Parte 60

20.3K 2.9K 4.6K
                                    

Lo del matrimonio era una locura, aunque no una mala idea.

Merecía la pena intentarlo. Eso sí, no me casaría con Ray ni en mil años por mucho que solo tuviera que firmar un papel. Antes muerta. Había demasiada mierda entre los dos como para ni siquiera planteárselo. ¿Y si alguien de mi pasado lo descubría? Él llevaba años siendo mi némesis y, aunque las últimas semanas me había ayudado mucho, no podía olvidar otras cosas que había hecho. Necesitaba otro marido.

Repasé la lista de las personas más cercanas a mí y descarté enseguida a Apolo. Según mi tía para los dioses éramos solo mascotas y nadie se casa con su mascota. Además, era preferible sufrir la maldición que pertenecer a un dios así. Tampoco me casaría con mi tía, era ilegal y muy raro.

Mi mejor amiga de la infancia, Alicia, había escogido su vestido de novia a los trece años, en cambio a mí nunca me interesaron las bodas y me daban nauseas cuando Pablo decía que él y yo nos casaríamos cuando fuéramos mayores. No quería casarme aún, no estaba segura de si alguna vez querría, pero si debía hacerlo por conveniencia, la posibilidad de que fuera con Héctor me hizo sonreír. Al menos, al principio. Él sin duda aceptaría. Conocía mi maldición, sabía lo grave que era y hasta qué punto podían ser peligrosos los dioses. Había hecho cosas mucho peores para librarse de su propia condena. Casarse conmigo no era nada en comparación.

El problema surgió cuando visualicé el momento y lo incómodo que sería. Él y yo sentados en la sala de espera del ayuntamiento, yo muerta de nervios y vergüenza y él haciendo bromas y siendo tierno conmigo para que yo me tranquilizara, lo cual empeoraría mucho más las cosas. Me pondría rojísima, me temblaría todo el cuerpo, sudaría hasta deshidratarme. Se me hizo un nudo en el estómago solo de imaginarlo. No podía casarme con Héctor, me gustaba demasiado.

Tatiana estaba descartada porque se lo contaría a todo el mundo, además ella planeaba casarse con el miembro de una boyband coreana y varios actores de Netflix.

Luego estaba Diego. No estaba muy segura de si seguía con su relación falsa o no, pero las chicas de primero ya me tenían bastante enfilada y no quería que usaran contra mí la artillería con la que atacaban a Tatiana.

El plan no terminó de cuadrar hasta que me acordé de Elena. Preciosa, dulce, inteligente, buena persona. Lo más probable era que pensara que estaba loca, pero si por alguna razón se creía lo de la maldición, me ayudaría y me facilitaría las cosas. Además, al casarnos tendríamos algo en común, nos conoceríamos mejor y podríamos acabar siendo buenas amigas.

En cuanto me decidí, bajé a la tienda que había cerca de casa, me compré un paquete de chicles de fresa y alcé la cara hacia el sol.

Me sorprendió no tener miedo a salir sola a la calle al día siguiente a que el semidiós me golpeara. Tras el primer ataque me costó mucho ir andando sola al instituto. Me temblaban los brazos, sentía que me seguían y cualquier ruido me hacía saltar. Supongo que haber salido victoriosa me dio seguridad.

Apolo tardó unos minutos en aparecer. Salió por la puerta trasera de un coche caro con las lunas tintadas. Iba impecable, parecía sacado de una alfombra roja. Sus zapatos estaban tan pulidos como la carrocería del coche. Vestía un traje negro con pajarita, llevaba al hombro una capa de plumas negras y doradas, y sus rizos rubios peinados hacia atrás. Se frotaba las manos, delatando sus nervios.

—He tardado porque no sabía qué ponerme. Ágata quiere verme por fin ¿verdad?

Le vi tan ansioso, tan enamorado y vulnerable que por un momento me planteé ayudarle. Luego recordé la historia que me había contado mi tía.

—No.

Sus labios pronunciaron un "Ella se lo pierde" y trataron de esbozar una sonrisa, pero sus ojos delataban lo mucho que le había dolido mi respuesta. Traté de ignorarlo, tenía cosas más importantes de las que hablar.

Cuervo (fantasía urbana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora