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'Cause I have hella feelings for you

I act like I don't fucking care

Like they ain't even there


CAPITULO 5

Azael

- ¿Qué les parece si comenzamos ya? Creo que ya estamos todos – habla la psicóloga McEwan a todo el grupo de adolescentes que estamos aquí – Muchas gracias por asistir y sobre todo, gracias por ser valientes y compartir sus problemas con nosotros.

La ultima vez que tuve una sesión individual con ella, me invito a unirme a la terapia grupal. Dijo que podía ayudarme compartir mis inquietudes y escuchar la de los demás. La verdad, me importa una mierda los problemas de los demás, a penas puedo lidiar con los mios, pero si alguien necesita ser escuchado, no me negaría, he pasado por eso y no me gustaría que alguien más pase por lo mismo.

- Alice, ¿te gustaría iniciar? – vuelve a hablar la doctora en dirección a una chica de cabello corto y verde, muy verde.

- Claro – responde ella acomodándose en el asiento – Soy Alice y sufro de trastorno obsesivo-compulsivo... - continúa hablando de lo que padece unos 15 o 20 minutos. Admito que no preste atención a todo, pero una parte sí.

Y así continua la sesión, dos chicos más empiezan a hablar luego de Alice hasta que llega en turno de Keira.

- Um, soy Keira – empieza y noto un pequeño temblor en su voz y en sus manos – Es la primera vez que asisto a este tipo de terapia, no estoy muy segura de como empezar y lograre terminar de contar todo, pero aquí vamos. Hace dos años y unos cuantos meses, mi hermana pequeña falleció de cáncer; su perdida me afecto tanto que empecé a desarrollar problemas psicológicos. Aún intento salir a delante y superar todo esto, no es fácil, pero lo intento. Y supongo que terminé – dijo y vi como limpio una lágrima traviesa en su mejilla. Quería decirle algo, pero no me salieron las palabras.

- Gracias Keira, estoy segura que podrás salir adelante – la apoya la Dra. McEwan, ella solo asiente con la cabeza y la baja sin mirar a nadie – Azael ¿puedes continuar tú?

- No queda de otra – murmuro para mí mismo – Bueno, soy Azael y sufro de Trastorno esquizoide de la personalidad; me lo...- fui interrumpido por uno de los chicos, creo que se llamaba Gideon.

-Disculpa la interrupción, pero ¿Qué es Trastorno esquizoide de la personalidad? – pregunta algo tímido y avergonzado por interrumpir.

- Puede buscar en Google – respondo con sarcasmo haciendo que el chico se ponga colorado.

-Azael, por favor – me reprende la psicóloga, bufo antes de continuar.

- El Trastorno esquizoide de la personalidad es cuando una persona tiene preferencia por la soledad y que es indiferente o no muestra deseo en las relaciones personales o sociales, amplitud limitada de las emociones y simplemente es distante e indiferente con todo y todos.

«Continuando con mi relato, me lo diagnosticaron a los 12 años porque accidentalmente le fracture el tobillo a uno de mis compañeros en la escuela y a todos les pareció extraño que no sienta tristeza o culpabilidad, y esa fue la primera vez que visite un psicólogo. Mis papás no le tomaron mucha importancia hasta que empecé a desarrollar otros problemas psicológicos debido a mi trastorno; prácticamente vivía aquí, en el hospital y ya; no tengo más que contar» – culmine apoyándome en el respaldar de la silla, llevo una mano a mi cabello para desordenarlo y quitarlo de mi cara.

-Eso fue muy específico, pero fue genial, gracias Azael – felicita la doctora. Otros de los que estamos empezaron a contar sus problemas resumiéndolos para no quitarnos mucho tiempo.

(***)

Dos horas después, por fin termina la sesión. Agarro mi skate del suelo y me encamino a la salida, no antes sin buscar a desconocida con la mirada.

Creo que me esta empezando a caer bien y ni siquiera la conozco del todo, que irónico.

- ¿No pensabas irte sin mí? ¿o sí? – digo en su oído llegando a su encuentro. Ella pega un pequeño salto del susto, supongo.

-Si, pensaba irme sin ti – dice sin detener el paso, finjo una expresión dolida.

-Que cruel de tu parte desconocida, me siento lastimado – digo llegando a la salida del hospital con ella al lado.

- ¿Cuántos años tienes? – pregunta con curiosidad – Para saber si estoy lidiando con un acosador; darte una patada en las pelotas y salir corriendo – pregunta y yo rio ante su raro pero inteligente comentario.

- 18 ¿tú? – pregunto – Te vez de unos 14, pareces un minino – bromeo ganándome un codazo de su parte – Auch, cuidadito con esa confianza, que no te conozco – bromeo nuevamente.

- Tengo 17 y no te vuelvas a burlar de mí, pared de baño público – contraataca haciendo burla a mis tatuajes.

-Auch, no sabes de cultura, nena – me defiendo. Ahora estamos andando en skate a no se donde específicamente.

-Si que se, también tengo dos tatuajes – dice orgullosa riendo levemente. Yo la miro de reojo

-Mentira

-No, es cierto. Me los hice hace unos años a escondidas de mi papás, claro está – comenta – Y cambiando de tema ¿Dónde se supone que vamos y porque vienes conmigo?

-Yo voy a casa, no sé dónde vas tú

-También voy a casa

-Entonces creo que deberás...- hago una pausa para saltar una piedra en el camino que se apareció de la nada – Joder, no la vi; como decía, deberás aguantarme todo el camino porque al parecer, vivimos cerca.

-Tal vez, que me queda – se queja mientras seguimos nuestro recorrido. En el camino me pregunta sobre mis tantos tatuajes y yo le voy contando acerca de ellos.

Minutos después, llegamos a la que parece ser su casa.

-...entonces ese tatuaje – señala un muy pequeño en mi cuello – te lo hiciste borracho.

- Correcto desconocida – afirmo mientras la acompaño a la puerta de su casa. Ella toca la puerta y sale una señora de unos 45 años con un perro en brazos, esta me detalla con el ceño fruncido.

-Aquí tienes Keira, hoy se porto muy bien, solo que no quiso comer mucho – le dice la señora mirándome aun de reojo. Joder, que tienen las señoras que siempre me miran como un bicho raro.

-Gracias Julissa, cuídate – se despide Keira de la tal Julissa que me da una mirada rápida antes de cerrar la puerta – No le caes bien

- Ya me di cuenta – le sigo el paso hasta llegar a la casa que se encuentra al lado, Keira me da el perro en brazos que me lame la cara con entusiasmo y yo le sobo la cabeza esperando que Keira abra la puerta de su casa.

-Muy bien, ven aquí cariño – le habla al perro quitándomelo de los brazos

-Debo irme, luego mamá empezará con su interrogatorio sino llego en 10 minutos – aviso dándole una mirada a mi teléfono que tiene ya 2 llamadas perdidas de mamá.

- ¿Quieres pasar? ¿Te invito agua? – ofrece y yo niego.

- Estoy bien, gracias – le sonrio – Adiós desconocida

- Adiós Azael – se despide y yo me pongo los audífonos saliendo del patio de su casa. 

Un Invierno Sin Fin ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora