cultivo y pureza, noble, gentil e inocente, una belleza demasiado pura que robó los corazones de los más desvergonzados y los más justos alfas en el mundo que dieron todo por él sin medida.
Otros podrían contar como aquella belleza había criado a un lobo vestido de cordero, bondadoso y gentil como era en su honesto ser, solo para ser robado por aquel joven que demostró que detrás de aquel apuesto aspecto era en realidad una bestia de feroces colmillos y un hambre atroz por su mayor presa.
Sin embargo, más allá de las fronteras de aquellos ríos de rumores, con peces tan hambrientos por una emocionante historia de amor que daba esperanzas en un mundo donde el amor no era más que un cuento. La realidad era mucho más simple de lo que las expectativas pudieran soñar.
Esta era la historia de un omega y un emperador.
De verdad lo era, de verdad lo fue.
Sin embargo, la felicidad nunca fue el final feliz para ese omega y ese emperador.
Sería gratificante que se tratara de una magnífica aventura de dos individuos que enfrentaron el mundo, obtuvieron su final feliz y no hubo más que paz en sus vidas.
Pero nadie como Shen Qingqiu podía saber que esta historia no era del todo feliz.
Que esta historia tan solo era el prólogo para algo que inevitablemente se saldría de sus manos cuando aquel niño apareció en su vida, como un pequeño y frágil cordero en medio de crueles lobos que querían dañarlo.
Shen Qingqiu se dejó llevar por la frágil apariencia del niño, se dejó llevar por su propia ingenuidad y creencia de que ese lobo disfrazado de oveja era un ser indefenso que solo necesitaba el cariño y cuidado correspondiente para que se convirtiera en un alfa de bien.
Cuantas esperanzas hubo en Shen Qingqiu cuando tomó a ese niño en brazos y lo convirtió en un discípulo de Qing Jing, le enseñó tanto como pudo y aprendió lo mucho que ese ser podría hacerle sentir decepcionado, asqueado y aterrorizado.
Si alguien le hubiera contado todas las atrocidades que aquella escoria haría contra el lugar que le dio un hogar, una familia, Shen Qingqiu podría haber imaginado que eso solo era una estúpida falacia.
Sin embargo, en contra de los propios deseos de Shen Qingqiu, de sus expectativas, ese niño no solo era un desagradable monstruo disfrazado de cordero, sino que también era un impostor descarado que se atrevió a regresar a la montaña que lo hecho por sus crímenes.
